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La Nakba palestina continúa con el actual éxodo de Gaza

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Campo de refugiados palestinos en la localidad de Jan Yunis, al sur de Gaza.

Campo de refugiados palestinos en la localidad de Jan Yunis, al sur de Gaza. / HAITHAM IMAD / EFE

Andrea López-Tomàs

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"He evacuado mi casa... La he dejado...", anunciaba Aseel, ya lejos de su oriunda ciudad de Gaza. "Por favor, reza por mí y por mi familia", decía esta joven periodista palestina hace dos semanas, cuando Israel pidió a los ciudadanos del norte de la Franja que dejarán sus casas para moverse hacia el sur. La suya es la historia de casi un millón y medio de personas en el enclave. Se han ido, han sido forzadas a marcharse, a dejar todo aquello que conocían atrás sin ninguna garantía para el retorno. Muchas de sus casas, unas 41.120, han sido completamente destruidas. Sus hogares han dejado de existir, mientras ellos se instalan en tiendas de campaña sobre territorios vacíos. Las instantáneas recuerdan a los trágicos días de la Nakba, la "catástrofe" que en 1948 obligó a 750.000 palestinos a dejar sus casas por la violencia de las milicias judías que culminó en la creación del Estado de Israel. 

Aunque han pasado 75 años desde aquella expulsión, para Maha Abdallah, la Nakba nunca se ha detenido. "No podemos hablar de uno o varios episodios puntuales en nuestra historia como palestinos, sino que son una sucesión de episodios que ocurren de forma continua", explica esta abogada experta en derechos humanos, ahora afincada en Bruselas. "La Nakba continúa, es difícil, casi imposible, separar entre pasado y presente", afirma mientras prepara el retorno a su Jerusalén natal para estar con los suyos en estos momentos trágicos. Los más jóvenes han dejado de hablar de la Nakba en singular, y le han añadido un adjetivo. Desde finales de los años 90, la llaman Nakba al mustamirra, que significa la "catástrofe en curso".

"Es una Nakba en curso porque el desplazamiento, el despojo y la violencia hacia los palestinos ha continuado y ha escalado en algunos momentos de la historia", señala Abdallah a este diario, deteniéndose en la catástrofe actual que sufre Gaza. "Pero, cuando no hay escaladas, no se le presta atención a este fenómeno en curso, ya que se han normalizado las agresiones a los palestinos: la expulsión de sus casas en Jerusalén Este, las restricciones de movimientos, el castigo colectivo a toda la población civil...", afirma, mientras sigue enumerando condenas impuestas por Israel a los palestinos en un discurso continuo. Los ataques hacia este pueblo se eternizan en un etcétera infinito.

75 años

Mientras los palestinos del mundo entero lamentaban el 75º aniversario de su mayor catástrofe, la guerra contra Gaza les ha devuelto a aquellos días. Generaciones enteras desde todos los rincones del globo donde hay sangre palestina han transmitido el recuerdo colectivo del desarraigo de 1948. Por eso, algunas voces hoy alertan de que el pueblo palestino está sufriendo su segunda Nakba. Sin un lugar seguro donde refugiarse, muchas de las familias que han abandonado el norte de la Franja se han instalado en tiendas sujetas por unos cuantos palos, varios metros de tela y cuerdas. Una instantánea que, al teñirla de blanco y negro, parece un calco de lo que vivieron sus antepasados. A ellos les prometieron que podrían volver, pero, 75 años después, siguen sin poder hacerlo.

Diana, madre de un pequeño de dos años, ha decidido documentar su éxodo y su retorno. "Ahora, estamos volviendo al norte de Wadi Gaza después de haber sentido el peligro en el sur", relata en un vídeo desde el coche que ha querido compartir con EL PERIÓDICO. "Las fuerzas de ocupación sionistas nos amenazaron para que nos fuéramos allí pero, aún así, siguen bombardeando por todas partes, lo que significa que no hay lugares seguros", cuenta en movimiento. A su paso, recoge instantáneas de la destrucción del paisaje y la desesperación de la gente. "Esta es una de las situaciones más difíciles que he visto en mi vida", reconoce.

Eternos refugiados

Los últimos datos indican que unas 1.350.000 personas han sido desplazadas de sus casas. Aunque la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés) estima que unas 600.000 personas habían atravesado el valle de Gaza, muchas de ellas están decidiendo volver. Además, este no es el primer éxodo que sufren estas familias. Entre un 70% y un 80% de los 2,3 millones de habitantes de la Franja son refugiados o descendientes de refugiados que vivieron la Nakba, la expulsión de sus casas en el sur de la Palestina histórica. Después de cuatro guerras desde la retirada israelí en 2005 con enormes niveles de destrucción en cada una de ellas, también han tenido que construirse nuevos hogares en los tiempos más recientes.

Pero lo que está pasando ahora en Gaza, donde los muertos ya superan los 7.300 y hay casi 20.000 heridos, según el balance del Ministerio de Sanidad del enclave, es una "extensión de la Nakba en curso preservando al mismo tiempo la singularidad de los horrores que estamos presenciando", describe Abdallah. "Nunca han estado más claras que en este momento las intenciones de Israel hacia los palestinos y los actores involucrados que lo ayudan, pero, como han pasado tantas cosas a lo largo de nuestra historia, el mundo no debe olvidar que esto es una continua agresión israelí contra los palestinos", añade. "La destrucción y eliminación de Gaza no puede separarse de la destrucción y eliminación del pueblo palestino en un sentido más amplio e histórico", concluye la abogada palestina. 

Las voces desde Gaza se van apagando. Las que han sobrevivido están sobrepasadas por el cansancio de tres semanas de bombardeos continuos, de bombas que no se detienen, como la Nakba. "Ya no estoy segura de que vayamos a vivir más", confesaba Aseel. "Vivimos de muerte en muerte, de bombardeo en bombardeo; lo que siento es miedo, mucho miedo", decía pero, aún así, no deja de grabar. Su testimonio es una prueba más del castigo de desposesión y desarraigo inherente a su existencia. Bajo las bombas hoy en Gaza, intenta sobrevivir un pueblo condenado a ser el eterno refugiado sin refugio seguro.

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