Opinión | Verdiales

Inés Martín Rodrigo

Inés Martín Rodrigo

Periodista y escritora

Perseverar en la alegría

Desconozco qué sucederá en las elecciones europeas. Ojalá no cunda la desafección. Espero que seamos capaces de conservar la memoria que nos ha traído hasta aquí, la histórica y la personal

Fotograma del documental 'La memoria infinita'

Fotograma del documental 'La memoria infinita' / EPE

El enfado no es un buen motor creativo. La rabia, tampoco. Pero de nada sirve evitarlos cuando es eso lo que sientes. Se trata, más bien, de canalizarlos, de encontrar el alambique adecuado para destilarlos y que así, de ese modo, surjan de ellos palabras transformadoras.

Ese estado, no colérico, pero sí fastidioso, se empezó a apoderar de mi ánimo hace justo una semana, a última hora de la noche del viernes 17 de mayo. Entonces, al echar un último vistazo al móvil antes de apagarlo con el fin de descansar de todo, también y sobremanera de él, me enteré de la muerte de Roberta Marrero (1972-2024).

Poeta, artista, creadora indómita e ingobernable, vivió su vida, la que quiso, la que eligió, para que otras pudiéramos hacer realidad la nuestra. Inés Plasencia, autora del epílogo de su último libro, el poemario 'Derecho a cita' (Continta me tienes), fue quien comunicó en las redes sociales que su amiga se había suicidado y que había dejado una nota en la que decía “I love you all” (Os quiero a todos). Tenía 52 años. No pudo más. Su salud mental se quebró. Porque el cuerpo no siempre tiene la última palabra. Así de sencillo, y de doloroso.

Marrero sublimó el arte sin despegarlo del suelo, de la tierra de la que debe nacer para trascender, e hizo de su compromiso creador una bandera para ondear con orgullo en la defensa de los derechos de la comunidad LGTBIQ+. Murió el Día Internacional contra la LGTBIfobia, esa jornada en la que los medios de comunicación, los políticos y las instituciones se interesan por un colectivo que sigue siendo agredido y discriminado los 364 restantes.

Una triste realidad, denunciada y sufrida por Marrero, y auspiciada por discursos como los que solo un par de días después tuve que escuchar, pese a que me resistí a hacerlo, en la convención que Vox organizó en el madrileño Palacio de Vistalegre. Allí, en un ambiente que recordaba terroríficamente a los mítines de Donald Trump, se dieron cita, en persona o de forma telemática, las principales voces de la ultraderecha actual: Javier Milei, Giorgia Meloni, Viktor Orbán, Marine Le Pen y un largo etcétera de radicales.

Me niego a reproducir sus palabras, a ser correa de transmisión del odio que destilan y que es responsable de ataques como el que hace unos días sufrieron cuatro lesbianas en Buenos Aires. Las mujeres compartían habitación en un humilde hostal del barrio bonaerense de Barracas y fueron víctimas de un ataque con un cóctel molotov lanzado de madrugada, según los testigos, por un hombre. Solo una sobrevivió.

Ignorancia

“Me parece muy injusto solo hablar de este episodio cuando la violencia es algo mucho más abarcativo que simplemente una cuestión contra un determinado colectivo. Hay muchas mujeres y hombres que sufren violencia y son cosas que no pueden seguir pasando”. Eso fue lo que dijo del atentado el portavoz del Gobierno de Milei, Manuel Adorni. Una ignorancia manifiesta, nada edulcorada, necia, que me recuerda a la de quienes niegan la existencia de la violencia machista o a la del concejal de Vox en la localidad valenciana de Burriana que ha vetado las películas Barbie y 20.000 especies de abejas de la biblioteca municipal por su “marcada ideología de género y LGTBI”.

Desconozco qué sucederá en las elecciones europeas. Ojalá no cunda la desafección. Espero que seamos capaces de conservar la memoria que nos ha traído hasta aquí, la histórica y la personal. La misma que la enfermedad le hurtó al periodista chileno Augusto Góngora, fallecido hace ahora justo un año. Él, que tanto hizo por recuperar los recuerdos de su país, manipulados por la dictadura, ultrajados, sufrió los últimos años de su vida alzhéimer.

Su historia de amor contra el olvido con la actriz Paulina Urrutia, que fue ministra de Cultura con Michelle Bachelet, es la protagonista del documental La memoria infinita, Goya a la Mejor Película Iberoamericana. Verlo aplacó mi enfado y mi rabia. Al terminarlo, el también chileno Vicente Undurraga me regaló, en su libro Todo puede ser (H & O Editores), una frase de Spinoza que, desde hoy y pese a todo, o quizás por todo, me comprometo a tener presente cada día: “Hacer las cosas bien y perseverar en la alegría”.