Cata Menor

Esas modas gastronómicas que se expanden a lo loco: una lista

Cómo preparar en casa las tapas del bar que más te gustan

La croqueta con 'topping' de Cañitas Maite.

La croqueta con 'topping' de Cañitas Maite. / El Periódico

Pau Arenós

Pau Arenós

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Una moda gastro: ¿cómo se construye?, ¿de qué aguas contaminadas beben los cocineros? La tendencia, eterna, irrefrenable, es el multicopismo. El saqueo, el latrocinio, la falsificación.

De repente, encuentras lo mismo en todas partes, ¿por qué? Las ideas son difíciles de rastrear, el geniecillo sigue en el anonimato, mientras que la obra se propaga como una epidemia.

Abrí un mini hilo en X solicitando ejemplos de multiplicidades y esta fue la aportación colectiva de lo-que-se-come-en-cualquier-sitio, sin nombrar clásicos como la peste del vinagre balsámico y otras manchas de alquitrán.

Felicitar efusivamente al hombre y a la mujer que fueron los primeros y que jamás han alzado la voz.


El mollete de papada, o 'molletear' sin fin.

El caviar como decoración.

La trufa también ornamental.

El ‘bao’ con múltiples rellenos.

El pan de cruasán para bocadillos lujuriosos.

El sándwich de sobrasada con miel.

Los germinados y las miles de hojitas innecesarias.

La gilda y sus decenas de versiones.

El carpacho de presa.

El ‘poke’ como nueva ensalada.

El ‘maki’ con amontonamiento de ingredientes.

Las albóndigas de vaca vieja.

El ‘ramen’ como si no hubiera otras sopas.

La recuperación de la ‘beurre blanc’, y la bearnesa.

Las salsas descontextualizadas: carbonara, pilpil, vizcaína...

La tortilla con cosas encima.

La tortilla al momento, y babosa.

La ensaladilla reversionada.

El 'panipuri' relleno, horror de quinta gama.

Macarrones del cardenal que no son cardenalicios.

Arroces de capa fina, granos dispersos y sobrecocidos.

La 'kombucha' casera.

El 'poke' sin ton ni son.

El humus apátrida.

El guacamole sin pasaporte.

El Wellington no solo de vacuno.

La ensalada César: un contenedor.

Los calamares a la andaluza con mayonesa de... lima.

La paella maltratada.

El arroz de fantasía.

El 'tataki': no importa si es carne o pescado.

La 'tagliata': queda bien escribir en italiano.

El cebiche por doquier, y sin ser un establecimiento peruano.

La langosta con huevos y patatas fritas, y su precio de escándalo.

Las ostras con aliños exóticos.

El pulpo con 'parmentier' (y el innecesario añadido... ¡de patata!)

Las tejas hechas con moldes para cubrir platos.

El tartar infinito.

El tartar de atún con aguacate.

El buñuelo con un punto de salsa.

¡Las croquetas con capa!

Las bravas que no pican, y que ni siquiera están hechas de patata.

Los guisantes con yemas de erizo.

La lámina de rubia gallega.

La tortilla vaga (y el olvido de Sacha).

El arroz en una lata (y el olvido de Kiko Moya).

La cecina de ‘wagyu’.

El chicharrón a la manera de Cádiz.

El torrezno en mesa con mantel.

Los embutidos y los salazones elaborados en el restaurante.

El 'garum' como aliño.

Los botes con fermentaciones.

La masa madre con abuso de acidez.

El agua de vegetaciones de tomate.

El vino 'orange': su recuperación.

El espumoso ancestral: su recuperación.

La hidromiel: su recuperación.

Los vinos naturales.

La ‘burger’ aplastada, otra resurrección.

La torrija de 'brioche'.

El babá al ron.

El 'xuixo' a la brasa.

El mejor flan del mundo.

El tiramisú agotador.

La tarta fluida de chocolate.

La tarta fluida de queso.

La anchoa con mantequilla sobre un 'brioche'.

El 'brioche' relleno de tartar de ternera.

El ‘lobster roll’, con una vida corta pero intensa: ya se fue.

[Añade aquí, lector, cuál es tu reincidente gastro preferido]

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