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Can Vies y la okupación en la Bonanova: símbolo vecinal versus oportunismo político

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Así se ha diseñado el blindaje de la Bonanova de madrugada

Las claves para entender el conflicto del Kubo y la Ruïna

Edificio de Can Vies despúes de ser derribado.

Edificio de Can Vies despúes de ser derribado. / josep garcia

Carlos Márquez Daniel

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El 11 de junio de 2011, los vecinos de Hostafrancs entraron en los terrenos de Can Batlló con un gigante en forma de puño que representaba la lucha de muchos años por la conquista de este espacio que hoy es un referente en el barrio y en el distrito de Sants-Montjuïc. Can Vies, en la calle de los Jocs Florals, cumplía entonces sus primeros 14 años de okupación. Sucedió en 1997, cuando una manifestación callejera terminó con el asalto de este edificio sito junto a las vías del tren.

Un año antes, la policía había puesto fin de malas maneras al sueño del cine Princesa, el unicornio de las okupaciones en Barcelona. Can Vies se convirtió en un centro social autogestionado con respaldo de buena parte de los vecinos. Fíjense que para nada hemos hablado de política. Todavía... Si viajamos hasta nuestros días, es probable que alguien quiera comparar lo sucedido en mayo de 2014, el intento de desalojo de Can Vies, con el conflicto que vive el entorno de la plaza de la Bonanova por dos fincas okupadas que han pasado más bien desapercibidas durante años. Hasta ahora.

Ambos casos parten de una misma raíz: el derecho a la vivienda, la falta de espacios colectivos sociales, la protección legal de la propiedad privada, la convivencia vecinal. Pero si al primero siempre le quedó a medida la palabra 'símbolo', al segundo le cae mucho mejor el vestido del oportunismo.

Dos mossos, en la azotea de Can Vies, el 25 de mayo de 2014

Dos mossos, en la azotea de Can Vies, el 25 de mayo de 2014 / Ferran Nadeu

El 26 de mayo de 2014, a instancias de un juez, y tras el requerimiento del Ayuntamiento de Barcelona, 30 furgonetas y un helicóptero de los Mossos d'Esquadra se hicieron carne en el número 42 de la calle dels Jocs Florals. Era lunes, sobre el mediodía, y lo que pasaría la semana siguiente evidencia que la política no calibró bien hasta qué punta esa casa construida en 1879 (aunque el catastro diga que es de 1929, cuando debió realizarse algún tipo de ampliación) era un emblema del movimiento okupa de la ciudad. El consistorio necesitaba aquel espacio para crear una rampa que permitiera acceder a la futura losa ajardinada prevista sobre las vías del tren. El conocido como cajón de Sants. Nunca sucedió.

Una semana en Saigón

Lo que sí pasó es que durante seis noches, las calles de Sants fueron un auténtico Saigón. Puede que recuerden los incidentes posterior a la sentencia del juicio del 'procés', pero tengan en cuenta que lo de aquellos días en Barcelona no tenía antecedente cercano. Se sucedieron, además, imágenes de una carga simbólica brutal, como la excavadora en llamas que se convirtió en el caballo de Troya derrotado y exhibido durante días o la furgoneta de TV3 que terminó calcinada. También la llegada a Sants de columnas de apoyo vecinal desde muchos barrios de la ciudad o el golpe en la cabeza que un mosso propinó a un joven que iba en bici y que terminó con una condena de dos años de cárcel para el agente, que alegaba que apuntaba a las piernas.

La excavadora incendiada el 27 de mayo de 2014 que terminó siendo uno de los símbolos del movimiento okupa de Can Vies

La excavadora incendiada el 27 de mayo de 2014 que terminó siendo uno de los símbolos del movimiento okupa de Can Vies / Carlos Montañés

El desalojo del cine Princesa, en octubre del 96, no generó ni mucho menos tanta violencia. Hubo manifestaciones, algunas carreras. Pero no una escalada de este calibre. Solo las fiestas de Gràcia de principios de siglo tuvieron una lejana similitud, con la Urbana jugando de madrugada al Batman y Joker con la chavalada. Contenedores en llamas, barricadas callejeras, persecuciones (también a plena luz del día con las calles llenas de familias salidas del cole), heridos, detenidos.

El florenciente Can Batlló

El caso es que todo esto sucedió en un momento en que Can Vies, tras 17 años de existencia, empezaba a perder algo de fuelle en favor del floreciente recinto de Can Batlló. Seguramente, sin la okupación de Jocs Florals y el papel que jugó como centro social autogestionado, la batalla por el recinto fabril no habría sido tan potente, con permiso del rol que desempeñaron entidades como el Centre Social de Sants, que sería también determinante en la resolución del conflicto de finales de mayo de 2014.

