Opinión | Error del sistema

Emma Riverola

Emma Riverola

Escritora

Prostitución y exhibicionismo moral

La prostitución existe, en todos los países, y ninguno ha encontrado la fórmula mágica para eliminarla

Marchas del 8M en Madrid

Marchas del 8M en Madrid / Daniel González

Antes de querer salvar a alguien, antes de arrebatarle un chusco de pan seco de las manos, de tirar a la basura las ropas raídas o de enviar al vertedero esa silla renqueante, es necesario tener algo mejor que ofrecerle. Porque ni ese pan es un buen alimento ni esas ropas abrigan ni esa silla es cómoda, pero es peor no tener ni pan ni ropa ni silla

Ninguna niña sueña con ejercer la prostitución. Son muchas las secuelas que deja el trabajo sexual, desde la exposición a la violencia y a las enfermedades, hasta el desgaste psicológico de enfrentarse a situaciones peligrosas. El miedo y el estigma se queda pegado a la piel. Pero la prostitución existe, en todos los países, y ninguno ha encontrado la fórmula mágica para eliminarla. El abolicionismo, sin un estado de bienestar fuerte que genere alternativas, retira a las mujeres a lugares menos visibles, más desprotegidos. La legalización tampoco ha logrado frenar la trata. 

Sorprende que, en un asunto tan y tan complejo, proliferen las voces interesadas en reducir el debate a cuatro lemas y un puñado de exabruptos. El lenguaje taxativo y displicente funciona bien en el mundo de la opinión publicada, pero sirve de bien poco a las personas que ejercen la prostitución. 

‘Prostitución, violencia y migraciones femeninas en España’ es un interesante estudio publicado en 2023 por las profesoras Carmen Meneses y Olaya García, de la Universidad Pontificia Comillas. Profundizaron en la cuestión durante tres años y entrevistaron a 41 mujeres que ejercen la prostitución. Algunos apuntes de su conclusión: “Las mujeres en situación administrativa irregular, con cargas familiares, racializadas o con desconocimiento del idioma tienen más fuentes de agresión o abuso”. “Estas fuentes de violencia y opresión proceden principalmente de los clientes, de la policía, de los grupos incontrolados, de sus parejas, de las personas encargadas de los establecimientos y de los proxenetas”. “A nivel macrosocial, estas mujeres se enfrentan a diversas formas de violencia relacionadas con el sistema patriarcal y la violencia institucional a través de las leyes migratorias españolas, entre otras”. “Las actitudes, percepciones y valoración de la prostitución/trabajo sexual negativas y criminalizadoras conllevan una mayor estigmatización y violencia hacia ellas”. 

Estamos, pues, hablando de migrantes arrojadas a un limbo administrativo, de miseria, de marginalidad. También de mujeres con nacionalidad española que no encuentran un modo mejor de subsistir. ¿Por qué no nos centramos en las causas de la prostitución? Sin duda, es un debate más arduo y menos cómodo. No permite el exhibicionismo moral. Pero sin esa pátina de moralina, quizá la discusión se centraría más en ayudar a las mujeres que ejercen la prostitución. Si no hablamos de alternativas laborales, de acceso a la vivienda o de la ley de extranjería, si no destinamos un presupuesto y unos plazos de tiempo, ¿no será que simplemente queremos un lavadero de malas conciencias? Quitarle el pan duro de la boca no salva al hambriento. 

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