REPORTAJE ESPECIAL 11-M

Así vivimos el 11-M

Veinte años después de la tragedia, vecinos de los barrios afectados, personas influyentes del mundo de la cultura y el deporte y protagonistas de aquel año cuentan dónde y qué estaban haciendo cuando recibieron la noticia del atentado

Hay momentos que se quedan clavados en la mente. Vuelves a ellos y no tienes dudas de que todo ocurrió tal y como lo recuerdas. Te fijas en los detalles, en esas nimiedades como la ropa que llevabas puesta o qué habías comido.

Pablo sabe a ciencia cierta que el 11 de marzo de 2004, a las 7.38 horas de la mañana, estaba preparando el desayuno, Lucía acababa de despertar a sus hijas para ir al colegio y Manel se disponía a coger el metro en la Plaza de España de Barcelona. La rutina camufla lo que sería un día más. Un día normal.

"Mi hermana se echó a llorar porque mis padres siempre cogían ese tren para ir a trabajar"

José Manuel González Gil, vecino de Santa Eugenia

A José Manuel le despertó una bomba. Fue la del tren n.º 21713 que estaba iniciando la marcha en la estación de Santa Eugenia. “Vibró la cama, las ventanas… Me levanté, miré a un lado a otro y no supe de dónde venía el ruido. Me asomé a la ventana y vi que había humo en la estación de tren”, cuenta este vecino del barrio madrileño.

"Vibró la cama, las ventanas… Me levanté, miré a un lado a otro y no supe de dónde venía el ruido"

Recuerda que encendió el televisor y minutos después apareció la palabra. Atentado. “Mi hermana se echó a llorar porque mis padres siempre cogían ese tren para ir a trabajar”, relata. Los llamaron por teléfono. Primero a su madre, después al padre. Apagado. “Fue ahí, donde nos pusimos en lo peor”, añade. Unos segundos después llegó la calma. “Nos devolvieron la llamada. Contaron que estaban sin cobertura porque iban en el metro. Ir ahí les salvó la vida”, dice.

"Cuando salí de casa la calle estaba llena de policía, ambulancias…"

Raquel Serrano, vecina de Santa Eugenia

A Raquel también la despertó el horror: “Estaba en la cama cuando escuché las bombas, pensé que eran petardos y no le di mayor importancia”. Tenía 12 años y en su mente sólo estaba el no llegar tarde al instituto. “Llamó mi padre y dijo que había explotado un tren en Santa Eugenia”, pero no fue consciente de la dimensión del ataque hasta que no lo vio con sus propios ojos.

“Estaba en la cama cuando escuché las bombas, pensé que eran petardos y no le di mayor importancia”

“Cuando salí de casa toda la calle estaba llena de policía, ambulancias… Una mujer de un portal cercano gritaba que su hijo iba en el tren y se cayó al suelo”, relata. Las respuestas empezaron a llegar en el centro educativo, donde les contaron lo que había ocurrido e inmediatamente los padres acudieron a recoger a sus hijos, “incluso se llevaban a chicos y chicas que no eran suyos. Fue un descontrol”, añade.

"Nos convertimos en ambulancias improvisadas, fuimos los primeros en trasladar a los heridos hasta los hospitales"

Julio Sanz, presidente de la Federación de Profesionales del Taxi de Madrid

Muy cerca, a la altura de la carretera de Valencia, Julio Sanz, viajaba en su taxi dirección a la sede de la Federación Profesional del Taxi de Madrid, órgano que preside desde hace más de 20 años. “Cuando llegué no paraba de sonar el teléfono porque los compañeros nos alertaban sobre las explosiones”, dice.

“Fueron jornadas muy duras, pero podemos estar orgullosos de lo que hicimos”

A partir de ese momento, la situación que vivieron fue dramática: “Nos convertimos en ambulancias improvisadas, fuimos los primeros en trasladar a los heridos hasta los hospitales”. Pero la ayuda no terminó ahí, durante dos días prestaron servicio gratuito para llevar a los familiares hasta la morgue de IFEMA. “Fueron jornadas muy duras, pero podemos estar orgullosos de lo que hicimos”, finaliza.

"Las palabras se quedan cortas frente a un drama de este tipo y vivirlo de cerca queda señalado para toda la vida"

José Antonio Álvarez, antiguo párroco de la Basílica de Atocha

José Antonio Álvarez era el párroco y prior de la Basílica de Atocha. “Estábamos rezando los laudes de la mañana en la capilla y oímos plenamente las explosiones”, cuenta el sacerdote que refiere que, en ese momento, nadie sabía qué había pasado. “Teníamos la eucaristía a las ocho de la mañana. Fuí a mi habitación a dejar el libro de oraciones y por la radio escuché que había sido un atentado”, rememora. A partir de ahí, el día fue caótico.

“Me pidieron que intentara llegar a la estación pero fue imposible, en los primeros momentos aquello era muy difícil”

El Arzobispado se puso en contacto con la parroquia de Nuestra Señora de Atocha, que es la más cercana a la estación. “Me pidieron que intentara llegar a la estación pero fue imposible, en los primeros momentos aquello era muy difícil” ya que los cordones de seguridad de la policía no le dejaban acceder, explica. Para los frailes de esta congregación lo más duro fueron los días siguientes al atentado, cuando celebraron los funerales de algunas de las víctimas. “Venían sin saber, con una sensación de confusión y dolor tremenda. Nosotros les brindamos apoyo humano y cristiano pero las palabras se quedan cortas frente a un drama de este tipo y vivirlo de cerca queda señalado para toda la vida”, lamenta.

