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20 años después del 'pezongate', las tetas de las mujeres siguen siendo tabú

¿Por qué las jóvenes ya no hacen toples?

El desnudo de Amaral: ¿por qué el pecho de las mujeres tiene aún connotación de provocación?

La secuencia del 'pezongate' en la Superbowl 2004, con Janet Jackson y Justin Timberlake

La secuencia del 'pezongate' en la Superbowl 2004, con Janet Jackson y Justin Timberlake / ARCHIVO

Juan Fernández

Juan Fernández

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La final de la liga de fútbol americano tiene fama de ser el acontecimiento que más ojos pega a la pantalla de un televisor, no solo de Estados Unidos, sino del mundo entero. No en vano, las marcas pagan alegremente auténticas millonadas por aparecer en sus intermedios. Sin embargo, la Super Bowl de 2004, que se celebró el 1 de febrero, no pasó a la historia por motivos deportivos ni publicitarios, sino por un accidente que ocurrió durante el descanso.

Al final de la actuación con la que Janet Jackson y Justin Timberlake amenizaban la espera, el cantante remató su baile tirando del top de la solista, pero en vez de dejar a la vista el corsé que llevaba debajo, lo que vieron durante un segundo los 140 millones de telespectadores que seguían el partido, fue la teta derecha de la artista y el broche de pedrería que cubría su pezón.

El incidente podría haber pasado desapercibido o, a lo sumo, haber alcanzado la categoría de anécdota, pero ese día la Comisión Federal de Comunicaciones norteamericana recibió 540.000 llamadas de otros tantos espectadores escandalizados por haber tenido que ver sin su permiso un pecho femenino, y la cadena CBS, responsable de la retransmisión del encuentro, acabó pagando una multa de medio millón de dólares por los daños morales ocasionados a la audiencia. Desde entonces, todos los eventos en directo que ofrece la tele en Estados Unidos se emiten con un retraso de varios segundos para que el realizador tenga tiempo de cambiar de plano si una teta de mujer vuelve a asomar de repente ante una cámara.

Mojigatería

El recuerdo del ‘pezongate’ (‘nipplegate’ en inglés) -término con el que acabó siendo etiquetado el lance, como si se tratase de una crisis diplomática internacional- genera hoy reacciones de condescendencia: total, pasó en Estados Unidos, país conocido por la mojigatería que desprende la parte más conservadora de su sociedad, y ocurrió hace 20 años, al otro lado del #metoo y de todos los pasos al frente dados por el feminismo para conseguir que las mujeres –y sus cuerpos- gocen de los mismos derechos que los hombres. Sin embargo, las noticias protagonizadas por los pechos femeninos en nuestro país en los últimos meses ponen en duda esa sensación de avance.

Al menos, no la comparte la cantante Rocío Saiz, que vio cómo un policía local de Murcia la sacaba a empujones del escenario de las pasadas fiestas del Orgullo por mostrar su torso desnudo en plena actuación. Ni Eva Amaral, que protestó contra la censura sufrida por Saiz emulándola a los pocos días en el festival Sonorama, con su consiguiente revuelo mediático. Ni Ione Belarra, que recibió una lluvia de mofas y reproches en las redes sociales por acudir a un acto público de Podemos sin sujetador y marcando pezones bajo la blusa en febrero de 2023. En verano, el Govern de Generalitat se vio obligado a recordar a los ayuntamientos catalanes que no pueden prohibir el topless en las piscinas municipales, tras recibir las quejas de varios colectivos de mujeres que denuncian situaciones de desigualdad en el trato del desnudo en los espacios públicos. 

“No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas”. 20 años después del ‘pezongate’ de Janet Jackson, las dudas que plantea Rigoberta Bandini en su canción ‘Ay mamá’, de 2022, no suenan a recurso retórico. “No solo no hemos avanzado, sino que hemos ido para atrás”, sostiene la publicista Patricia Luján, autora de ‘Pechos fuera’, el libro-manifiesto que publicó en 2020 para protestar contra el tabú que hoy sigue imperando sobre el desnudo femenino. En su opinión, esta “involución” tiene explicaciones políticas. “Vivimos una ola de neoconservadurismo que ha surgido como reacción a los avances logrados por el feminismo. Hoy hay hombres que se atreven a censurar desnudos de mujeres que hace años no parecían molestarles. Lo preocupante es que esto está afectando, sobre todo, a los más jóvenes”, apunta la activista.

Redes sociales

En 2004 no había redes sociales, pero hoy todo se cuece, se juzga y se decide en las nuevas plataformas de comunicación, donde se da la paradoja de que está permitido publicar mensajes misóginos, pero no es posible mostrar un pezón femenino. “La censura de ese trocito de nuestro cuerpo recuerda a cuando no podíamos mostrar los tobillos. En el fondo, es la misma forma de controlarnos y decirnos que somos seres inferiores”, reflexiona Emma Shapiro, artista norteamericana afincada en Valencia y autora de proyectos artísticos como Exposure Therapy, donde señala la “hipocresía” con que las redes tratan el desnudo femenino. “Las artistas que trabajamos con nuestro hemos tenido que adaptar nuestras obras para eludir la censura, o ser invisibles”, denuncia la creadora.

Pedro Almodóvar logró hacerle frente: el cartel de su última película, ‘Madres paralelas’, de 2021, mostraba un pezón lactante y fue inicialmente vetado en Instagram, pero al final fue readmitido por tratarse de “una obra artística”. Capítulo aparte quedan las imágenes históricas: una de las fotos más emblemáticas de la transición es la que muestra a la vedete Susana Estrada con un pecho al aire en el momento de recoger un premio de manos del político Enrique Tierno Galván. La captó la fotógrafa Marisa Flórez en 1978 y ha aparecido en libros y exposiciones, pero cuando Televisión Española la subió a su perfil de Instagram en 2021 con motivo de un programa sobre los años 70, la plataforma la eliminó por “contenido sexual”.

El arte, al igual que la lactancia materna, las masectomías o las personas no binarias, enfrentan a diario a los reguladores de las redes sociales a un dilema que conduce al absurdo: ¿por qué unas tetas sí, y otras no? “Esta discriminación es otra forma más de violencia machista”, responde Luján. “Mientras no podamos mostrarlas como los hombres, no habrá igualdad”, concluye Shapiro.

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