tú y yo somos tres
Felipe y el bonsái
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
FERRAN MONEGAL
Otra buena sesión deJordi Évole enSalvados (La Sexta). Buenas preguntas, y afilada retranca envuelta en ese aire de ignorante despistado que le da siempre aÉvoleunos resultados excelentes. Más peliagudo, en cambio, ha sido el papel, la imagen, que ha transmitido su entrevistado, Felipe González. El encanto, la seducción, el hechizo que siempre concita este político, en esta ocasión quizá no ha sido tan redondo y atrayente. Por ejemplo, cuando parapetado en su coche oficial sacó los Cohiba, puros que le sigue mandandoFidel Castrode regalo.Jordi le preguntó si consideraba aFidel un dictador. Contestó que sí, que eso era innegable. YJordi repreguntó:«¿Y por qué acepta usted entonces regalos de un dictador?». ¡Ahh! Hizo entoncesFelipeuna finta muy ingeniosa. Dijo que eso, precisamente eso, le preguntó una vezRonald Reagan, y que le contestó que a él también le extrañaba que el presidente de EEUU se pasease por los jardines de la Casa Blanca del brazo del presidente de China, otro nefasto dictador. Hombre, sin duda fue una buena respuesta paraReagan, pero muy mala anteÉvoley su audiencia: la técnica del¡y tú más! o¡Reagan más! no redime a quien pretenda usarla como estrategia exculpatoria. Otro momento resaltable fue cuandoFelipevolvió a exteriorizar aquel monólogo interior que ya contó años atrás hablando del terrorismo de Estado:«Yo podía haber volado la cúpula de ETA, pero no lo hice. Habría salvado 200 muertes inocentes». O sea,lo que pude haber hecho pero me negué a hacer. ¡Ah! Es un sentimiento poliédrico: por un lado, como estadista, es virtuoso; por otro, como ser humano, debe generar un dolor inmenso. PeroFelipe, inmediatamente, citó aObamacomo contraposición, o como situación a la inversa. Dijo queObama liquidó aOsamabin Laden, la cabeza de Al Qaeda. O sea, que él ignoró el Estado de Derecho, y yo no.
El mejor instante, el más irónico, a mi juicio fue en el Jardín Botánico. Felipeseñaló un bonsái y exclamó:«Mira qué belleza. Es un acer palmatum. Estos arrancan rojos. Luego se ponen dorados en otoño». ¡Ahhh!Jordino desperdició la magnífica oportunidad que le acababa de servir en bandeja. Mirando el arce japonés, preguntó al expresidente:«Eso a algunos socialistas también les pasa ¿verdad? Arrancan rojos y acaban... doradillos». No lo exteriorizó, pero yo creo queFelipeen ese instante quedó un pocotouché.
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