Interior del cine Princesa, en marzo de 1996, poco después de la okupación del edificio, que llevaba 26 años vacío

Interior del cine Princesa, en marzo de 1996, poco después de la okupación del edificio, que llevaba 26 años vacío / Ferran Nadeu

El añorado Josep Maria Domingo, recientemente fallecido, resumía así las reivindicaciones vecinales el jueves de esa semana: "Detener el derribo, permitir el retorno de los usuarios, estudiar la rehabilitación de la finca y poner fin a los altercados y la presencia masiva de policía". "Hemos venido a escuchar sus propuestas", dijo el entonces concejal de Sants-Montjuïc, Jordi Martí (CiU), que en las pasadas municipales de 2023 ha ocupado la tercera posición de la lista de Trias per Barcelona. Prestaron atención. Y luego hicieron algo más: sí a todo.

No quería el entonces alcalde Xavier Trias que Can Vies se convirtiera en lo que para Jordi Hereu fue la consulta de la Diagonal de mayo de 2010. El gobierno municipal echó tierra encima del desalojo frustrado e intentó sacar el conflicto de la agenda política. En las elecciones de 2015, de manera inesperada, la vara municipal pasó a manos de Ada Colau, la exactivista de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca que en ocho años en el poder tampoco se ha atrevido a mancillar el edificio. Es más, los 'Comuns' han evitado en el pleno cualquier iniciativa de la oposición que fuera dirigida a derribar este símbolo de Sants. Y ahí sigue, a punto de celebrar 26 años de vida, con el cajón de Sants, que era la excusa para el derribo, terminado desde agosto de 2016.

Barricadas en las calles de Sants, durante la semana que siguió al intento de desalojo de Can Vies

Barricadas en las calles de Sants, durante la semana que siguió al intento de desalojo de Can Vies / Álvaro Monge

Nueve años después de aquel peculiar episodio de la historia moderna de Barcelona, en el que tanto los políticos y la ciudadanía aprendieron el valor de los símbolos, la ciudad vuelve a tener sobre la mesa un asunto vinculado a la okupación. En este caso son dos fincas, El Kubo y La Ruïna, asaltadas en 2016 y 2019, respectivamente. Están junto a la plaza de la Bonanova, en los números 6 y 8 de la calle de Sant Joan de la Salle, y son propiedad de la Sareb, el banco malo público que compró activos tóxicos a la banca en crisis.

Campaña electoral caliente

El desalojo de estos dos inmuebles ha saltado a la palestra este 2023 directamente de la mano de la política y en vísperas de unas elecciones municipales en las que la derecha competía muy fragmentada con hasta cuatro siglas distintas. El 25 de febrero la líder del extinto partido Valents, Eva Parera celebró un acto junto a Can Vies con el que dejó claro que la seguridad, y en especial, las okupaciones, serían el eje de su intento de asalto a la alcaldía.

Como era de esperar, fue abucheada por los jóvenes de la casa. "El edificio de Can Vies sigue en pie porque Colau es vuestra cómplice, porque Colau es una okupa más", les respondió. Pero fuera por cercanía, o por ser consciente de que ese era un hueso duro de roer, decidió centrarse en la Bonanova los cuatro meses restantes para las elecciones. Quién también construyó aquí gran parte de su carrera hacia las urnas fue la alcaldable de Ciutadans, Anna Grau, con presencia cada martes en unas protestas muy tensas. El PP esquivó acudir a la Bonanova bajo un discurso de responsabilidad, para no escalar los enfrentamientos. Y Vox fue pero no tuvo que decir mucho, porque ya cubría su flanco ideológico -a modo de independientes- la polémica empresa Desokupa.

'El Kubo' y 'La Ruïna', dos inmuebles okupados desde hace años junto a la plaza de la Bonanova de Barcelona

'El Kubo' y 'La Ruïna', los inmuebles okupados junto a la plaza Bonanova. En la azotea, leemos 'ACAB' (all cops are bastards) / Jordi Cotrina

Las dos fincas, que ni son municipales ni están afectadas por ningún plan urbanístico, no habían sido noticia hasta entonces. La relación de los okupas con el vecindario era prácticamente nula, a pesar de que La Ruïna, aseguran algunos usuarios, dispone de una biblioteca abierta al barrio y tenía vocación de ejercer de centro social. No ha terminado de cuajar como lo hizo Can Vies ni es un símbolo como lo fue y lo es la casa de Sants.

Fortificación

Luego está la vía judicial. El Kubo pudo ser desalojado en marzo, pero el dispositivo policial se canceló a la espera del lanzamiento para vaciar La Ruïna a la vez. Ambas casas están conectadas por dentro. El dos por uno, sin embargo, supone un desalojo más complicado, tenso y peligroso: inquilinos atrincherados con todo tipo de mobiliario urbano y sin intención de recibir a la policía con un desayuno continental.

El Kubo y La Ruïna, los edificios okupados que ya están totalmente fortificados para dificultar el desalojo

El Kubo y La Ruïna, los edificios okupados que ya están totalmente fortificados para dificultar el desalojo / Jordi Cotrina

Una vez ante las urnas, el Kubo y la Ruïna no resultaron ser tan rentables para captar voto y tanto Valents como Ciutadans quedaron fuera del pleno de Barcelona. Y la controversia y eco mediático se han desinflado hasta este noviembre, cuando llega finalmente la orden de desalojo conjunta. Nada que ver, tampoco en esto, con el 'precedente' de Sants: del símbolo de Can Vies al oportunismo de la Bonanova.

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