Encuesta de movilidad de Barcelona

El RACC, sobre la zona de bajas emisiones de Barcelona: "Necesita mejorar, tanto la gestión como su comprensión"

Barcelona ha perdido un 11% de coches desde 2015 pero la Ronda de Dalt asume un 8% más

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La bonificación del transporte público solo ha generado un 1,2% más de viajeros en Barcelona

Peaje urbano en Barcelona: la larga lista de deberes previos

zona de bajas emisiones

zona de bajas emisiones / Ferran Nadeu

Carlos Márquez Daniel

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Han pasado tres años y nueve meses desde la implantación en Barcelona de la zona de bajas emisiones (ZBE). Tras un intenso trabajo de más de tres años, una moratoria, muchas campañas de comunicación, un intenso debate social y político e incluso una sentencia judicial que obligó a modificar la ordenanza que la regula, todavía hoy genera discusión y controversia. Ayuda la ley española de cambio climático que obliga a los municipios de más de 50.000 habitantes a tenerla en marcha desde el 1 de enero, cosa que sucede en poco más del 10% de las ciudades señaladas. Pero, sobre todo, tanto jaleo tiene que ver con los sagrados hábitos de movilidad de la ciudadanía. Tan difíciles de modificar, por mucho que haya buena intención. El RACC, en colaboración con Zurich Seguros, ha presentado este miércoles una encuesta sobre el tema. Conclusión: el invento "necesita mejorar" en aspectos como la comprensión de su funcionamiento, y, por ahora, ni hablar de peaje urbano o de endurecer las restricciones.

Vaya por delante que hablamos de una encuesta realizada a unas 1.000 personas, repartidas mitad y mitad entre Barcelona y las localidades del Área Metropolitana de Barcelona, con lo que esto implica sobre los desplazamientos diarios y el acceso a la gran ciudad en transporte público. Relevante también que cerca del 78% tengan más de 34 años y que solo haya un 3% de estudiantes por un 21% de jubilados. En cualquier caso, y dicho esto, la valoración general de la ZBE no es una explosión de júbilo. Preguntados sobre la gestión, el 39% la suspenden por un 45% que le dan entre un 5 y un 7 y un 16% que la puntúan por encima del 8. La nota media, seguramente por el aluvión de ceros, es de 4,6.

No más vetos

El apoyo global al instrumento sí es positivo, con un 51% que lo respaldan y un 35% que lo repudian (hay un 14% que no se moja). Puede que estos últimos se encuentren entre el 45% de los entrevistados que sostienen que las zonas de bajas emisiones no son fáciles de entender, lo cual no implica que no las hayan asimilado. En este apartado también hay un 55% que sí han captado el mensaje y la filosofía de la ZBE. Sobre el futuro hay cierta unanimidad en que no hay que ir más allá con las restricciones: un 55% no quieren vetar las etiquetas amarillas por un 27% que sí lo verían bien. ¿Y deben aplicarse en todos los municipios de más de 50.000 habitantes? Igualdad en el marcador, con un 42% tanto a favor como en contra.

Vamos con el cambio de hábitos desde la expulsión de los automóviles más contaminantes. Según la encuesta del RACC, el reparto modal es prácticamente el mismo ahora que antes de enero de 2020. El 9,1% de los consultados afirma haber cambiado de modo de transporte, pero la movilidad activa se mantiene en el 18%, el uso del transporte público ha subido del 41,7% al 43,3% y la apuesta por el vehículo privado ha decrecido desde el 40,3% hasta el 38,7%.

Del coche al bus

¿Cuántos han abandonado el coche, que al fin y al cabo es el objetivo último de la ZBE? Según el automóvil club, el 10,5%, que se han repartido de la siguiente manera: un 6% van a pie, en bici o en patinete; el 82% recurren al bus o el ferrocarril en todas sus formas, y un 12% han pasado a la moto. En el otro extremo, solo un 2,5% de los que antes no usaba el coche ahora sí lo hacen. Un 24% eran movilidad activa, un 64% formaba parten de la familia del transporte público y el 12% eran motoristas.

Interrogados sobre la nueva experiencia en el transporte público, el 50% de los exconductores aseguran que la calidad de sus desplazamientos ha empeorado, por un 21% que lo ven igual de bien y un 29% que consideran que su movilidad ha ido a mejor. Entre los agoreros, abundan los que se quejan de que ahora tardan más, para también observan más incomodidades, más cansancio y más complicación. Entre los felices con el tránsito al bus o el ferrocarril se aplaude la fiabilidad, la seguridad, la comodidad o el precio.

Los mismos coches

La traducción en el tráfico de todos estos datos también tiene su cajón en el estudio del RACC. Un 50% de los entrevistados creen que la ZBE no mejora la congestión, por un 33% que sí creen que ayude a la fluidez de los desplazamientos motorizados. El propio ayuntamiento, en el mandato anterior, explicó que se habían eliminado cerca de 600.000 desplazamientos diarios en vehículos contaminantes. Pero también admitía que eso no implicaba que hubiera menos coches circulando. La realidad es que se produjo más una renovación de la flota que el deseado tránsito hacia la movilidad sostenible. Según cifras municipales, Barcelona ha perdido un 11% de coches desde 2015, pero la Ronda de Dalt asume un 8% más.

Cristian Bardají, director del área de Movilidad del RACC, ha resumido la situación con un símil educativo: "La zona de bajas emisiones necesita mejorar". También ha señalado que el paraguas ambiental "no ha tenido una repercusión directa sobre el tráfico", y ha recomendado, de cara a futuras ampliaciones a otros municipios, que haya una "cierta armonía en la normativa y que la aplicación sea simple". Y una recomendación: "No habrá transferencia modal hacia el transporte público si la experiencia del usuario no es de calidad, y las encuestas nos dicen que eso todavía no sucede".