Aniversario del 11-M

20 años de lucha antiyihadista: de células en chalets a menores terroristas en internet

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Agentes de la Policía Nacional, con 8 detenidos de la operación Taliko en 2022

Agentes de la Policía Nacional, con 8 detenidos de la operación Taliko en 2022 / CNP

Juan José Fernández

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En febrero de 2004, el marroquí Otman el Gnaoui conducía una furgoneta desde Asturias hasta el pueblo madrileño de Chinchón, a una casa donde había trabajado de albañil. Llevaba la dinamita que le consiguió José Emilio Suárez Trashorrras en una mina asturiana, material con que los matarifes del 11-M fabricaron sus bombas. En enero de 2024, la Guardia Civil ha neutralizado a un yihadista que movía criptomoneda, y la Policía ha detenido en Sevilla a un fanático islamista menor de edad con explosivo TATP. Lo había fabricado sin viajes, sin robos en minas, sin intermediarios, solo mirando internet.

Hay veinte años entre un momento y otro del terrorismo islamista en España. Desde la matanza de los trenes de Atocha han mutado las formas de hacer de los terroristas, han crecido los efectivos de las Fuerzas de Seguridad, ha cambiado la ley, ha subido un escalón el nivel de alerta, ha variado la percepción de España como objetivo… pero tres de las fuentes consultadas en la Policía, la Guardia Civil y los Mossos suscriben la frase de un inspector jefe del área de Terrorismo de la Comisaría General de Información: hoy, como entonces, “la seguridad cien por cien no está garantizada en ningún lugar del mundo”.

Y menos desde que la llamada integrista al ataque y el martirio se hizo global y, esparcida la semilla, se pasó de las células organizadas, numerosas, detectables, al individuo radical que en la soledad de su casa planea sangrientas ensoñaciones.

Golpes decisivos

A todas las fuentes les cuesta señalar cuál ha sido la operación antiterrorista más importante estos años. Quizá porque dos de esos golpes traen recuerdos dolorosos a las unidades que los llevaron a cabo.

El primero en Leganés, donde solo 24 días después de la voladura de los trenes estaban localizados y acorralados por los GEO siete autores de la masacre. El segundo, en Subirats y Cambrils, donde en entre 14 horas y cuatro días tras el ataque en las Ramblas los Mossos abatían a los restos de la célula de Ripoll y al autor material de la matanza, Younes Abouyaqub.

Hay consenso en que el principal dirigente yihadista atrapado en España en cuatro lustros ha sido Abdel-Majed Abdel Bary, el rapero británico arribado a Almería en patera desde el frente sirio del ISIS, que hasta el 20 de abril de 2020 se escondió con dos peones en pleno confinamiento del covid, y que planeaba basarse en España con dinero de estafas online. El pasado 27 de julio lo hallaban muerto en su celda del penal de Puerto III.

La Policía detiene al rapero y dirigente yihadista Abdel Majed Abdel Bary en Almería en abril de 2020

La Policía detiene al rapero y dirigente yihadista Abdel Majed Abdel Bary en Almería en abril de 2020 / CNP

También coinciden las fuentes en que el principal reclutador del yihadismo capturado en España en el mismo periodo ha sido el melillense Mustafá Maya, el mayor proselitista del integrismo islámico armado en Europa, hoy en la cárcel por segunda vez. El 23 de octubre pasado, cuando la Policía lo cogió volviendo a las andadas, hacía solo cuatro meses que había cumplido una pena de ocho años por enviar a su “guerra santa” a al menos 28 muyahidines desde distintos puntos de Europa.

Yihadismo online

En el momento de publicarse estas líneas, atravesamos “una fase de mucha actividad antiterrorista”, comenta un mando de la Guardia Civil.

Y calcula uno de sus colegas, este vestido de azul, que desde 2015 hasta ahora la media de teléfonos y comunicaciones online bajo intervención con aval judicial en las investigaciones de la lucha antiterrorista no ha bajado del centenar. Es complicado precisar con exactitud el número: son pesquisas secretas.

