Quién piensa en los niños

¿Alguien piensa en los niños? Porque la inocencia es una página en blanco sobre la que depositamos todas nuestras esperanzas, sí. Pero también es la arcilla de la que nos valemos para moldear a nuestro antojo las voluntades de los más débiles. Y también la pantalla sobre la que proyectamos nuestras frustaciones, odios y represiones.

¿Alguien piensa en los niños? ¿En lo que desean de verdad sin sentir el peso sobre sus tiernos hombros, de la responsabilidad de seguir nuestros pasos y defender nuestras ideologías?

Porque siempre les vestimos con el traje de nuestras creencias y les obligamos a postrarse ante los mismos dioses que adoramos. Sin embargo, los ojos de la inocencia nos observan y lo único que ven es nuestro miedo, nuestro orgullo, nuestra sed de venganza, nuestro resentimiento y nuestras miserias. Y de todo eso vamos dejando testimonio en el mundo para henchirnos y vanagloriarnos de lo importantes que somos.

Nos jactamos ante ellos de nuestros postulados (los cuales catalogamos como verdades incuestionables) y nos ocupamos de señalar lo equivocados que están los que no piensan como nosotros. Ellos contemplan como atacamos y pisoteamos a los que no están de nuestro lado, mientras observan nuestros gritos, reproches, ataques de ira, nuestro fanatismo y nuestra estupidez.

Realmente... ¿alguien piensa en los niños?