Gentrificación por orden judicial

Calle de Tarragona, 84: vecinos "secuestrados en casa" por ascensores averiados y 31 pisos turísticos

Un juez fuerza a Barcelona a autorizar 120 pisos turísticos en un mismo bloque

'Bella ciao' en Tarragona 84: llegan los primeros turistas

Vestíbulo de Tarragona, 84, 12 pisos y sin ascensor.

Vestíbulo de Tarragona, 84, 12 pisos y sin ascensor. / Jordi Otix

Carles Cols

Carles Cols

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Han pasado ocho meses desde que llegaron los primeros turistas al gigante bloque de pisos residenciales del 84 de la calle de Tarragona. Fue noticia en abril de 2023 porque se supo entonces que la empresa propietaria de la finca había conseguido, tras una sentencia judicial favorable, que le fueran concedidas 120 licencias de apartamento turístico para los 120 pisos del inmueble, la práctica totalidad de ellos habitados por vecinos del barrio. Pasados ocho meses, los Mossos d’Esquadra han tenido que entrar en la finca como mínimo dos veces y los ascensores, entre obras y exceso de peso por las maletas, han sufrido varias averías. Esta semana, ninguno de los dos ascensores de la escalera C funciona. A pie, son 12 pisos de altura. “Estamos secuestrados en nuestra propia casa”, denuncia Enrique, uno de los vecinos afectados.

Fue el pasado 22 de diciembre, hacia las siete de la tarde, cuando un atronador ruido asustó a los vecinos de la C. Por uno de los dos ascensores de esa escalera, media hora antes acababa de subir hasta el piso 11 una joven que hace manicuras a domicilio. Llamó asustada a la puerta. La cabina, al subir, hacía un ruido muy inquietante. Se lo comentó a Enrique y a su pareja. Cuando terminó el trabajo, se fue, pero prefirió bajar a pie. Poco después, ¡bum!, el contrapeso del ascensor cayó a plomo. Todos se asomaron a ver qué había sucedido. Acababan de perder un ascensor. Aún no ha sido reparado.

En Nochevieja se averió el otro. Antes, cuando aquello era una comunidad de vecinos (para entendernos) de las de antes, se llamaba al administrador y más pronto que tarde se resolvía lo que fuera. Ahora solo responde por ‘whastapp’, con mensaje cortos y cortantes y, llegado el caso, hasta regaña a los administrados. Preocupados por quedarse sin ascensor, fuera Nochevieja u otro día, tanto da, se lo hicieron saber a los vigilantes que la empresa propietaria tiene contratados los fines de semana, cuando no hay servicio de portería. Se les recriminó que lo hicieran. Su trabajo es vigilar, una función de límites difusos.

Turistas en el acceso a la finca, un postal cotidiana.

Turistas en el acceso a la finca, un postal cotidiana. / Jordi Otix

Las averías en los ascensores forman parte del abecé de casi cualquier finca en la que hay apartamentos turísticos. Que el ascensor tenga una capacidad máxima de, por ejemplo, cuatro personas, no evita que los visitantes se monten en ellos con cuatro maletas gigantes. Vamos, el peso de seis o más personas en su conjunto.

En Tarragona 84 conocen esa derivada desde abril de 2023. Primero fueron las obras en los pisos que la empresa logró vaciar porque se habían extinguido los contratos de arrendamiento. Después, en mayo, llegaron los turistas. Cuando comenzaron las averías en los elevadores, los vecinos de los pisos más altos pidieron permiso para subir al terrado y acceder desde ahí a los ascensores de las escaleras contiguas. Con el tiempo, no se les ha permitido esa solución.

La guinda, porque en casos como este siempre la hay, es la pegatina oficial de la Generalitat que hay en uno de los ascensores. Se puso ahí a raíz de una inspección realizada el pasado 16 de junio. “Resultado de la inspección: desfavorable con defectos pendientes de corregir”. El cartel da un plazo de seis meses para enmendar las deficiencias (ya se han cumplido) porque pasado ese tiempo el ascensor debe quedar fuera de servicio.

Un operario repara uno de los ascensores, sin fecha aún para que vuelva a funcionar.

