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Carta de un refugiado sirio: "Por favor, dadnos asilo en España"

Varios voluntarios ayudan a un grupo de refugiados a llegar a la costa, en la isla griega de Lesbos.

Varios voluntarios ayudan a un grupo de refugiados a llegar a la costa, en la isla griega de Lesbos. / AP / PETROS GIANNAKOURIS

Me dirijo a ustedes porque sé que España es un país de derecho, comprometido a respetar la ley internacional, y la dignidad de todas las personas. Mi nombre es Mohamad Alshaar y temo por la vida de mi familia. Soy sirio, de la ciudad de Latakia, y tengo 22 años. Soy un refugiado y con esta carta quiero pedir que se nos permita hacer una demanda de asilo en España. Llegué a Grecia con mi hermana Fatima Alshaar y su marido Mostafa Abdo (24). Queremos solicitar asilo en España porque ella está embarazada y, tras 4 meses en un campo de refugiados en condiciones inhumanas, los médicos temen por su salud y la de su hijo. En esta situación de vulnerabilidad solo me queda esperar que se me conceda el derecho a pedir asilo, un derecho básico en la DUDH.

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Solo pedimos es recuperar una vida digna, un futuro. Me gustaría continuar mis estudios de ingeniero en España, que fueron interrumpidos por la guerra. Hablamos inglés, árabe, y en el campo de refugiados estamos aprendiendo español con los voluntarios.

Esta es nuestra historia. En el 2011, con el inicio de la guerra en Siria, nos vimos obligados a abandonar nuestra ciudad natal, Latakia, para hacer el servicio militar obligatorio en el ejército sirio. Conseguimos escaparnos y volver a Latakia, que en esos momentos estaba bajo control del Ejército Libre de Siria. No tuvimos más opción que unirnos a los rebeldes. Cuando la ofensiva del Gobierno empezó, las bombas dejaban docenas de muertos por las calles. La mayoría de víctimas eran mujeres, ancianos y niños.

Aguantamos cuatro años y medio allí, pero cuando Rusia entró en la guerra, sus bombardeos arrasaron la ciudad. Nuestra casa en Latakia fue destruida, y nosotros heridos. Para salvar nuestras vidas, nos vimos obligados a irnos a Turquía. Los traficantes nos hicieron caminar durante seis horas, en la oscuridad. Era peligroso porque las tropas turcas disparaban a todo aquel que intentara cruzar la frontera. Finalmente, llegamos a Izmir, desde donde los traficantes nos llevaron a Grecia en una lancha inflable. Nos cobraron 1.000 euros por persona, a obligaron a subir a la barca mucha más gente de la que cabía (éramos 50). Sabíamos que cientos de refugiados habían perdido la vida haciendo el mismo trayecto que íbamos a hacer. Fue muy peligroso, había grandes olas. Afortunadamente, llegamos a la isla de Chios. Tras pasar por el departamento policial, nos llevaron a Atenas, desde donde fuimos trasladados al Campo de Refugiados de Ritsona.

Llevamos cuatro meses aquí, estancados en Grecia, tratados como animales. Las condiciones en el campo son muy malas en todos los aspectos: comida, agua, baños, aseos, ropa. Es inhumano. Hace tanto calor que no podemos dormir, pero mucho peor será el frío. También es peligroso, serpientes, escorpiones y arañas venenosas entran en el campo y no hay servicios médicos por la noche. Así es como vivimos, o mejor dicho, sobrevivimos. Porque esto no es vivir. Mi hermana Fatima y su bebé no pueden vivir en estas condiciones. No podemos volver a Latakia porque la ciudad está bajo control del gobierno y nosotros estamos fichados como traidores.

Por favor, permitidnos pedir asilo en España.

Esta carta ha sido traducida y transcrita por Laura Franco, tras trabajar como voluntaria durante dos semanas en los campos de refugiados de Ritsona y Oynofita.

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