Son muchos más los monitoreos de redes sociales por las Fuerzas de Seguridad. “Para seguir un like en Facebook o una subida de propaganda basura no necesitas intervención judicial -recuerda un veterano de Información-. Sobre todo si el malo se pone su nombre y su foto en el perfil”.

Habla este policía de un entorno digital, hoy el escenario mayoritario de las operaciones antiterroristas. En 2004, flanqueaban el campo de trabajo policial las mezquitas-garaje, los ambientes cerrados de la inmigración magrebí. Ahora también, y además un extenso paisaje de consumidores de propaganda violenta y tutoriales en redes sociales y webs, audiencia de millares de la que siempre puede uno “de repente decidir pasar a la acción y salir a la calle con un cuchillo”, como hace un año y dos meses pasó en Algeciras.

Punto de inflexión

Buscar en internet se ha hecho esencial. Tras el 11-M de 2004 comenzó una migración de policías y guardias desde la persecución de ETA a “bajarse al yihadismo”, relata el inspector jefe. Ahora, se atrae también a expertos en ciberpatrullaje.

Es por un cambio trascendental de legislación, la reforma en 2015 de nueve artículos del Código Penal (del 571 al 580) que introdujo la autorradicalización, el adoctrinamiento, el campo informático de la yihad. Para Carlos Igualada, director del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET, iniciativa de la asociación vasca de víctimas COVITE), fue “un punto de inflexión” con el que se responde a “un cambio de paradigma: desde hace ocho años, este terrorismo se produce más por ataques de individuos que se radicalizan a sí mismos mirando internet”.

El nuevo terrorismo islamista no reúne grupos que buscan explosivos como, en 2004, aquella célula de Mohamed Achraf encausada por el hoy ministro Marlaska, que buscaba lanzar un camión bomba contra la Audiencia Nacional. Ahora produce, dice Igualada, “atentados sin recursos logísticos, con arma blanca o atropellos como el de Barcelona” cuando la célula de Ripoll perdió su arsenal en la explosión de Alcanar.

En 2013, en pleno declive de Al Qaeda, se fundó el ISIS; y eso es parte del cambio de paradigma que señala Igualada. Una yihad online ante la que ahora “se producen numerosas operaciones al menor indicio para atajar procesos avanzados de radicalización”. Las penas son menores, pero se minimiza el riesgo.

Combatientes extranjeros

El 8 de abril de 2015, una semana después de la publicación en el BOE de la reforma legal, 360 mossos d’Esquadra desmontaban una trama terrorista y detenían, sobre todo en Terrasa, a once hombres dedicados a captar jóvenes, fanatizarlos y enviarlos a Siria de Irak. El golpe policial, la operación Caronte, es también uno de los hitos de la lucha antiterrorista en España. El grupo no solo reclutaba: también hacía planes para atentar aquí.

Solo ocho días antes, la Guardia Civil había capturado en Badalona a un padre, una madre y dos hijos gemelos y menores que iban a partir para combatir en el frente sirio en el que había muerto Yasin, el hermano mayor.

La Guardia Civil detiene a uno de los yihadistas gemelos de Badalona, en marzo de 2015.

La Guardia Civil detiene a uno de los yihadistas gemelos de Badalona, en marzo de 2015. / Toni Garriga EFE

“Antes eran los imanes radicales los que reclutaban, y ahora reclutan más los vídeos de TikTok…”, comenta el oficial de la Guardia Civil, cuya identidad, como la del inspector jefe de la Policía, no se desvela por seguridad. Pero sigue siendo necesario rastrear la financiación en las cadenas de confianza de la Hawala, y desbrozar los integristas sin "callo de la fe" en la frente que se ocultan mediante la Taqiya, o disimulo.

De Hawala y Taqiya se ha aprendido estos 20 años; y de reclutamiento. Dos años después de la fundación del Estado Islámico afloraba en España la leva para la guerra yihadista en Oriente Medio. Según el listado de la Secretaría de Estado de Seguridad, de 50.000 combatientes extranjeros enviados desde diversos puntos del mundo, 260 partieron de España.