Un operario repara uno de los ascensores, sin fecha aún para que vuelva a funcionar. / Jordi Otix

A poco que uno se pare frente a la puerta de acceso a la finca, lo normal es asistir a un entrar y salir de turistas. De momento, los apartamentos alquilables son una treintena de las 42 licencias que el Ayuntamiento de Barcelona aceptó como válidas. Tras el escándalo de abril, anuló unas 70, que, de momento, no aparecen en el buscador de pisos turísticos de la web municipal.

Entran y salen familias y parejas con un aspecto no muy distintos del que deben tener los propios vecinos de Tarragona 84 cuando van de vacaciones. Pero siempre hay excepciones.

Explica Carmen, otra afectada, y lo corrobora Enrique, que las fiestas en los pisos no son inhabituales. Han descubierto ya que llamar a la Guardia Urbana no parece que resuelva nada. Los vigilantes, en situaciones así, suben y piden que se baje la música. Palabras mayores son las dos ocasiones en que se han presentados los Mossos d’Esquadra. Una fue porque la pelea que protagonizaba una pareja en el interior del apartamento turístico hacía temer lo peor. El otro caso es más desconcertante.

A los turistas se les pie que respeten la paz de la finca, no siempre con éxito.

A los turistas se les pie que respeten la paz de la finca, no siempre con éxito. / Jordi Otix

Sucedió el pasado 24 de diciembre. Una vecina llegó del parque con su hija de cuatro años y coincidió en el vestíbulo con una pareja con maletas. Fue amable con ellos. Conversaron. Le dijeron que era de Hong Kong y la felicitaron por lo bonita que era su hija, pero sin que tuviera tiempo de reaccionar, le hicieron un par de fotos, como si fuera una atracción más de su estancia en Barcelona. Les dijo que no podían hacer eso y, como llegó el ascensor y su hija se montó dentro, no tuvo tiempo de insistir en ello. Seguía pareciéndole mal. Los vigilantes mediaron de mala manera. Incluso pusieron en duda su versión de los hechos. Llamó a la policía autonómica y esta se presentó con gran celeridad. Efectivamente, había fotos de su hija en el teléfono. Lo comprobaron los agentes y le pidieron al turista que las borrara. No fue un exceso de celo. No son tiempos para estas imprudencias.

En poco más de medio año, en resumen, la vida vecinal se ha empozoñado en Tarragona 84. Algunos residentes se han ido ya, porque se les ha acabado el contrato de alquiler o porque se les ha acabado la paciencia. No es extraño, dice Carmen. A ella le renovaron justo antes de que el juez concediera las licencias turísticas. Le quedan, por lo tanto, seis años de contrato. ¿Qué hacer? Si los agota, la mudanza, porque la empresa no renueva a nadie, le pillará a su pareja con más de 80 años. Son cosas que se sopesan en este tipo de dilemas.

Antes era un oficina en el entresuelo, hoy es la lavandería de los apartamentos turísticos

Antes era un oficina en el entresuelo, hoy es la lavandería de los apartamentos turísticos / Jordi Otix

Luego está la veintena de familias que tienen contrato indefinido. No tienen, por decirlo de algún modo, fecha de caducidad, pero saben ya lo que es el día a día. Cada vez que se hacen obras en un piso para convertirlo en apartamento turístico, el ruido de las obras es ensordecedor en el mejor de los casos. En el peor, lo que puede volver a suceder es que las aguas residuales del piso de arriba inunden tu domicilio o que de repente se abra un boquete en la pared y veas al alguien con un martillo en la mano y una expresión de culpa en la cara.

Enrique está jubilado, pero durante su vida laboral fue un importante militante sindical en la Seat. Recuerda aún aquel día de 1979 en el que la empresa propuso despedir a 11.000 trabajadores. La movilización y la negociación evitaron que ni una sola de las personas que dejó la empresa lo hiciera de forma forzada. Qué tiempos. Qué útil sería, dice, que aquella convicción de entonces renaciera ahora para evitar la gentrificación en Barcelona, que sin duda ha afectado ya a mucho más de 11.000 vecinos.