Los jueves, economía

La unión bancaria que viene

La instauración del supervisor único representará un gran salto adelante en la construcción europea

JOSEP OLIVER ALONSO

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Comienza ya el proceso por el que el Banco Central Europeo asumirá la supervisión de los bancos europeos de mayor tamaño. La importancia del proceso es difícil de valorar, pero puede afirmarse que, tras la instauración del euro, la unión bancaria es el paso más relevante jamás intentado. La cesión de soberanía que implica es un salto gigantesco en la constitución de un espacio económico común, al tiempo que es la base material para solventar la fragmentación financiera que aqueja a la eurozona y, con ella, superar la crisis. Que la cesión de soberanía es formidable lo sugiere, por ejemplo, la sustancial dilución de la capacidad de presión de la gran banca sobre las autoridades de cada país. Y no piensen que, hasta hoy, es menor: una parte sustancial de la deuda pública nacional la compran esas mismas grandes instituciones.

A MEDIDA QUE se acerca el momento cero y los preparativos ganan velocidad se enconan las discusiones acerca de quién pagará qué, y quién decidirá cuándo una institución debe cerrar. Como siempre en esta larga marcha europea, desde el sur se pide mancomunar recursos y se evite el mal trago de tener que echar mano de fondos públicos. Desde Alemania se postula que primero hay que ordenar la casa, y solo después poner fondos en común.

¿Dónde estamos del proceso?, ¿qué es lo que ahora comienza? La unión bancaria requiere tres aspectos claves, de distinta relevancia. El menos sustancial es el fondo de depósitos común, que deberá nutrirse de las aportaciones de la banca europea. Este aspecto se deja para más adelante. Si el sistema de supervisión y de liquidación de entidades no solventes tiene bases firmes, no hay que temer por los depósitos, al menos en caso de crisis no sistémicas. Así, los debates se centran en la columna vertebral de esa unión: la constitución del supervisor único y de la autoridad única de liquidación de entidades.

El paso que está a punto de comenzar, aunque quedan flecos importantes, es la instauración del supervisor único que controlará la salud de la banca europea. A finales del 2014 el BCE tomará las riendas de la supervisión de los 130 bancos de mayor tamaño, cuyos activos representan nada menos que el 85% de la banca europea. Antes, Mario Draghi quiere estar seguro del terreno que pisa. Por eso a finales de mes comienza un examen severo sobre la salud de esta gran banca. Desde el centro de Europa se piensa que las autoridades del sur han sido poco exigentes y han permitido prácticas que ocultan deterioros de la situación patrimonial de sus bancos. Desde el sur se postula que sucede lo mismo en los bancos del centro. Sea cual sea la realidad, se anticipa que los créditos dudosos van a aumentar y la calidad de los activos va a disminuir. Con ello, nuevas necesidades de dotaciones y/o de ampliaciones de capital. En España, Italia, Austria o Gran Bretaña las autoridades se han puesto la venda antes de la herida y exigen mayores provisiones o acucian a sus entidades a acudir a los mercados de capital.

El segundo aspecto es también crítico: ¿quién decide qué bancos han de ser liquidados si no son viables?, ¿quién paga la factura? Son dos aspectos distintos, pero entrelazados. En relación a quién asume el coste, a medio plazo está claro. Si un banco quiebra, se ha definido el orden de pérdidas de sus acreedores (accionistas primero, tenedores de bonos no garantizados después y, finalmente, depósitos de más de 100.000 euros) y, si no fuera suficiente, se echaría mano de un nuevo fondo destinado a este fin y dotado con recursos de la propia banca.

EL PROBLEMA radica en la transición, ya que se necesitarán unos 10 años para acumular fondos suficientes para atender posibles quiebras, al tiempo que la asunción por los acreedores privados de pérdidas de la banca no está prevista hasta el 2018. Por ello, en esta fase Alemania se opone a usar recursos comunes (parte, o la totalidad, de los 500.000 millones de euros del fondo de rescate) y quiere obligar a los estados, con el dinero de sus contribuyentes, a que hagan frente a las posibles pérdidas. Como se hizo con España en julio del 2012. Aunque estaría dispuesta a avanzar al 2015 el acuerdo de asunción de pérdidas por los acreedores privados. Dado ese largo período de transición, Wolfgang Schäuble se opone a la creación de un organismo central. Todo apunta a que el consenso de final de año aceptará las pretensiones de Angela Merkel, tanto en la coordinación de los organismos estatales como en la financiación de las quiebras. Ahí no se avanza en romper el vínculo entre problemas bancarios y de deuda soberana. No es el avance más rápido deseable, pero es el nuestro, el europeo: tortuoso y lento. Pero apunta, y es crucial, a un impresionante salto adelante en la construcción europea. Congratulémonos.