¿Es bueno comer tierra? Esto dicen los estudios científicos

Un puñado de tierra.

Un puñado de tierra.

Vega S. Sánchez

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Antaño, ingerir tierra -barro, para ser más exactos- era una práctica relativamente extendida: se creía que regulaba las menstruaciones y que actuaba como anticonceptivo.

La moda de comer barro llegó a Hollywood hace unos años, pero con una motivación distinta: se hacía para perder peso. La actriz Shailene Woodley fue una de las primeras en apuntarse, y confesó haber utilizado el método de beber arcilla para perder algunos kilos: "He descubierto que el barro es genial porque tu cuerpo no lo absorbe y aparentemente suministra una carga negativa, así que se adhiere a isótopos negativos". La artista defendía que beber arcilla le ayudaba a limpiar el organismo de metales pesados.

"Limpia tu cuerpo"

Zoe Kravitz, la hija de Lenny Kravitz, dijo que había utilizado esa técnica para adelgazar nueve kilos para interpretar a la anoréxica Marie en la película 'The Road Within'. Un tiempo después explicó en la revista 'Us Weekly': "Terminé bebiendo arcilla, porque limpia tu cuerpo y te llena. Estuve mucho tiempo comiendo solo un tarro de puré de verduras al día y corriendo".

Hoy en día, la geofagia -que así se llama la práctica de comer tierra o materiales del suelo como arcillas, carbonatos o sales minerales de forma intencionada- es más común de lo que se piensa en zonas de África -especialmente en Uganda, Kenia y Nigeria- y América del centro y del sur. Sin embargo, se hace para compensar la falta de metales en el cuerpo como el zinc.

Bacteria beneficiosa

En países del llamado primer mundo es común encontrar en los supermercados alimentos con probióticos, es decir, microorganismos vivos que ingerimos y que permanecen vivos hasta llegar al intestino, donde repueblan nuestra microbiota, que es el conjunto de microorganismos que encontramos en nuestro cuerpo, y se acumulan en la zona del intestino grueso y en el colon.

Esos microorganismos están presentes en la tierra: existe una bacteria en la tierra, la Mycobacterium vaccae, que tiene un efecto antiinflamatorio en el cerebro, lo que algunos estudios científicos aseguran que reduce el estrés y mejora nuestra respuesta inmunitaria a él. De hecho, un estudio de la Universidad de Helsinki (Finlandia) asegura que los niños que asistían a guarderías urbanas donde habían plantado un "suelo boscoso" tenían un sistema inmunitario más fuerte y un microbioma más sano que los niños que iban a guarderías con patios de grava y, después de dos años, esos niños seguían teniendo bacterias beneficiosas tanto en el intestino como en la piel.

También un estudio de la universidad estadounidense de Cornell, basándose en el análisis de 482 casos de geofagia en humanos y 297 en animales, llegó a la conclusión de que la tierra sirve para proteger al organismo de agentes dañinos presentes en la dieta habitual.

¿Beneficio o trastorno?

Aunque las consecuencias y beneficios de este hábito no se conocen del todo, se ha documentado que el consumo de tierra alivia trastornos gastrointestinales, náuseas, déficit de hierro... Por otro lado, hay quienes consideran que la geofagia es un trastorno alimenticio que puede convertirse en una adicción, denominada pica -que es como llaman los expertos en salud al consumo de sustancias que no son alimentos, como tiza, papel, yeso o hielo-.

De este trastorno habló Gabriel García Márquez en 'Cien años de soledad': "Loca de desesperación, Rebeca se levantó a media noche y comió puñados de tierra en el jardín, con una avidez suicida, llorando de dolor y de furia, masticando lombrices tiernas y astillándose las muelas con huesos de caracoles. Vomitó hasta el amanecer".

En todo caso, existen riesgos asociados a esta práctica, pues al comer tierra se pueden ingerir metales pesados y parásitos, aunque los humanos no somos la única especie animal que consumimos tierra. La geofagia se ha documentado en muchas especies de animales como monos, perros, aves, caballos, vacas, ciervos, reptiles e, incluso, algunos insectos.