LA JORNADA DE LIGA

Campeón a la vista

Alves, Busquets y Messi felicitan a Pedro por su gol de chilena a la Real Sociedad.

Alves, Busquets y Messi felicitan a Pedro por su gol de chilena a la Real Sociedad. / periodico

DAVID TORRAS / BARCELONA

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El Barça puede sentirse campeón y este sábado por la noche empezó a escucharse el sonido de la gloria que viene. Petardos y cohetes por la ciudad, en el preámbulo de una celebración inevitable que ya solo es cuestión de tiempo. Una semana o dos si la huelga quiere. Una espera obligada para hacer realidad un título casi virtual que ya está a un solo paso. El Madrid le dejó anoche en bandeja la Liga, atormentado por el Valencia (2-2), un Alves inmenso, los postes y el penalti desperdiciado por Cristiano, el segundo en menos de un mes, para desgracia de quienes se esfuerzan en ponerle por encima de Messi. Es el peligro de hablar más de la cuenta y nombrar a Leo en vano.

Guiños del destino, el Barça pareció perder la Liga ante la Real una vuelta atrás y este sábado prácticamente la ganó ante el responsable de aquel tsunami. En el peor de los casos, solo necesita sumar tres puntos ante Atlético o Deportivo para conquistar una Liga que ya acaricia. Las cuentas de la lechera blanca se rompieron estrepitosamente. El Bernabéu se quedó muy cerca de esa épica que tanto le gusta y a la que volverá a apelar el miércoles ante la Juventus. Del 0-2 pasó al 2-2 en una de sus embestidas, pero no le dio para más cuando más convencido estaba de conseguirlo. Así que el desencanto fue tremendo, y es fácil imaginar el miedo a que se repita en la Champions tras el 2-1 de la ida por más que invoquen al espíritu de Juanito.

DE ANOETA AL CIELO

La noche se cobró una víctima, Kroos, el reflejo de lo mucho que Ancelotti ha exprimido a los titulares, y que se une a la baja de Modric. Enfrente, en cambio, la noticia es al revés. Pogba reapareció este sábado y se hizo ver con un gol. Un temor más. El Valencia retrató a un equipo inestable, que pagó la mala suerte pero también graves errores defensivos. Para no perder la costumbre, el Bernabéu señaló con pitos a Casillas, para quien no hay perdón pare o no pare.

En el Camp Nou, la vida es mucho más fácil, aunque este sábado tuvo que pelear para sonreír. La Real abrió la gran crisis azulgrana, que se llevó por delante a Zubizarreta sin que todavía hoy se sepa muy bien porqué (Bartomeu todavía no le ha dado explicaciones) e hizo que el presidente convocara elecciones contra su voluntad obligado por sus vicepresidentes. Y la Real provocó que el Camp Nou se removiera inquieto durante un buen rato, temiendo que precisamente todo el efecto que desencadenó aquella tormenta se viniera abajo con un episodio similar a las Ligas perdidas con Rijkaard o hace un año con Tata. Ante la Real, hubo rotaciones pero seguro que Luis Enrique no tuvo ni la tentación de reservar a según quién. Ni Messi, ni Neymar ni Suárez, intocables de principio a fin, símbolos del cambio de orden que supuso el alboroto de Anoeta.

DERROTA DEL BAYERN

Ya nada es igual. El equipo va como un tiro, embalado hacia el triplete, con un aire invencible que ayer le llevó a flirtear durante demasiado rato con cierto exceso de confianza, bajo esa sensación de que no hay nada que temer porque ganar solo es cuestión de tiempo. Pero en el ambiente se respiraba un punto de ansiedad, una impaciencia que fue in crescendo. Todo el mundo miraba a Messi, esperando que en cualquier momento arrancara como hizo ante el Bayern y acabara con la incertidumbre. Pero nada.

Hasta que apareció Neymar y, después cuando nadie estaba del todo tranquilo, emergió una figura olvidada, una pieza enterrada por el tridente pero que se merece todos los respetos: Pedro. No con un gol como los que marcaba en todas las finales. Pero esa espectacular chilena tuvo el valor de cerrar uno de esos partidos que no están cerrados y que acaban costando caro. Claro que entonces costaba imaginar que en el Bernabéu pasara lo que pasó.

Y si el rival en la Liga perdió el paso, el de la Champions anda peor. El Bayern volvió a caer (cuarta derrota consecutiva) y, por más que la Bundesliga sea suya desde hace semanas, el golpe del Camp Nou ha dejado huella. Guardiola se resiste a tirar la toalla y todos anuncian que van a pelear, pero el Barça parece tocado por una varita mágica, inalcanzable para los demás. Le quedan cuatro o cinco partidos. Si gana tres (ante el Bayern puede hacer valer el 3-0) se llevará el triplete.