Nacionalismo hindú
Georgina Higueras
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India, elecciones en una democracia herida

El autoritarismo de Modi puede dar al traste con el progreso del país, bien porque no realice las reformas económicas necesarias para seguir creciendo o bien porque la falta de control sobre el radicalismo hindú deteriore la seguridad interior o exterior

 

El primer ministro indio, Narendra Modi, durante un acto de campaña en Chennai, el pasado 9 de abril.

El primer ministro indio, Narendra Modi, durante un acto de campaña en Chennai, el pasado 9 de abril. / R. SATISH BABU / AFP

Las elecciones indias, que se celebran entre el 19 de abril y el 1 de junio, son el proceso electoral más largo del mundo, con el fin de facilitar que las fuerzas de seguridad se desplacen por las regiones del país y garanticen que los casi mil millones de votantes ejercen su derecho en paz. Nadie duda de que el ganador será el primer ministro Narendra Modi y su gobernante Partido Popular Hindú (BJP). La incógnita es la dimensión de la victoria.

La fábrica de votos de Modi es el nacionalismo hindú, más que el avance económico del país (de las 10 mayores economías mundiales es la que más ha crecido en los dos últimos años). Desde que llegó al poder en 2014, aupado en una mayoría absoluta, el líder del BJP ha vaciado los principios fundacionales de India, que en 1947 quiso crear un Estado democrático y laico que acogiera en igualdad los distintos pueblos con un mosaico de lenguas, culturas y religiones.

El primer ministro se pasea por el país prometiendo libertad y bienestar, pero ha centralizado el poder hasta lo indecible, socavado la independencia de las instituciones públicas, incluido el poder judicial, amordazado los medios de comunicación social, permitido la corrupción y construido un culto a su personalidad. Modi defiende sin tapujos los objetivos ideológicos del BJP, que pretende hacer de India un país hindú, con el hindi como idioma común. 

Con una mayoría hindú superior al 80% de la población, la xenofobia de Modi es bien acogida en amplios sectores de la sociedad. Durante la campaña, no se ha privado de llamar “infiltrados” a los más de 200 millones de musulmanes y acusa al opositor partido del Congreso de “saquear las riquezas” de los hindús para redistribuirlas entre la minoría musulmana, el 14% de los 1.400 millones de indios. 

El proceso electoral se está desarrollando con normalidad y menos violencia que en otros comicios, pero el desencanto, sobre todo entre los jóvenes donde hay una alta tasa de desempleo y entre los sectores más desfavorecidos, que se sienten muy golpeados por la inflación, alienta la abstención y dificulta los planes de Modi de hacerse con dos tercios de los 543 escaños en disputa de la Lok Sahba, la Cámara baja del Parlamento indio. 

Con 180 millones de miembros -el partido más grande del mundo-, el BJP presume de haber endurecido su posición frente a Pakistán, el gran enemigo de India, con el que ha librado tres guerras desde la partición del imperio británico y la independencia de ambos países. En abril, el diario británico 'The Guardian' se hizo eco de las acusaciones de que Nueva Delhi ha orquestado al menos 20 ejecuciones desde 2020 en Pakistán. Los defensores de los derechos humanos también denuncian la larga mano del radicalismo hindú contra la comunidad india sij en Canadá (su líder fue asesinado) y Estados Unidos, el año pasado. 

Estas acciones ilegales y el encarcelamiento masivo de opositores, lejos de dañar la imagen de Modi, agrandan su popularidad. Con una diplomacia cada vez más astuta y asertiva, construye importantes vínculos tecnológicos y militares con EEUU, mientras compra sin límites gas y petróleo rusos a precios subvencionados sin que nadie ose decirle que está violando las sanciones decretadas contra Rusia. Sabe que EEUU, Rusia, China y la Unión Europea le bailan el agua, porque solo con que India siga por la actual senda se convertirá en la tercera economía del mundo en 2027.

Muchos analistas, sin embargo, subrayan que el autoritarismo de Modi puede dar al traste con el progreso del país, bien porque no realice las reformas económicas necesarias para seguir creciendo o bien porque la falta de control sobre el radicalismo hindú deteriore la seguridad interior o exterior. Sostienen que Modi ha hecho de la democracia india una gigantesca autocracia electoral que, al no abordar los graves problemas de la sociedad, generará una inestabilidad creciente. 

Sea cual sea el tamaño del triunfo del Bharatiya Janata Party, se deberá en parte a una oposición fragmentada, nepotista, y en muchos casos de carácter dinástico. Una amalgama de 28 formaciones nacionales y regionales, entre las que se incluye el Partido del Congreso –fundado por Jawaharlal Nehru, que ha gobernado India durante décadas y cuyo biznieto Rahul Gandhi, lidera la oposición--, se ha unido para hacer frente a Modi en la Alianza Inclusiva para el Desarrollo Nacional de India, cuyas siglas en inglés son INDIA. Sus expectativas son limitadas.

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