Despedida de los escenarios

Un Serrat colosal en el inicio de su cuenta atrás

Jordi Bianciotto

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Y llegó la noche marcada en rojo en el calendario, la primera de las tres con las que Joan Manuel Serrat ha decidido que se apeará de los escenarios (que no del oficio, o ‘vicio’, de escribir canciones: así lo ha subrayado). Recital cargado de estímulos y memorias, arriba y debajo de las tablas, el de este martes, abriendo la cuenta atrás del fundido con un repertorio ganador desde antes de que apagaran las luces del Palau Sant Jordi, y que arrancó llevándonos de la mano hasta el pasado lejano a través de la crónica sentimental de ‘Temps era temps’.

Serrat apareció en escena luciendo una franca sonrisa, con 20 minutos de demora, colándose por el teatral telón de terciopelo rojo, y llevándonos de la mano a aquella Barcelona de la posguerra, la de “Una, grande y libre / Metro Goldwyn Mayer / Lo toma o lo deja / Gomas y lavajes”. Espectros conjurados por el trovador con buen humor desde el principio, como viene siendo costumbre. “Roda al món i torna al Born”, saludó antes de citar al clásico. “Com va dir Tarradellas, ja soc aquí”.  

Sin lloros ni nostalgia

Había vuelto a Barcelona, su ciudad, para despedirse de nosotros “en persona, com correspon”, y con alegría, añadió, porque es así como ha transcurrido siempre su vida en la música. Por ello, pidió evitar “qualsevol temptació de caure en la nostàlgia i la melangia”.

La noche no debía ser de bajón, sino de fiesta, aunque el peso emocional del repertorio se las traía: ahí estuvo ‘Cançó de bressol’, reflejo de la nana que le cantaba su madre, la señora Ángeles Teresa. Y siguiendo el hilo que nos llevaba hasta Belchite, ‘El carrusel del Furo’, homenaje al abuelo Manuel, a quien nunca conoció porque los ‘nacionales’ se interpusieron en su camino. Este tema trajo otra clase de recuerdos, los del Serrat proscrito por el franquismo (dadas sus críticas a los últimos fusilamientos del régimen cuando se encontraba en México), en tiempos del álbum ‘Para piel de manzana’.

Materiales sensibles

Ambiente de concentración y un respetuoso silencio en el Sant Jordi (15.100 personas, según la promotora The Project). La procesión iría por dentro entre un público en el que se adivinaban complicidades labradas a lo largo de muchos años, quizá toda una vida. Cada canción significaría algo especial para uno u otro asistente, o para todos. Ese conjuro contra la Ley de Murphy llamado ‘Seria fantàstic’, la determinación juvenil de ‘Me’n vaig a peu’ (Serrat, acompañándose aquí de la guitarra) y el desconsuelo de ‘No hago otra cosa que pensar en ti’. Y la enmienda a los políticos canallescos en ‘Algo personal’ (y la canción es de 1983).

Arropando a Serrat, el grupo de siete músicos, con puntos de anclaje en el piano de Ricard Miralles y los teclados electrónicos de Josep Mas ‘Kitflus’, y “la meravellosa presencia” de Úrsula Amargós, hija de Joan Albert Amargós, que aportó nuevos perfiles con su violín (y dio la réplica al cantautor, supliendo a Noa, en ‘Es caprichoso el azar’). El tono se puso más solemne con ‘Pare’, queja de la acción humana en el medio ambiente cursada hace casi 50 años, hizo notar (aunque hoy “de quasi tot fa 50 anys”, bromeó). El cambio climático es, añadió, “el problema més greu que tenim com a especie”.

Canciones canónicas

Más goteo inmisericorde de trofeos, sin piedad: ‘Cançó de matinada’, piedra angular del primer canon ‘serratiano’, y la mano tendida a Miguel Hernández con ‘Las nanas de la cebolla’, que el poeta escribió en la cárcel (música esta del “amic i company” Alberto Cortez), y un ‘Para la libertad’ que hizo exaltarse visiblemente al Sant Jordi por primera vez. Y gestos de complicidad al ‘cap i casal’ no practicados en otras noches de la gira: ‘El meu carrer’, con el imaginario del Poble Sec que lo vio crecer, y la carta de amor de ’Barcelona i jo’.

Otra perla rescatada para la ocasión fue ‘La tieta’, con Serrat cerrando los ojos mientras recorría esas estrofas deslizadas entre aquellas frías sábanas en “els llargs vespres d’hivern”. Y fue ‘Mediterráneo’ el tema que, por fin, hizo alzarse al público de sus asientos con un aplauso prolongado y salpicado por peticiones de canciones. Quedaban cartas en la chistera. ‘Plany al mar’ prolongó la mirada al Mare Nostrum, ahora dañado por el plástico, los residuos y el naufragio de tantas vidas que trataron de abrirse paso desde el sur. Parlamento grave: “El mar es como un sarcófago”.

“Nunca perseguí la gloria / ni dejar en la memoria / de los hombres mi canción…”, entonó vía Machado en ‘Cantares’, la pieza que cerró el cuerpo central del repertorio, con la audiencia compartiendo la letra, camino a unos bises en los que Serrat dosificó estados de ánimo. Citó su introspectivo último álbum en catalán, ‘Mô’ (2006) con ‘Cremant núvols’ y lo casó con ‘Paraules d’amor’ (más canto compartido) y la siempre arrolladora ‘Fiesta’. “És inevitable que tot el que comença s’hagi d’acabar”, concluyó. Pero a este final todavía le quedan dos actos.

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