'LOTERÍA' EN EL TRANSPORTE PÚBLICO

El obituario de un cartón

Adiós 8 La tarjeta defectuosa T-50/30 que hoy expira.

Adiós 8 La tarjeta defectuosa T-50/30 que hoy expira.

CARLES COLS
BARCELONA

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De Georges-Jacques Danton se destaca siempre el aplomo con el que subió al cadalso.«Mostrad mi cabeza al pueblo, es digna de ser contemplada», le pidió Danton al verdugo instantes antes de que la guillotina pusiera fin a su vida. Es por ser fiel a ese gusto por morir con dignidad que EL PERIÓDICO entierra hoy en público, en un obituario ciertamente inusual, una tarjeta de transporte público. Se lo merece. En concreto es una T-50/30, es decir, en teoría 50 viajes en el plazo de 30 días por 37 euros si no se sale de la primera zona, pero esta es especial. Su crédito en esos 30 días de vida que hoy expiran ha sido ilimitado. Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) asegura que es defectuosa. Es un punto de vista.

La historia es así. A este diario habían llegado relatos procedentes literalmente del subsuelo de la ciudad, historias sobre tarjetas que convertían a sus dueños en hombres y mujeres tocados por la gracia de la fortuna, pero solo durante un mes. Honestamente, era muy difícil iniciar una búsqueda del tesoro sin saber dónde había que cavar, Finalmente, sin embargo, un usuario de plena confianza pero que prefiere mantenerse en la sombra del anonimato entregó su T-50/30 a EL PERIÓDICO. En el último instante pareció que el índice y el pulgar del donante se resistían a desprenderse de ella, pues a la tarjeta le quedaba aún más de medio mes de vida, pero al final la entregó para que durante los siguientes días fuera sometida al experimento de ser introducida en los tornos del metro y el bus de la ciudad sin ton ni son, ahora aquí y luego allá, sin descanso. De tanto trajín comenzó a decolorarse, pero en su interior seguía siendo la misma, una bestia inagotable.

Un portavoz de TMB asegura que la empresa no tiene constancia de que sus máquinas expendedoras de billetes se dediquen a esa suerte de lotería. Pero no niega que la leyenda pueda ser cierta. «Si no ha sido objeto de una manipulación expresa, esto solo puede ser debido a una anomalía en alguna máquina validadora. Habría que seguir el historial de la tarjeta, saber exactamente dónde se ha validado y comprobar el buen funcionamiento de cada máquina». Efectivamente, esa es la tesis del amable donante de la T-50/30.«Me ha ocurrido dos veces. Esta es la segunda. Un día vas a tomar el metro o el autobús y, de repente, la máquina deja de informarte de cuántos viajes te restan. Esa señal de que algo va mal..., bueno, en realidad de que algo va bien, de que te ha sonreído la fortuna», explica. Por algún motivo que desconoce, la máquina parece desprogramar parcialmente la banda magnética.

Epitafio a un cartón

La primera vez que le sucedió creyó que tal vez él y la tarjeta envejecerían juntos. Peor aún, que ella le sobreviviría. Pero no sin cierta tristeza descubrió que la única memoria que conservaba su T-50/30, como un replicante triste por su destino, era la fecha de caducidad. En el caso de la que entregó a este diario, el deceso está previsto para hoy.

No es fácil pronunciar una palabras en una situación de este tipo. No es porque a uno se le haga un nudo en la garganta. Es por lo absurdo de mirar con pena a un trocito de cartón con el que se han compartido tantos viajes.«Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir». La resignación con la que Rutger Hauer encara su muerte en presencia de Harrison Ford en Blade Runner es un recurso fácil para la ocasión. Hay otro. Exhibir su cabeza en público. Es digna de ser contemplada.