dos aniversarios

Can Vies y la consulta de la Diagonal: lecciones para el nuevo alcalde

Combo balance municipal

Combo balance municipal / periodico

Carlos Márquez Daniel

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El 26 de mayo, día de las elecciones municipales y europeas, se cumplen cinco años de aquel lunes en el que alguien pensó que desalojar una casa okupada , emblema del movimiento antisistema de la ciudad desde 1997, sería una mañana cualquiera en la oficina. Can Vies, tras la apertura de Can Batlló cuatro años antes, iba perdiendo fuelle y eran muchos los que pensaban que terminaría pereciendo de manera natural aunque un pequeño reducto de jóvenes todavía resistiera en la finca. Lo que siguió fue la semana más negra del mandato de Xavier Trias. Sin duda, no lo vio venir. El pasado septiembre se cumplieron 10 años de la decisión del consistorio de celebrar una consulta sobre la transformación de la Diagonal. El PSC planteó la reforma y ERC propuso preguntar a la gente. Aquello fue el principio del fin de Jordi Hereu, y de paso, el ocaso a más de tres décadas de gobiernos socialistas en la capital catalana. Tampoco advirtieron el peligro. Aquí no se trata de hurgar en la herida, pero entender aquellas hemorragias puede venir bien al siguiente alcalde. Porque ambos asuntos, que todavía siguen abiertos, demuestran la importancia, para bien y para mal, de conocer a tus ciudadanos y medir bien a tus rivales.

La torpe interpretación de lo que significaba aquel centro social autogestionado para el barrio originó cuatro días de graves incidentes por las calles de Sants. Era mayo del 2014, a un año de las elecciones que acabaría ganando Ada Colau. La llegada de la piqueta no hizo más que multiplicar los galones de un símbolo que pasaba por sus horas más bajas. Los jóvenes quemaron la excavadora, abandonada a su suerte y convertida en la estatua de Sadam Hussein cuando fue arrancada de su base en la plaza Firdos de Bagdad. Los Mossos, que con el tiempo se justificarían por la falta de efectivos, dejaron imágenes inquietantes de porrazos a media tarde entre semana. El informe oficial sobre lo sucedido, elaborado por el propio ayuntamiento al mes siguiente, asegura que el derribo se detuvo “para favorecer el clima de diálogo y el cese de la violencia”, dos cosas que precisamente habían saltado por los aires en el momento en el que la policía y las máquinas quisieron dar cumplimiento a una resolución judicial. El asunto arrastraba una litigio legal de más de ocho años entre TMB, propietaria de la finca, y los residentes. El conflicto dejó un balance de 16 heridos, 67 detenidos, 74 denuncias por daños a bienes privados y 160 intervenciones de los bomberos. Los desperfectos superaron los 400.000 euros. 

Un estrecho colaborador de aquel gobierno de CiU lo recuerda con claridad: “Se habían celebrado hasta cinco reuniones con los okupas con la mediación del Centre Social de Sants, pero no hubo manera. Incluso se les planteó salir para rehabilitar el edificio y que luego volvieran. Pero nada. Creo que el principal error fue no calcular el valor que Can Vies tenía para mucha gente”. Y no solo para Sants: lo era para toda Barcelona y lo demuestra el hecho de que en aquellos días se organizaron columnas desde todos los vecindarios que a media tarde se hacían carne en el distrito para protestar. Jordi Soler, miembro del Centre Social de Sants, cree que el principal aprendizaje que puede sacar el futuro alcalde de lo sucedido entonces es que la gente “quiere autogestionarse y que no le estén siempre encima”. “Los políticos tienen que dar su apoyo desde detrás y dejar que los ciudadanos tomen la iniciativa, solo así consigues una confianza que te permite luego corregir detalles si lo crees conveniente”.

Puede que en esa crisis se sumaran otros factores. Como la política. Y no solo por el hecho de que el derribo se perpetraba al día siguiente de unas elecciones europeas. Era algo más entre bastidores. Mucho se comentó en esos días sobre la soledad con la que el concejal del distrito, Jordi Martí Galbis, pilotó la situación. El alcalde y su mano derecha, Joaquim Forn, apenas resultaron salpicados. Soler respalda esa teoría. “Es una opinión personal, pero creo que Martí quiso ganar prestigio dando un golpe de fuerza de cara a suceder a Trias, pero le salió mal y acabó políticamente muerto. Tengo la sensación de que le dejaron solo y le hicieron la cama”. Por eso cuando el Centre Social presentó una batería de medidas para intentar desencallar la situación, el edil convergente dijo ‘sí’ a todo. La oposición, como es natural, se puso las botas con aquella crisis, acusando al gobierno de CiU de improvisar y de apagar el fuego con gasolina.

