Curiosos con salabre
SOS de los anfibios en los parques: aumentan las capturas de ranas y renacuajos
Niños con salabres y perros alteran la vida natural en los estanques urbanos
La hormiga loca reaparece en Barcelona: ya se expande por Montjuïc y la plaza de Catalunya
Guillem Costa
Mientras Sergi García expone los secretos de la fauna urbana de Barcelona, un jardinero entra en una de las salas del vivero municipal de plantas Tres Pins, en Montjuïc, donde tiene sus taquillas parte del personal de Parcs i Jardins. Primero, escucha las explicaciones del experto con atención. Al cabo de poco, tuerce el gesto y abre la boca, sin atreverse a interrumpir.
García, presidente de la entidad Galanthus, se percata y le deja de hablar para que intervenga. El trabajador municipal recoge el guante y procede: "Ayer estuve en los jardines de Mossèn Cinto Verdaguer. Hay niños y niñas con salabres cagiendo ranas y renacuajos para llevárselos a casa. Además, la gente entra con perros. Y es delicado, porque es época de cría. A lo mejor se debería hacer algo".
El ambientólogo asiente, dolido, y le da la razón: "Sí, cerrar el parque un par de semanas no sería descabellado". ¿Pero por qué tanta preocupación? En estos jardines existe una destacada presencia de anfibios. Conviven tres especies: la rana común, la ranita meridional y el sapo partero. Por la noche, tanto en este parque como en las charcas del vivero municipal, gestionadas por Galanthus, resuena por todas partes una orquesta de ranas y sapos parteros.
El problema es que, además de especies exóticas como las carpas doradas, los 'goldfish', los humanos se han convertido en una nueva amenaza para los anfibios. Igual que cuando una tortuga careta pone huevos en una playa la gente va aprendiendo que hay que salvaguardar el nido, lo mismo debería ocurrir con los renacuajos y las puestas de estas especies acomodadas en los estanques barceloneses.
"Ya hay carteles, pero falta conocimiento. La fauna salvaje se adapta constantemente a los obstáculos humanos. No debería ser tan difícil que nosotros nos adaptáramos un poco a ella", propone. "No podemos pretender tener ciudades permeables para la fauna si les complicamos la vida a los que ya viven en ellas", advierte.
Por este motivo, García intenta difundir la importancia de estos animales y facilitarles el día a día: "Durante la sequía de 2008, vaciamos las charcas y empezamos a dedicarnos a la conservación de los anfibios, además de promover la retirada de peces y tortugas exóticas".
Silencio deltaico
Sin embargo, García reconoce que las acciones bienintencionadas no siempre son las más útiles: "A veces, colocar un comedero para las aves puede facilitar el contagio de enfermedades porque todas acuden al mismo punto". Lo mismo puede ocurrir con los 'hoteles de insectos', esas construcciones para que los polinizadores se instalen.
Pero si tiene que escoger, considera que es mejor promover este tipo de actitudes que actuar como si los anfibios, pájaros, reptiles o mamíferos no estuvieran ahí. ¿Cómo puede ser que se escuchen más ranas en los parques de Barcelona que en el delta del Llobregat, que debería estar repleto de ranas y renacuajos? "En los jardines de la ciudad apenas se usan pesticidas y el agua del freático a menudo tiene mejor calidad que la de los espacios protegidos del delta", denuncia el presidente de Galanthus.
Llama a la consciencia ecológica para que conservar desde las ranas de Mossèn Cinto hasta los erizos y ardillas de Montjuïc y Pedralbes. "Cuando los dejemos de ver por la ciudad, significará que los siguientes seremos nosotros", insinúa sonriente el jardinero que dio el aviso.
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