LOS JÓVENES CONQUISTAN EL CAMP NOU
La pandilla de Ansu; la semilla de Koeman
Detrás de la poderosa y mágica luz que irradió Ansu Fati en su retorno, el Camp Nou disfruta con una pandilla de jóvenes que encarnan la esperanza de reconstrucción en el primer curso del Barça sin Messi
Marcos López
Periodista
El Camp Nou, entusiasta y paciente como está demostrando ser en este complejo año de reconstrucción, se emocionó con Ansu Fati y esa bella historia con el gol que, en realidad, es un cuento de ciencia ficción. Pero antes estaba feliz porque Gavi, un adolescente de apenas 17 años, tomó asiento en el flanco derecho del centro del campo y disfrutó a lo grande en el duelo con el Levante.
Y se sintió orgulloso al comprobar que Nico pasaba tranquilo el balón a Busquets como si llevaran toda la vida juntos, acunando ya a Araujo como uno de los suyos porque siente en esa garra uruguaya algo que ya daba por perdido con el paso del tiempo. No olvidaba el universo culé que cada galopada de Mingueza, por débil que fuera el rival, que lo era, insuflaba energía a un equipo deprimido y un club atormentado, al que la sonrisa, aunque efímera de Riqui Puig, también le sienta bien. Es la pandilla de Ansu y la semilla que va dejando Koeman, discutido como siempre, en un Barça que como no tiene ni un euro para reforzarse ha girado la vista hacia La Masia.
O, en realidad, hacia el talento joven porque no todo se ha formado exclusivamente en la fábrica azulgrana. Un talento que siempre ha estado ahí, aunque la puerta del Camp Nou no se haya abierto con tanta facilidad como en estas últimas semanas (Nico, Gavi, Demir, Balde…). Una puerta que derrumbó de forma estrepitosa Ansu con solo 16 años arrasando (agosto del 2019) con todos los récords de precocidad.
Una puerta abierta por necesidad y, al mismo tiempo, por convicción, como ya se demostró en la temporada pasada cuando el técnico confió y de manera entregada en Pedri, un desconocido jugador del Las Palmas, con apenas 17 años, que pasó por delante de jugadores como Pjanic, Sergi Roberto o Riqui Puig, entre otros.
La luz que irradia Ansu no puede ocultar lo que hay detrás. El delantero firmó una mágica reaparición en el Camp Nou, demostrando su fortaleza mental tras estar 323 días lesionado. Más allá de su gol, un símbolo de lo que es Ansu (determinación para robar el balón, magia en la ruleta, velocidad en la carrera y contundencia en el derechazo seco, furioso y preciso), desprendió un halo de esperanza que transformó al equipo.
Cambiar el paisaje
Del pesimismo de Cádiz, con el futuro de Koeman agotándose, a la explosión de alegría en ese 3-0 al Levante, supeditado todo, por supuesto, al complicado examen europeo ante el Benfica, unido a la visita al Metropolitano para medirse al Atlético, el campeón.
Pero el Camp Nou, al igual que el Barça, vive al día por lo que necesita momentos de entusiasmo. Por efímeros y fugaces que resulten. La continuidad del técnico continúa bajo sospecha, pero, pase lo que pase, en los próximos meses ahí habrá dejado una simiente para el próximo entrenador. Sea Xavi, sea Robert Martínez o sea quien sea.
"Hemos avanzando el post Messi en dos años", proclamó Joan Laporta, el presidente del Barça, cuando vio partir a la estrella que ha aguantado el equipo, y el club, en los tres últimos lustros hasta llevarlo a la cima. El post Messi es apostar por la gente de la casa, procedente de todos los lugares en un viaje que ya emprendió tras otra dura travesía por el desierto (1998-2003).
Mezcla de caminos
Entonces, coincidiendo curiosamente con la llegada de Laporta a la presidencia en su primer mandato, emergieron talentos nacionales (Iniesta, de Albacete), catalanes (Xavi, de Terrassa) y fuera del país, pero formado en La Masia (Leo, Argentina). Ahora, la historia se repite. Pedri no ha pisado ese lugar, pero se ha instalado en el Camp Nou con una autoridad insultante.
Ansu (Sevilla) y Gavi (Betis) significan la detección del talento joven, que luego se moldea y pule en Barcelona, capaz como es de romper todas las barreras. Ni han pisado el Barça B, prueba de su enorme calidad y personalidad rompiendo así viejas teorías de prudencia con el ascensor al primer equipo.
Araujo, captado en un equipo uruguayo que no es de los grandes (Rentistas) en su país, es otra prueba de los caminos que ha escogido el club azulgrana para inyectar calidad. En idéntica situación se halla, por ejemplo, Demir, un joven austríaco, cedido por el Rapid de Viena, que tampoco ha pisado el Estadi Johan Cruyff con el Barça B.
Son apuestas baratas y atrevidas para un equipo que ha perdido a Messi, el corazón, con el que ha latido prácticamente desde el 2003. Se marchó sin querer irse porque el tiempo se le escurría y se le agotaba antes de acompañar a esta pandilla de ilusionantes jóvenes que han conectado a la primera con el Camp Nou porque son suyos. Y los sienten suyos. Es la pandilla de Ansu, que disfruta de la presión de lucir el 10 y se le ve feliz, nada contaminado. Y es la simiente de Koeman.
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