El pecado de la ingenuidad

En la consulta de la Diagonal también hubo candidez. En este caso, en las filas socialistas. Plantear un referéndum hace 10 años era algo novedoso; incluso fresco. Todo empieza en el pleno municipal de septiembre del 2008. El gobierno de Hereu presentó el proyecto de reforma de la Diagonal -anunciado semanas atrás en una entrevista en este diario- que incluía el tranvía por el tramo central, esos 3,8 kilómetros sin servicio entre Francesc Macià y Glòries. En enero del año siguiente, Jordi Portabella (Esquerra) planteó que fueran los barceloneses los que decidieran el diseño de la futura avenida. La propuesta se aprobó también en el pleno. El mecanismo definitivo salió adelante en diciembre del 2009: se haría con voto electrónico y entre el 10 y el 16 de mayo del 2010. De todo aquello se hizo cargo el primer teniente de alcalde, Carles Martí. Nada que ver con el Martí de CiU, más allá de la similitud en las consecuencias. El 4 de diciembre de aquel año, unas semanas antes del plenario, Hereu arañó el apoyo de Trias a cambio de un pacto con el diablo: aceptar incluir la opción C, que apostaba por dejar la Diagonal tal y como estaba. 

Un miembro del gobierno socialista sostiene que aquel encuentro con el líder convergente "marcó un punto de inflexión" en el mandato. "Buena parte del equipo más íntimo del alcalde puso el grito en el cielo. Estaba claro que Trias le había marcado un gol y que utilizaría la consulta para hacer política, para que se convirtiera en un plebiscito a la política del PSC". La hemeroteca, sin embargo, invitaba a un cierto optimismo, pues en ese mismo 2009, el dirigente de CiU había dado su apoyo explícito a la conexión por la Diagonal. Nunca más se ha sabido de aquel respaldo, pues desde la consulta Trias ha apostado siempre por el bus eléctrico, e incluso en su mandato como alcalde reformó un primer tramo de la avenida sin incluir el ferrocarril. 

Lo que sucedió es de sobra conocido. No solo venció la opción de no tocar la arteria con el 80% de los votos. Tampoco la consulta funcionó correctamente y el propio Hereu sufrió en sus carnes los errores informáticos. Y frente a toda la prensa. Al acudir a votar, el sistema falló pero hizo ver que todo iba bien. Luego se destapó el pastel y la oposición se puso las botas. El 11 de mayo, el segundo día de votaciones, Trias escribía un artículo en EL PERIÓDICO que daba la razón a los que vieron en su apoyo al referéndum una maniobra electoral. "En plena crisis económica, dedicar cuatro millones de euros a una consulta ciudadana es una barbaridad", rezaba el entonces futuro alcalde de Barcelona.

Según relata este conocedor de los entresijos de la consulta, el gobierno de Hereu contempló un par de escenarios en función del tamaño del batacazo. Si la C vencía por menos de un determinado porcentaje, dimitía el concejal de Urbanismo, Ramon García-Bragado. Si se superaba, quien abandonaba la academia sería Carles Martí, primer teniente de alcalde. Cayó el segundo, que intentó mantenerse como edil de Ciutat Vella pero le hicieron ver que la degollina requería algo más de sangre. Dejó el consistorio. "De todo aquello aprendimos que la gente vota a los gobernantes para que tomen decisiones por ellos, y que no les puedes preguntar cosas que requieren de ciertos conocimientos técnicos. Si tienes legitimidad electoral y quieres el tranvía, tira. La ingenuidad de Hereu, además, se sumó a la inteligencia de Portabella y el oportunismo de Trias".

Ambos asuntos siguen abiertos. Can Vies sigue operando como centro social autogestionado con la cobertura de Sants resuelta y la Diagonal más noble, amén del trozo restaurado por Trias, sigue sin tranvía a pesar de que Ada Colau lo ha intentado. Tal vez este sea el último aprendizaje que dejan: si una cosa da problemas, mejor dejar que corra el agua.

Problemas todavía abiertos

Tanto el futuro de la Diagonal como Can Vies son asuntos con carpeta todavía abierta en el Ayuntamiento de Barcelona. La avenida, que fue reformada en un primer tramo por Xavier Trias, ampliando aceras y anulando un carril en cada lateral para pintar el vial ciclista, ha sido uno de los temas más calientes del mandato. Ada Colau fichó al 'exconseller' de CiU Pere Macias para que liderara la oficina técnica de la conexión del Trambaix y el Trambesòs. A pesar de ser una de las infraestructuras más analizadas de la historia contemporánea, parte de la oposición, con Esquerra a la cabeza, ha considerado que el proyecto todavía tiene flecos por resolver. En el pleno de enero, y ya con Ernest Maragall al frente de los republicanos, el trazado del ferrocarril se aprobó. Fue, sin embargo, on 'ok' más retórico que práctico, puesto que no incluye calendario alguno.