NUEVAS FORMAS DE DELINCUENCIA

No han secuestrado a su hijo

MAYKA NAVARRO / BARCELONA

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No han secuestrado a su hijo. Tampoco tienen retenida a su mujer. La llamada telefónica desde un número oculto en la que un hombre le asegura que la vida de su ser querido corre peligro y le exige el pago de un rescate es falsa. Mentira. Una estafa generalizada en toda España, que en lo que va de año ha provocado que las unidades de secuestros y extorsión de la Guardia Civil, la Policía Nacional, los Mossos d'Esquadra y la Ertzaintza hayan lanzado recientemente mensajes alertando a la ciudadanía para que no pique en esta modalidad de secuestros virtuales, que no cesan.

Hasta la fecha, los cuatro cuerpos policiales contabilizan unas 300 denuncias por secuestros virtuales. En casi todos los casos, la estafa no ha pasado de tentativa. La víctima no ha pagado el rescate en ninguno de los 31 casos denunciados ante los Mossos d'Esquadra. Por cierto, el último ocurrió el martes pasado, a las siete de la mañana, en el barrio de Sant Gervasi de Barcelona. El receptor de la llamada colgó tras recordar que había escuchado a mandos policiales alertar de estas estafas. Después presentó una denuncia en una comisaría de los Mossos.

En el resto de España sí ha habido personas que han dado veracidad a la llamada y han pagado un rescate. Pero más que el pago, lo peor es la angustia y el miedo que genera.

Contado así parece una broma. Increíble que alguien pueda llegarse a creer que han secuestrado a un familiar, darle veracidad y pagar. Pero está pasando. Y de hecho, como destacan todos los responsables policiales consultados, «le puede pasar a cualquiera porque las víctimas se eligen completamente al azar».

Vayamos por partes. ¿Quienes llaman? Se trata de una o varias organizaciones criminales ubicadas en Chile. «Hasta ahora todas las llamadas que se están recibiendo tienen procedencia chilena», asegura un responsable de la unidad de secuestros de la Guardia Civil. Esto ha provocado que en las últimas semanas la Policía Nacional haya desplazado a ese país a un par de investigadores para trabajar codo con codo con las autoridades policiales y judiciales chilenas.

PAGAR RELIGIOSAMENTE

Los investigadores están tirando del hilo a partir de todos los datos obtenidos en cada llamada. Pero el grueso de la investigación está allí. En Chile se hace la llamada y se recibe el dinero. Por eso es posible que todos los casos se acaben agrupando en la Audiencia Nacional. Tanto en Chile, como en Argentina, en México o en Colombia esta modalidad de secuestro virtual está a la orden del día. Allí las víctimas pagan religiosamente porque en sus sociedades se convive con los secuestros. Solo en la capital mexicana hay 250 secuestros reales al mes. Pero no es el caso de España.

Lo recuerda un responsable de los Mossos. «El año pasado no hubo ni un solo secuestro en Catalunya. Y en el resto de España la cifra en relación al resto de delitos es casi insignificante. Por eso es muy importante tener en cuenta lo improbable de que secuestren a un familiar».

Hasta ahora el modo de proceder siempre ha sido el mismo. Las víctimas, en su gran mayoría hombres, aunque los Mossos tienen la denuncia de la trabajadora de una heladería de Badalona, reciben una llamada desde un número oculto. Lo primero que escuchan es la voz de un niño que entre gritos y lloros dice que está secuestrado y pide a su padre que le ayude. A partir de aquí pueden pasar varias cosas. Primero, que el receptor de la llamada no tenga hijos, piense que se trata de una broma de mal gusto y cuelgue sin más. Eso ha pasado. Lo siguiente que escuchará será la voz muy engolada de un hombre que con acento sudamericano le explica con tranquilidad que tiene a su hijo secuestrado.

Lo siguiente que puede suceder es que el hombre esté en ese momento con su hijo y por tanto, cuelgue también. Pero a veces pasa que en ese momento de tremenda confusión el receptor de la llamada, angustiado, se dirija a su hijo por su nombre, «Carlos, ¿qué pasa? ¿estás bien?». En ese momento, el falso secuestrador ya tiene una información clave para seguir adelante con su treta: el nombre del falso cautivo, en este caso, Carlos. Y a partir de aquí la extorsión incrementa su veracidad porque el secuestrador ya habla de Carlos, de la vida de Carlos, y de lo que está dispuesto a pagar su padre para que a Carlos no le ocurra nada.

Los investigadores han podido diseccionar el modo de trabajar de estos criminales porque en algunos casos las víctimas, al recibir la llamada, decidieron grabarla. Y esas cintas demuestran hasta qué punto son convincentes los falsos secuestradores y cómo consiguen enredar a la víctima hasta llevarla hasta un cajero automático.

«Ellos hostigan y evitan que la víctima cuelgue el teléfono. Lo mantienen constantemente en tensión al teléfono. No dejan que cuelgue. Le hacen ir al cajero. Y después a un Western Union para que envíe el dinero del rescate», explica un responsable de la Policía Nacional.

Hasta ahora, la mayoría de los casos no están pasando de tentativas de estafa. Pero hay una voluntad policial decidida de acabar con estas prácticas porque las víctimas, paguen o no paguen, sufren una angustia y un miedo indescriptibles.