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Adolescentes: cómo convivir con ellos sin odiarles

  • Cuando tu hijo cumple 13, 14 o 15 años es inevitable que el conflicto se instale en casa, pero las madres y los padres deben tener herramientas para no tirar la toalla y saber combinar amor con autoridad

Un adolescente, en la cama y mirando el móvil, en su casa de Madrid.

Un adolescente, en la cama y mirando el móvil, en su casa de Madrid. / DAVID CASTRO

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Olga Pereda
Olga Pereda

Periodista

Especialista en educación y crianza.

Escribe desde Madrid

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Si tu hijo todavía es pequeño, tenemos dos noticias. Una buena y otra mala. La mala es que en torno a los 10 u 11 años se termina la infancia y comienza la preadolescencia, el primer paso hacia la adolescencia, la etapa “más compleja de la vida humana” en la que tu hijo de 13, 14, 15 o 16 años se transformará en otro ser y el conflicto continuo se instalará en casa. La buena noticia es que la adolescencia se termina. Será entonces cuando tu vástago querrá estar otra vez contigo y hasta volverá a decir ‘te quiero’.

Licenciado en Medicina y Cirugía y especializado en terapia familiar y de pareja, Antonio Ríos acaba de publicar '¡La adolescencia se termina!' (Plataforma actual), sugerente ensayo sobre cómo implantar en casa una buena y sana convivencia con chavales y chavalas que te miran con distancia, ponen pegas a todo, cuestionan tu autoridad, te retan y no salen de su desordenada habitación. Bienvenido a la trinchera.

La adolescencia es, tal vez, la etapa en la que tus hijos más te necesitan… “de otro modo”. Primera regla para los sufridos y despistados padres y madres: estáte a su lado, pero que no se note mucho. “Es fundamental favorecer su independencia. Deben tener su propio espacio físico (su cuarto) y también emocional. No hay que insistirles mucho, ni presionarles. No queramos que nos cuenten todo de inmediato”, explica.

La palabra clave es acompañamiento. Tu labor principal es la de acompañar a tu hijo. También te convertirás en un experto en negociación. Todo se puede negociar, pero si no quieres bajo ningún concepto que haga algo -por ejemplo, que se ponga un piercing o un tatuaje- no se negocia. No se lo hace y punto. “Ahí necesitan tu firmeza”, recuerda el autor.

Vida social

Un adolescente quiere muchas cosas en la vida. Pero una por encima de todo: estar con sus amigos. La vida social para ellos es vital. Les genera oxitocina en su cerebro. Así nos lo comentó hace tiempo en estas mismas páginas David Bueno, doctor en Biología, profesor e investigador de Genética Biomédica, Evolutiva y del Desarrollo en la Universitat de Barcelona, especialista en neuroeducación y autor del revelador ensayo 'El cerebro del adolescente'.

“Tienen que dejar atrás su infancia para construir la base de su sociedad de adultos, y esta la construyen con sus iguales, no con nosotros, sus padres. No estamos al mismo nivel. "Preocúpate si tu hijo adolescente quiere pasar más tiempo contigo que con sus amigos", nos comentaba el profesor Bueno. El doctor Ríos añade que los adolescentes tienen la necesidad constante de estar con su pandilla. “Son su fuente de seguridad. Ya no sois vosotros, su padre y su padre”, explica. 

Un adolescente vive en su mundo: su cuerpo, sus amigos.. y su móvil. “Están ensimismados y se convierten en seres egocéntricos. Ten paciencia”, recomienda el médico, que alerta sobre una posible bajada de su rendimiento académico, algo que no ocurre en todos los casos. El divulgador añade que no es un un fracaso ni una pérdida de capacidades y aptitudes. Es, simplemente, un desinterés por los estudios.

“No entres en el cuerpo a cuerpo. Selecciona bien los motivos por los que vale la pena entrar en conflicto, no lo compares con nadie, no tires la toalla, negocia mucho y mantente firme”

Antonio Ríos, médico y autor de '¡La adolescencia se termina!'

La necesidad de afirmar su yo (el adolescente vive y sufre un proceso en búsqueda de descubrir quién es) hará que te desafíe todo el rato. El doctor Ríos ofrece un puñado de consejos: “No entres en el cuerpo a cuerpo. Selecciona bien los motivos o temas por los que vale la pena entrar en conflicto, no lo compares con nadie ni con nada y mucho menos con tu adolescencia, no tires la toalla, negocia mucho y, si hay cosas innegociables, no aceptes chantajes y mantente firme”.

Le incomoda tu presencia

Después de pasarte años yendo a todos los festivales escolares para aplaudir en primera fila y que tu hijo se sienta orgulloso de la madre que tiene llegará un momento en el que tu presencia le incomode. Calma. Imagina un partido de baloncesto, al que tú acudes de público. Él pondrá cara de asco pero, en el fondo, está pensando “a mi madre le importo”, desvela el autor de '¡La adolescencia se termina!' Si tu hijo corre a tu encuentro, genial. Si no, no acudas tú a él. Dile que te vas y ya está. Lo importante es que has estado a su lado.

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Desde su experiencia clínica, Ríos asegura que la educación es una combinación de dos parámetros, amor y autoridad. Para dar amor tienes que sonreír a tu hijo, sentirte orgulloso de él y validarle. Para inspirar autoridad tienes que negociar los límites, educar en la austeridad y la frustración, supervisar su rendimiento escolar y potenciar su inteligencia. 

En una época donde la hiperpaternidad está a la orden del día, Ríos alerta de que “otorgar, conceder, premiar, permitir, financiar y comprar sin límites creyendo que así tu hijo va a ser más feliz y te querrá más es un tremendo error educativo”. No caigamos en él.

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