La renaturalización de la ciudad

El Arca de Noé Vegetal, Enric Granados con Consell de Cent

'Superilla Eixample': más madroños que en la Puerta del Sol

Paseo por los 9 pavimentos de las 'superilles' del Eixample

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A1-175915636.jpg / RICARD CUGAT

Carles Cols

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Son solo unos 2.000 metros cuadrados, o sea el espacio habitual de cualquier intersección común del Eixample enmarcada por cuatro chaflanes. Pero son 2.000 metros cuadrados distintos de los demás. A vista de pájaro, o de insecto polinizador, el 80% del cruce de las calles de Enric Granados y Consell de Cent es verde. Es, desde hace unos días, el cruce con mayor biodiversidad del Eixample, eso después de que hayan sido plantadas hace una quincena de días 37 nuevas especies vegetales, y no con simples propósitos estéticos, sino con la ambición de que comience a girar allí la rueda de la naturaleza, vamos, que aquello sea una suerte de mercado de la Boqueria (el de antaño, no el de ahora) para los insectos polinizadores (ya ha sido avistadas las primeras mariposas) y para los pájaros en busca de frutos, sobre todo en los meses de más escasez del año.

Igual que los otros tres puntos del Eixample en los que se intersecan los llamados ejes verdes, el cruce de Enric Granados y Consell de Cent es un lugar aún sin nombre. Ni siquiera está claro si debe considerarse una plaza (la de Girona con Consell de Cent, por ejemplo, claramente lo es), porque la arquitecta responsable de su diseño, Miriam García, y la ingeniera agrícola y paisajista municipal Jana Miró, opinan que merece más el calificativo de jardín, pero puede que incluso ese nombre se le quede corto.

Flores de gaura, en los jardines de Enric Granados.

Flores de gaura, en los jardines de Enric Granados. / RICARD CUGAT

Enumeremos. Están, por una parte, las nuevas vecinas del lugar, esas 37 especies recién plantadas, aún muy tiernas. En septiembre, algunas comenzarán a alcanzar una altura adulta, que nunca será mayor que la de quienes por ahí pasea. “Se trata de que no sean una barrera visual, no queremos que impidan ver el horizonte del eje verde Consell de Cent”, explican García y Miró. Su misión (lo dicho al principio) es otra.

De algunas de las especies elegidas para embarcarse en esta Arca de Noé Vegetal podría decirse que son la fantasía nectariana de importantes insectos polinizadores. Ha echado raíces ya en los parterres, por ejemplo, la ‘Salvia mycrophilla’, la vistosa royal bumble, en su nombre común, que de junio a noviembre luce unas flores de un intenso rojo carmín. Como corresponde al estigma de esta ciudad, en el que a tantos vecinos les toca compartir piso, esa variedad de salvia comparte parterre con ejemplares de ‘Lavandula dentata’, que coronan sus espigas en verano con unas singulares flores de color violeta pálido.

Entre mayo y julio ponen su color rosa lavanda las flores de la ‘Teucrium chamaedrys’, que tiene no menos de media docena de nombres comunes según cual sea el lugar en el que crezca (zamarrilla de los muros, germandrina, camaedrio…). Merecerá la pena estar al tanto, también, de la ‘Centranthus ruber’, aunque solo sea por ser preciosamente conocida, además de cómo hierba de Sant Jordi, como Barba de Júpiter, porque el conjunto de su floración invita a imaginar al principal personaje de la mitología romana como un divino pelirrojo.

'Salvia microphylla', en el jardín de Enric Granados.

JANA MIRÓ

Rojo carmín, violeta pálido, rosa lavanda… Coinciden los intereses de los ‘instagramers’ con los de los insectos polinizadores, que ya es coincidir, pero es que, en realidad, como subraya Miró, el espacio ha sido concebido casi equitativamente para unos y para otros, para mariposas, abejas y los siempre incomprendidos abejorros (su presencia, si se da el caso, sería todo un hito), por una parte, y para los humanos, porque, como añade Miró, el jardín ha sido pensado como un espacio en el que percibir el paso del tiempo. En una ciudad en la que la temporada turística es de 12 meses y en la que es posible comprar ciruelas y uvas en marzo, naranjas en agosto y kiwis cualquier día del año (así son las fruterías), merece la pena que algo, aunque sea un jardín, recuerde la existencia de la estaciones.

