Espectacular éxito

¿Qué tiene La Calòrica para agotar entradas antes de levantar el telón?

La compañía estrena en el Lliure de Gràcia 'Le congrès ne marche pas' una crítica a la hegemonía capitalista ambientada en el Congreso de Viena de 1815

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Le congrès ne marche pas

Le congrès ne marche pas / SÍLVIA POCH

Marta Cervera

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La Calòrica, una compañía creada hace menos de 15 años y convertida en un fenómeno, estrena este miércoles 'Le congrès ne marche pas'. Se trata de una comedia política incisiva ambientada en el primer congreso internacional que se celebró en Viena en 1815 para asentar el poder del Antiguo Régimen tras la derrota de Napoleón. La mitad del espectáculo es en catalán, el resto en varios idiomas, principalmente en francés. Recomiendan llevar gafas porque habrá subtítulos. Pero no queda ni una entrada disponible en el Lliure de Gràcia para las cinco semanas que estarán en cartel. Quienes quieran verlos, que aprovechen la gira que harán por Catalunya o esperen a verlos el próximo otoño en el Centro Dramático de Madrid, coproductor del espectáculo junto al Lliure.

¿Qué tiene La Calòrica para gustar tanto? La originalidad en la manera de plantear los temas es uno de sus sellos. No se repiten, arriesgan y sorprenden. Cada obra supone un nuevo invento y reto no solo para el público, también para la propia compañía. En sus inicios viajaron a los orígenes de la España política con el matrimonio de Fernando e Isabel con 'Feísima enfermedad y muy triste muerte de la reina Isabel I'. Le dieron un repaso al capitalismo y al eslogan "hazte empresario" con 'Fairfly'. La democracia fue objeto de revisión y burla en 'Els ocells', una nada ortodoxa adaptación de la comedia de Aristófanes. Y llevaron el cambio climático a escena con 'De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda'. Cada espectáculo tiene una estética diferente.

Frescura. Aunque el núcleo duro lo forman los actores Xavi Francés, Aitor Galisteo-Rocher, Esther López, Marc Rius, Júlia Truyol con el autor Joan Yago y del director Israel Solà, la compañía desde sus inicios ha tenido claro que era beneficioso para todos participar en proyectos ajenos. Solà, por ejemplo, ha dirigido 'Austràlia' -que abrirá el Espai Texas- y Yago ha estrenado en Madrid 'Breve historia del ferrocarril español' y 'Tot el que passarà a partir d'ara', este último también en el Lliure de Gràcia. Los actores también han participado en diversos proyectos por su cuenta. Todo lo aprendido fuera de La Calòrica enriquece el trabajo con la compañía que desde hace algún tiempo han empezado también a trabajar con otros intérpretes. Mònica López se convirtió en una 'calórica' más en 'De què parlem....' con la que consiguió el Max a mejor actriz en 2022. En 'Le congrès no marche pas' se han sumado a la 'troupe' la veterana Roser Batalla y los jóvenes Joan Esteve, Carles Roig y Tamara Ndong.

Originalidad. La Calòrica busca nuevos recursos estéticos y dramatúrgicos en cada obra. En 'Le congrès ne marche pas' se cruzan el teatro y el documental histórico. La obra alterna escenas históricas recreadas con una voz en 'off' en catalán y otras donde se escucha a los protagonistas del Congreso, que se hizo famoso no solo por lo que allí se decidió sino por las juergas y fiestas que se celebraron durante los nueve meses que duró. "Resulta estimulante utilizar este nuevo lenguaje que nos permitía tener un punto de distanciamiento, de comicidad y de plasticidad", ha señalado Solà. "Queremos que llegue como un documento histórico real, de ahí que se hable francés, sobre todo, pero también alemán, ruso, inglés, castellano y catalán". Constantemente ocurren cosas en escena, hay muchas microacciones. "Ha sido un proceso complicado pero muy divertido y creativo". En este montaje, el espacio sonoro y la música (Guillem Rodríguez y David Solans) es clave para trasladar al espectador a otra época, más allá del vestuario y la escenografía.

Le congrès ne marche pas

Un momento de 'Le congrès ne marche pas'. / SÍLVIA POCH

Teatro popular. A La Calòrica le gusta poner el dedo en la llaga como antes hicieron Santiago Rusiñol, Joglars y Dagoll Dagom. Su humor puede ser sutil o grotesco pero siempre es certero. Sus espectáculos enganchan, sorprenden y días después uno sigue acordándose de detalles, de frases y de los debates que plantean sus creaciones, llenas de ironía y metáforas. 'Le congrès ne marche pas' es como una torre de babel donde cada personaje habla su propio idioma. El francés era en aquella época la lengua de la diplomacia y los intérpretes han tenido que hacer un curso acelerado para aprender a entonar bien, una complicación más que puede resultar muy cómica si, además, hay malentendidos idiomáticos.