"En el manual del director no consta que te van a explotar unas bombas en la esquina"

Ismael Cuesta, exdirector del Colegio Virgen de Atocha

“Esto no se olvida fácilmente. En el manual del director no consta que una mañana te van a explotar unas bombas en la esquina”, asegura Ismael Cuesta que, por aquel entonces, dirigía el Colegio Virgen de Atocha. Recuerda que, como cada mañana, estaba en el hall recibiendo a alumnos y profesores antes del comienzo de las clases cuando estallaron los trenes. En ese momento empezaron a escuchar un incesante sonido de ambulancias y policías que se dirigían a la estación por la avenida Barcelona. Cuesta sintió miedo.

"Nos empezamos a preocupar porque teníamos en torno a 40 alumnos venían en esos trenes habitualmente"

“Nos empezamos a preocupar porque teníamos en torno a 40 alumnos venían en esos trenes habitualmente, intentábamos contactar telefónicamente con los que sabíamos que venían de la zona de Santa Eugenia”, detalla. Ante el riesgo de que explotase otra bomba, desalojaron el colegio e Ismael se quedó pasando lista y comprobando que alumnos y familiares estaban bien. “Alguien tenía que quedarse porque no sabíamos qué cosas más podían pasar o qué iban a necesitar de nosotros”, recalca.

"El 11-M cambió el concepto que teníamos de la seguridad"

Julio Llamazares, escritor

A Julio Llamazares tampoco se le olvida. “Me desperté y oí a mi mujer muy alarmada por lo que estaba escuchando en la radio. Puse la televisión y cuando vi la noticia enseguida pensé que esto no era cosa de ETA”, cuenta. Lo decía por una razón: “Era un atentado contra la población civil trabajadora. No había un objetivo. Se buscaban víctimas a toda costa y hacer el mayor daño posible”, apunta. Al poco tiempo salió el comunicado de ETA reafirmando su teoría.

"Hemos aprendido a vivir con el miedo de que cualquiera de nosotros puede ser una víctima"

En lo que tampoco se equivocó fue en lo que supuso algo así para la sociedad. “Quién más que menos tenía algún conocido que viajaba en ese tren. Hasta el 11-S y el 11-M todos dábamos por hecho que vivíamos en un país seguro, pero nos dimos cuenta de que la seguridad no estaba ahí para siempre, que se podía quebrar”, relata. Para él, el mundo cambió, “antes te subías a un avión y no te hacían controles, ahora eso es impensable. Hemos aprendido a vivir con el miedo de que cualquiera de nosotros puede ser una víctima”, sentencia.

"Salimos a la calle a decir no a la guerra y ese es el mejor gesto de paz"

Soledad Murillo, exsecretaria de Estado de Igualdad

Pasaron los meses y llegó un nuevo Gobierno encabezado por José Luis Rodríguez Zapatero. Con él, nuevas leyes. Entre ellas, la primera en regular la violencia de género que se aprobó en diciembre de ese mismo año. Una de las piezas claves en su elaboración fue Soledad Murillo, la primera persona en ostentar un cargo específico en materia de Igualdad. A ella el 11-M le llegó en su anterior vida, la de profesora en la Universidad de Salamanca. “Mis alumnos se asustaron mucho. Ese día se había convocado una huelga estudiantil y yo pensaba que era algo relacionado con eso”, cuenta.

"Cuando hay un problema tan devastador, ponerle palabras a lo que estás sintiendo es compartir el miedo"

A partir de ese momento vivió una jornada que nunca olvidará: “Pedí a otros profesores de la Universidad que dejaran de dar clase y habláramos de esto. Cuando hay un problema tan devastador, ponerle palabras a lo que estás sintiendo es compartir el miedo”. Sus alumnos tenían la misma edad que muchos de los fallecidos que habían cogido los trenes para, precisamente ir a clase, “se sentían diana de un atentado porque pensaban que les podría haber pasado a ellos si hubieran estado en Madrid”, relata.

Pero sin duda, lo que no borra de su mente es la oleada de solidaridad, “no fue algo que sucedió fuera de cada uno de nosotros. Salimos a la calle a decir no a la guerra y ese es el mejor gesto por la paz, formar parte de un proceso en el que vas a condenar activamente”, finaliza.

"Recuerdo la imagen de colaboración total de un país volcado"

Jennifer Pareja, exjugadora de waterpolo

La exjugadora de waterpolo Jennifer Pareja tenía 19 años, vivía en Barcelona y, como cada mañana, se levantaba temprano para ir a entrenar. Un año antes había ganado la medalla de bronce en el campeonato mundial junior y en aquel momento estaba enfocada en convertirse en jugadora olímpica. Antes de salir de casa vio en la televisión que “algo había pasado en Madrid, porque todavía ahí no se hablaba de atentado”. Reconoce que se quedó en shock, lo comentó con sus compañeras, pero no fue hasta volver del entrenamiento cuando “de golpe fui consciente de la magnitud de lo que estaba pasando”.

"De golpe fui consciente de la magnitud de lo que estaba pasando"

De ese día recuerda “imágenes de dolor” y de que, a pesar de la lejanía, le impactó mucho. Tiene en su mente grabada a “toda esa gente que se quedó ayudando, siendo posiblemente su primer impulso salir corriendo de ahí”.

Una imagen que describe como “de colaboración total de un país volcado con algo que había sido muy fuerte”. Durante bastante tiempo la waterpolista admite que sentía miedo cuando viajaba en tren para ir a las competiciones. “Me venía la imagen a la cabeza de que eso había pasado en un tren y pasé muchos años intentando quitarme ese malestar, me afectó en ese sentido”, explica.

Textos: Marta Alberca y Cristina Andrade del Alcázar
Fotografía: José Luis Roca, Alba Vigaray y agencias
Formato: Nacho García del Álamo