'Myrtus cummunis', una planta que garantiza frutos para las aves en invierno.

JANA MIRÓ

Lo de que el lugar ha sido diseñado arquitectónicamente como un espacio en el que los ‘Homo sapiens’ tienen los mismo privilegios que, pongamos por caso, los ‘Bombus ruderatus’ (esos incomprendidos abejorros) no es una exageración. Los primeros tienen bancos para sentarse. Los segundos tienen a su disposición lo que a día de hoy aún se le llama en los despachos municipales de Barcelona un refugio de insectos, pero que cuando se produzca el cambio al frente de la alcaldía repescará, probablemente, su anterior nombre, hotel de insectos. No está muy escondido. Para quien tenga curiosidad, está justo en mitad del lado mar del cruce de calles.

El refugio de insectos, también llamado hotel, según quien gobierne.

El refugio de insectos, también llamado hotel, según quien gobierne. / RICARD CUGAT

Recapitulación. Treinta y siete nuevas especies vegetales, que se suman a las ya prexistentes. ‘Homo sapiens’, a menudo acompañados de sus ‘Canis lupus familiaris’. Abejas, no necesariamente melíferas. Mariposas, lo cual implica, también, por pura ley de la metamorfosis, orugas. El Atlas de la Biodiversidad de Barcelona, en un ataque de honestidad, señala como residentes de aquella zona de la ciudad (agraciada de antemano con la potente masa vegetal del Seminario Conciliar y de la Universitat de Barcelona) a la ‘Rattus norvegicus’ y al ‘Mus musculus’, o sea, la rata y el ratón común, pero esas son bestias del subsuelo. La lista podría continuar hasta apabullar, sobre todo cuando se abre, además, la carpeta de las aves presentes.

Quedó acreditado durante la pandemia que los pájaros de la ciudad cantaban más alto. También es una evidencia que las especies observables son cada vez más. Cuando en 2002 se inauguró el parque de Diagonal Mar, lo menos esperable entonces era que se convirtiera en un rico refugio de biodiversidad. Como mínimo 171 especies de aves han sido avistadas allí, de las cuales bastantes han anidado pese al aspecto, y eso en un lugar arquitectónicamente concebido para cualquier cosa menos para la vida salvaje. En los jardines del Baix Guinardó, una simple lámina agua sobre un suelo cimentado ha servido durante dos años seguidos, para sorpresa vecinal, como hogar de nidificación de una pareja de patos salvajes.

Jana Miró, técnica de Parques y Jardines, Miriam García, arquitecta del proyecto, y Álvaro Melo, ingeniero también del proyecto, repasan los planos del jardín.

Jana Miró, técnica de Parques y Jardines, Miriam García, arquitecta del proyecto, y Álvaro Melo, ingeniero también del proyecto, repasan los planos del jardín. / RICARD CUGAT

La cuestión, por resumir el párrafo anterior, es que si en condiciones hostiles la naturaleza se abre paso, a poco que sean adecuadas hay que prever lo (dicho con la boca pequeña) paradisiaco. Invita Miró a estar especialmente pendientes de dos de las especies plantadas en los parterres, la ‘Pistacia lentiscis’ y la ‘Myrtus communis’, pistacia y murta, respectivamente. Tal vez el segundo le suene a los aficionados a la mitología clásica y, también, a los que lo son de las bebidas espiritosas, pues la murta era la planta icónica de Afrodita y con sus frutos se elaboran en Córcega y Cerdeña sabrosos licores. Lo interesante, en el contexto de la ‘superilla’, es que son dos arbustos que producen drupas y bayas en invierno, incomestibles para los humanos, pero muy nutritivas para los pájaros (palomas, cotorras, mirlos, currucas capirotadas, gorriones, estorninos, urracas, tórtolas turcas, verdecillos…) en una época del año pobre en alimento. Todas esas aves enumeradas a la carrera son ya fáciles de observar en esa zona del Eixample. Lo imprevisto será lo interesante que habrá que contar a partir de 2024.