Buena factura. Tanto Israel Solà, el director, como Joan Yago, el autor, son muy escrupulosos con su trabajo. Solà tiene fama de exigente. No le importa pedir una y otra vez que se repita una escena hasta que sale como tiene planeado. Pero le gusta contar con las ideas de todo el equipo y con asesores externos. Esta vez ha contado con Vero Cendoya en coreografía y movimiento -en esta nueva pieza hay bailes y hasta una canción- y con Bibiana Puigdefàbregas en escenografía. Albert Pascual vuelve a encargarse del vestuario, que en esta ocasión es de época.

Travestismo. No es extraño que alguno de sus intérpretes cambie de sexo para dar una vuelta de tuerca a la obra. Es marca de la casa. En 'Le congrès ne marche pas' Júlia Truyol encarna al Primer Ministro de Austria, Klemens von Metternich. El resto de personajes son el ministro de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña Lord Robert Castleagh (Marc Rius), su esposa Lady Emily (Roser Batalla), el enviado especial de España Pedro Gómez (Xavier Francés) que no se entera de nada porque no habla francés y el zar Alexandre I (Aitor Galisteo-Rocher). Un muñeco encarna al rey de Prusia Federico Guillermo III. Caterina, la Princesa de Bagration (Esther López), una mujer con muchos contactos con hombres poderosos, Barbara von Krüdener (Tamara Ndong), una mística religiosa, y un camarero (Joan Esteve) que representa el pueblo, completan un reparto donde aparecen también otros personajes.  

Trabajo en equipo. Se conocen desde hace casi 15 años, algo que facilita el juego entre los miembros de La Calòrica. La confianza entre ellos hace que experimenten sin manías en la sala de ensayos, prueben y arriesguen. Al final, evidentemente, toca pulir, afinar y definir, pero el proceso está muy vivo hasta casi el final. Se inspiran en aquello que les rodea y son curiosos. El origen de su nueva obra nace de la lectua por parte de Xavi Francés de 'Capitalismo y democracia', de Josep Fontana, un texto que de cómico no tiene nada.

Ambición. La Calòrica ha llegado muy alto a base de mucho trabajo y tesón. Pero aspiran a más. No les basta con llenar teatros en Catalunya y haber girado por España sus obras. Tras ofrecer en Italia 'Els ocells', quieren potenciar su presencia en el extranjero. Sus textos ya se han traducido y representado en numerosos países, pero su sueño es exportar su arte. "La Calòrica quiere proyectarse al exterior porque el teatro catalán debería verse fuera. Nosotros o cualquier otra compañía catalana debería poder salir más allá de la frontera para exhibir su trabajo, como hacen las compañías de danza o teatro más performático", ha destacado Solà. "Pero para eso hacen falta ayudas".

Una metáfora del mundo actual

El Congreso de Viena fue el primer evento internacional organizado por los poderosos del siglo XIX para mantener la hegemonía de un sistema caduco y establecer una respuesta conjunta en caso de una nueva revolución. Tenía que durar unos días, pero acabó convirtiéndose en una gran festín. Todo eso da mucho juego a la compañía, que establece un paralelismo entre un régimen político agotado y un sistema económico capitalista que se resiste a desaparecer pese al desastre climático. "Cuando empezamos con 'Le congrès ne marche pas' nos sabíamos de qué queríamos hablar pero nos pareció interesante hablar de un régimen que se celebra a sí mismo cuando en realidad ya estaba tocado de muerte", ha destacado Yago. "El ingrediente político y desastroso, tan fértiles para la comedia, nos hizo ver que había una obra de La Calórica". Su intención no es dar una clase de historia sino hablar de nuestra sociedad. El paralelismo es claro para él: "El capitalismo ha llegado al límite, pero en lugar de combatirlo y buscar alternativas, seguimos como si nada y construimos una autopista o ampliamos un aeropuerto ajenos a la necesidad de hacer algo para asegurar nuestra existencia". El tema de fondo hace 200 años y ahora es el mismo: "¿Por qué no somos capaces de imaginar una alternativa al sistema en el que vivimos?". En este nuevo trabajo, como en los anteriores, no dan respuestas pero sí algunas ideas y apunta una hipótesis: la resistencia de clase. "La clase privilegiada siempre actúa, voluntariamente o no, como clase opresora para que nada cambie. Quienes acuden al Congreso de Viena no tienen ningún interés en cambiar el mundo, igual que muchos poderosos o financieros de hoy porque el cambio atenta contra sus privilegios".