Luces y sombras
La suerte variopinta de los teatros comprados por Barcelona: lecciones para el Antic Teatre
El teatro Arnau sigue en ruinas y el Studium del Taller Masriera podría acabar despedazado, mientras la sala Barts cambia de etapa y triunfan la Becket y el Tantarantana
Meritxell M. Pauné
Periodista y jefa de 'Gran Barcelona'
Periodista especializada en información local de Barcelona y Catalunya. Responsable de la sección 'Gran Barcelona' desde septiembre de 2022. Antes, en los diarios TOT Barcelona y La Vanguardia, entre otros. Profesora de Periodismo digital en la UIC tres cursos y puntualmente del máster del Observatori de la Cobertura de Conflictes. Colaboradora en prensa vecinal ('Carrer', 'Cap a peus') tertulias de televisión y radio (betevé, Catalunya Ràdio, Ràdio Estel...), libros de historia local ('Retrats per la memòria', 'Objetivo Venus', 'Josep Maria Huertas Claveria i els barris de Barcelona') e investigaciones académicas (Observatori de la Cobertura de Conflictes, Periodismo UAB).
Barcelona incorporará próximamente el Antic Teatre al catálogo de escenarios propiedad del Ayuntamiento, una docena larga de salas heterogéneas que pasa desapercibida al no estar unificadas con una programación coordinada. Se trata en su mayoría de locales de una fuerte singularidad, lo que motivó su adquisición pública: el Arnau, El Molino, el Tantarantana, la Nau Ivanov, Paral·lel 65 (antigua Barts)… A los que hay que sumar, además, teatros trasladados, nacidos o preexistentes en edificios con otros usos, como es el caso de la Sala Beckett, la Seca o el Studium del Taller Masriera.
En definitiva, la compra del Antic tiene numerosos precedentes, entre los que hay buenas y malas experiencias de las que extraer aprendizajes diferentes. En varios casos, ha sido un acierto que los centros mantuvieran su especialidad y/o el potente equipo gestor previo. Por el contrario el resurgir de escenarios inactivos o en declive se antoja mucho más accidentado. La inversión y burocracia que ha requerido cada traspaso también influyen decisivamente en los tempos de relanzamiento.
El Arnau, la gran asignatura pendiente
El caso más claro de adquisición sin encarrilar es el teatro Arnau. En plena cuenta atrás para las elecciones municipales de 2011, Jordi Hereu anunció la compra de esta sala emblemática que amenazaba ruina. Es el último ejemplo de teatro de barraca en Barcelona, un tipo de sala que hizo del Paral·lel una popular meca teatral hace ahora un siglo. El mal estado del edificio llegó a aconsejar su demolición, pero logró salvarse por presión vecinal y con una hoja de ruta consensuada en un arduo proceso participativo. Cómo debe ser la rehabilitación está claro –en 2018 ganó la propuesta 'Boca a Boca' de H Arquitectes– pero el presupuesto no ha llegado. Fuentes municipales detallan que el proyecto ejecutivo de la obra estará listo este 2023 y la inversión quedará para el próximo mandato. Mientras tanto, la iniciativa de espectáculos de calle Arnau Itinerant mantiene viva la comunidad que veló por la restauración.
Adiós Barts, hola Paral·lel 65
Este octubre ha empezado a caminar Paral·lel 65, la nueva etapa del teatro ubicado en esta dirección y hasta entonces conocido como sala Barts. El inmueble se dedica a la farándula desde 1892 y el consistorio lo compró hace dos décadas para evitar que se destinara a burdel. Primero lo gestionó la SGAE y luego la promotora The Project. Ha aportado algunos éxitos de taquilla a la escena barcelonesa, aunque sin acabar de hacerse imprescindible. El consistorio de Ada Colau ha querido cambiarle el enfoque y que sea una ‘Casa de Cultura’ con foco en la creación comunitaria y la música en vivo. Tras un concurso público han cogido el timón las cooperativas L'Afluent y Quesoni y la sala Upload.
El Molino espera concurso
A pocos metros del Arnau espera su turno también El Molino, templo de las varietés, la revista y el destape de la Transición y más recientemente del burlesque. El Ayuntamiento lo rescató en 2021 de las deudas que acarreaba desde su profunda rehabilitación en 2009. Llevaba dos años cerrado y la adquisición costó 6,2 millones de euros, menos de lo que ofrecían por la finca otros postores con menos vocación cultural, reconoció la propietaria. El mismo día la alcaldesa Ada Colau detallaba que preveía la reapertura para 2022, pero el plan lleva retraso. “En breve”, apuntan portavoces municipales, se lanzará el concurso para adjudicar su gestión a un privado.
De la Nau Ivanow a la Bostik
La nave Ivanow es el paradigma de la institucionalización. En 1997 el arquitecto y dinamizador cultural Xavier Bassiana convirtió una fábrica de pintura abandonada de la Sagrera en un remolino de producción artística, experimentación, encuentro vecinal… El consistorio la compró a Basiana en 2010 por solo 700.000 euros: lo que quedaba por pagar de hipoteca, los gastos del año previo y una pequeña indemnización por abandonar la portería donde él residía. La Ivanow se integró en la red de Fábricas de Creación y hoy acoge varias compañías en residencia. Basiana empezó en 2015 una nueva etapa a poca distancia y reconvirtió otro espacio industrial en desuso, la Nau Bostik. Minuto y resultado: ahora es la Bostik quién lidera la contracultura y la atracción de público y eventos alternativos.
El Tantarantana cumple 25+5
Otras salas, en cambio, han cambiado de manos y han seguido navegando a toda vela. El Tantarantana, por ejemplo. El consistorio lo compró en 2017 por 1,3 millones de euros porque la familia propietaria no les renovaba el alquiler de una parte del inmueble. Este escenario ya había tenido de irse de su ubicación original en el Born y había aterrizado en la calle de les Flors del Raval. Hoy también pertenece a la red de Fábricas de Creación. La temporada 2022-23 puede presumir de 15 estrenos inéditos y el retorno de compañías emblemáticas para celebrar el 30 aniversario del teatro.
La Beckett triunfa en el Poblenou
El caso de la Sala Beckett es singular, porque funde dos herencias y no fue exactamente una adquisición. El proyecto teatral, fundado el 1989, dejó su sede de Gràcia hace seis años empujada por una subida insostenible del alquiler. Un convenio con el Ayuntamiento de Barcelona le permitió trasladarse a un edificio con mucha historia: la sede de la Cooperativa Pau i Justícia del Poblenou hasta 1980. La extinguida entidad había tenido más de mil socios y teatro propio, entre otros servicios como biblioteca y coral. El consistorio cedió el edificio –ya municipal desde 2007– al teatro e inyectó dos millones a la costosa rehabilitación. La nueva Beckett forma parte de las Fábricas de Creación y se ha consolidado como referente de la dramaturgia catalana contemporánea. ¡Además de haber ganado un bar muy popular!
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