Comer por menos de 15 €

Menú del día: Carina, la sencillez y la humildad siempre ganan

Este restaurante es un oasis en plena vorágine del Eixample barcelonés, un milagro que exista, un privilegio que podamos disfrutarlo

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Las 'mongetes amb cloïses' del restaurante Carina

Las 'mongetes amb cloïses' del restaurante Carina / Alberto García Moyano

Alberto García Moyano

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Estamos a las puertas de concluir la temporada. Será la primera temporada completa de esta sección y, sinceramente, toca comenzar a cerrar el chiringuito para coger fuerzas la temporada que viene. Eso, no obstante, no quiere decir que vayamos ya de mala gana haciéndolo por hacer, porque espero dejar el pabellón bien alto. Y, con ese propósito, me cité con toda una señora cocinera (porque, cuando se es cocinero/a, nunca se deja de serlo) y amiga, mi querida Maria Nicolau, de quien tenía ganas de saber en persona sobre todo lo que le ocurre en esta nueva etapa suya.

Carina

Villarroel, 204. Barcelona

Precio: 11 €

Por cosas de la logística mutua, la cita debía tener lugar en la Esquerra de l’Eixample barcelonés (casi en la frontera con la Diagonal), zona que controlo regulín tirando para mal y que me representaba un reto porque, tonto de mí, pensaba que poca cosa había en materia de menús destacables. Afortunadamente conté con la inestimable ayuda de mi 'partenaire' Shawn y la pared se convirtió en una amable rampa de bajada con variedad para elegir. Preparado todo, a última hora se apuntó Óscar Soneira, con quien pocas horas después me había citado en la Bodega Carol pero que se vino porque había que alimentarse y nada mal está hacerlo con amigos a tu vera.

La entrada del restaurante Carina.

La entrada del restaurante Carina. / Alberto García Moyano

Así que ahí estábamos, frente al Carina, un bar-restaurante regentado por una encantadora pareja y de medida perfecta para acoger a la gente como la acogen, con esa sensación de estar en el comedor de su casa y donde los comensales se ceden las mesas unos a otros para que todos disfruten del rato, sea el desayuno o la comida, con la mejor comodidad posible.

Fueron cinco las opciones para el primer plato y, pese a que los tres comensales teníamos clarísimo lo que pedir, nos dejamos por el camino los huevos rellenos o los macarrones que, a juzgar por la pinta que llevaban puesta, no hubiesen desmerecido al gazpacho que mis acompañantes pidieron o a las 'mongetes amb cloïsses' que me adjudiqué, porque sí al verano y sí al gazpacho, pero con un antojo de cuchara como este no puedo resistirme en ningún caso.

Mientras les veía disfrutar y reafirmarse en su decisión, echando cachos de pan para disfrutar como enanos, servidor también disfrutó de unas 'mongetes' bien cocidas (cosa nada fácil) con una salsa marinera y una abundancia de almeja siempre bienvenida en un menú de mediodía.

La carne rebozada del restaurante Carina.

La carne rebozada del restaurante Carina. / Alberto García Moyano

Fueron también cinco las opciones para el segundo plato, aunque aquí volvimos a la práctica unanimidad que facilita encontrar carne rebozada. Ganó la ternera al lomo por dos a uno y eso es lo que le da la calidad a la película. Además, ya tenía yo ganas de escribir en estas páginas de uno (otro) de mis vicios confesables: el escalope rebozado. Una cosa tan sencilla como efectiva y sabrosa, lamentablemente encuadrada en esa denostable categoría gastronómica del 'menú infantil', creada para marginar y maleducar a las criaturas a la par que darle un sentido peyorativo a platos tan macanudos como los que aterrizaron en nuestra mesa. Pero es que, además, tanto el lomo como la ternera estaban tiernos, nada aceitosos y bien escoltados de unas patatas fritas que ya quisieran muchos poder ofrecer.

Cada vez que llego a este párrafo (porque esta sección tiene una cierta estructura, no os vayáis a creer), me acuerdo de las palabras de Fernando Sáenz, maestro gastronómico (no me atrevo a encasillarlo) a quien recientemente tuve el placer de conocer en su propio feudo riojano. Él suele decir, no recuerdo al detalle si con estas palabras, que vagamente se habla en las crónicas gastronómicas del postre y, venga, que hoy no me voy a salir por la tangente; porque resulta que en esta casa son de ofrecer de postre helado al corte y, bueno, habiendo esta opción, para qué otra, la verdad.

El helado de turrón del restaurante Carina

El helado de turrón del restaurante Carina / Alberto García Moyano

Había de distintos tipos, pero el que triunfó aplastantemente fue el helado de turrón. Entre galleta, como mandan los cánones. Una delicia completa que, complementada por un buen café, puso el broche de oro a tan esperado encuentro. Omitiré que fui seducido por otra opción de helado de corte, la 'comtessa', en la que caí de cuatro patas (y disfruté) aunque luego me dieron un cortecito de helado de turrón para contentar al nene. Ya que íbamos de 'menú infantil', hasta el final con él, porque no hay que tener vergüenza de ello.

Como en la anterior entrada me pasé en un euro del presupuesto tope de esta sección, vengo a compensar dicha excepcionalidad con un menú, el del Carina, de ni más ni menos que 11 euros. En definitiva, estamos ante un oasis en plena vorágine del Eixample barcelonés. Un milagro que exista. Un privilegio que podamos disfrutarlo.