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Carta de una cooperante en Ecuador: Una destrucción tan grande como la solidaridad de su pueblo

Edificios dañados por el terremoto que ha azotado a Ecuador en Los Pedernales.

Edificios dañados por el terremoto que ha azotado a Ecuador en Los Pedernales. / AP / GUILLERMO GRANJA

Esta carta la escribe una persona que ha vivido cuatro años en este hermoso país, Ecuador, y que ahora que no puede estar allí para echar una mano. Quiero recordarle al mundo que Ecuador nos necesita más que nunca, que  no podemos darle la espalda a un país y a una gente que, vengas de  donde vengas, te recibe siempre con una sonrisa y con los brazos abiertos.

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El pasado sábado 16 de abril, a las 18.58 estaba en Quito. Sentí la tierra temblar con una fuerza despiadada y sin previo aviso. Estaba en la séptima planta de un edificio. Tras unos segundos de pánico, bajé por las escaleras hasta la calle. Allí me abracé con mi compañera de piso. La tierra dejó de temblar pasado 1 minuto. Mis  piernas siguieron temblando durante muchos minutos más. Al día  siguiente tenía mi vuelo para volver a España. Y aquí estoy. 

Para todos los ecuatorianos y ecuatorianas, los seísmos son parte de su vida cotidiana ya que este país se encuentra en una zona de alto riesgo. Pero el terremoto del pasado sábado, de 7,8 grados y que, según fuentes oficiales del Instituto Geofísico, se originó en la  llamada 'zona de subducción' en la que chocan la placa de Nazca y la  plataforma continental suramericana, se ha llevado la vida ya de 587 personas, dejando a 8.340 heridas y 155 desaparecidos, según la  Fiscalía Ecuatoriana. 

La destrucción ha sido tan grande como la solidaridad del pueblo ecuatoriano. Desde el primer momento, y una vez asumida la catástrofe,  todo el pueblo de Ecuador ha paralizado sus actividades diarias para volcarse en ayudar a los damnificados de esta tragedia. Médicos, enfermeros, psicólogos, voluntarios de todas las partes del país dejaron sus quehaceres y empezaron a movilizarse para recaudar  productos de primera necesidad, carpas, mantas, agua, comida, y todo  aquello que pudieran, con el objetivo de hacérselo llegar a sus  compatriotas más afectados por la tragedia. El país entero se ha  volcado en ayudar a los que más están sufriendo por este  acontecimiento que, una vez más, están siendo los más humildes y los  que menos tienen.

Además, organizaciones, tanto nacionales como internacionales han  reaccionado enseguida y se han movilizado hasta el lugar del desastre  para apoyar y ayudar en las labores de rescate, enviando contingentes  al lugar de la tragedia. Hoy por hoy, una semana después de que la  tierra temblara en Ecuador, la ayuda persiste, sigue llegando, pero  aún es insuficiente.

Ecuador es como mi segundo hogar; es un país donde he aprendido que  la vida hay que disfrutarla, que las personas son buenas por naturaleza, y que al final, con lo que te quedas es con el cariño de  la gente que te encuentras en el camino. Cuando llegué, hace cuatro años, no conocía mucho sobre Ecuador. Para muchos como yo, las referencias más próximas eran las de los miles de ecuatorianos que  vinieron a España en busca de una vida mejor. Sin embargo, para mi  sorpresa, desde que puse un pie en este pequeño país de Sudamérica,  todo lo que me ha pasado han sido experiencias positivas. En Ecuador,  solo te pasan cosas buenas porque es un país donde su gente  te hace  sentir como en casa.

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