Del problema de aquellas salidas -muchas desde el barrio de El Príncipe de Ceuta, y también desde Badalona- se pasó al todavía vigente asunto de los combatientes retornados. Un centenar de los 260 murió en batalla y 62 han vuelto a territorio español. En Interior creen que, transcurridos cuatro años de la derrota militar del ISIS, el resto está en cárceles kurdas o en Turquía, Egipto y otras periferias del epicentro islamista.

Alerta 4

El cambio del Código Penal aumentó los golpes policiales, “pero también ha sido por la mejor coordinación entre cuerpos y la mejor coordinación internacional”, opina el inspector jefe. De 63 operaciones antiyijadistas entre 2004 y 2014 se pasó a 197 entre 2015 y 2021; el triple.

Quizá la operación señera que acaba la primera fase es Gala: la desarticulación de la Brigada Al Andalus, que desde Madrid organizaba el envío de terroristas a Siria e Irak. A la Policía le llamó la atención la profesionalización de sus 11 integrantes, liderados por un excautivo de Guantánamo e “implicados en la generación de estructuras de captación en España”, recuerda el inspector jefe.

La nueva cultura policial española surgida el 11-M evoluciona de 2015 a 2018 entre dos hitos franceses -la matanza en la sala Bataclan y la del mercado de Navidad de Estrasburgo- y uno catalán: el horror de las Ramblas.

La sucesión de atentados en Francia desde el de Charlie Hebdo (enero de 2015) llevó aquí a la elevación de la alerta antiterrorista a nivel 4 ese año, y desde entonces no ha habido quien ose bajarla. Al contrario: con el inicio de la guerra Israel-Hamás, Interior activó una “alerta 4 reforzada”. Ahora han dejado al menos de oírse voces poco documentadas pidiendo una alerta 5 cuyo contenido es secreto.

España como objetivo

La evolución del yihadismo en España se ha ido retratando en golpes policiales clave, como el del 1 de octubre de 2018, cuando la Guardia Civil explotaba su investigación del yihadismo en las cárceles. En la operación Escribano afloraron las relaciones por carta de una trama carcelaria embrionaria que iniciaba su jerarquización.

La Guardia Civil se lleva a un yihadista detenido en Martorell el pasado 16 de enero.

La Guardia Civil se lleva a un yihadista detenido en Martorell el pasado 16 de enero. / Quique García EFE

El 5 de octubre de 2019 difundía la Policía Nacional la operación Pupila, la desarticulación de Muntasir Media, plataforma de difusión masiva de propaganda terrorista desde Parla (Madrid), que tenía a un solo hombre detrás, un joven de 23 años al que se le intervino gran cantidad de precursores con los que fabricar TATP, la “madre de Satán”.

Entre diciembre del 19 y octubre del 22, la investigación Taliko de la Policía desmontó una red compleja de apoyo al ISIS con pies en Melilla y Marruecos, en contacto con combatientes en Siria.

En noviembre pasado 14 pakistanís fueron detenidos en la operación Sakina, que afloró una estructura del Tehreek-e-Labbaik Pakistán nunca vista antes en España.

España sigue siendo objetivo del yihadismo. Aparecemos regularmente en la propaganda de ISIS y Al Qaeda como un Al Andalus por recuperar, y señalan nuestras operaciones militares en el exterior”, advierte el mando de la Comisaría General de Información.

En 20 años ha cambiado lo que los terroristas odian de este país: en 2004 era la humillación de Perejil y haber impulsado la invasión de Irak. Ahora es el modo de vida occidental el objetivo, evitar su contagio al mundo islámico, especialmente a los musulmanes emigrados a Europa, vigilados por los fanáticos en España, o sometidos -en los guetos de Londres- a patrullas clandestinas de la sharía.

Pero de fondo, en 2004 como ahora, está la finalidad primera que el oficial de la Guardia Civil recomienda no olvidar: “Quieren implantar el califato universal”.

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