Violencia juvenil

Anatomía del vandalismo multitudinario: "La violencia se ha normalizado entre los jóvenes"

Preocupación en Interior por el vandalismo en Molins, Manresa o Vic: "No son peleas puntuales, son muy similares"

Los Mossos detienen a una persona por los disturbios de la fiesta mayor de Molins de Rei

Un grupo de vándalos irrumpió en el comercio y quemó un coche antes de enfrentarse a los Mossos d'Esquadra en Molins de Rei (Barcelona)

Un grupo de vándalos irrumpió en el comercio y quemó un coche antes de enfrentarse a los Mossos d'Esquadra en Molins de Rei (Barcelona) /

Olga Pereda

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Centenares de jóvenes encapuchados lanzan objetos de madrugada contra la policía y provocan daños en varias tiendas en Molins de Rei (Baix Llobregat) durante su fiesta mayor. Los chavales muestran una actitud muy violenta e, incluso irrumpen y roban en varios comercios antes de enfrentarse a los mossos. 

En Manresa, los Mossos d'Esquadra detienen a 11 chicos (solo tres eran mayores de edad) tras una brutal pelea a puñetazos entre dos bandas. Mientras, armados con navajas, dos grupos de la comunidad hindú protagonizan en Vic (Barcelona) otro enfrentamiento violento.

Estos tres capítulos de violencia extrema -que recuerdan a lo ocurrido el año pasado en Barcelona durante las fiestas de la Mercè- han tenido lugar en solo una semana. La Conselleria d'Interior reconoce que no son broncas puntuales sino un fenómeno en toda regla. "Esto sobrepasa el ámbito local. Necesitamos una reflexión como país", reconoce el alcalde de Molins, Xavi Paz.

Distintos tipos de violencia

¿A qué responden entonces estos altercados? ¿Son bandas organizadas? ¿Se trata de una reacción nihilista espectacular y viralizable? ¿De un síntoma más de la falta de límites? ¿Están los jóvenes expresando un malestar, como ha sucedido en Francia, sobre sus nulas expectativas de futuro? De hecho, en las tres batallas campales han estado implicados jóvenes de origen migrante. Entonces, ¿en qué medida influye en estas explosiones el factor migratorio y la falta de horizontes y referentes que a menudo acusan?

Para poder realizar un diagnóstico y poner encima de la mesa posibles soluciones, Esteban Ibarra, presidente de Movimiento contra la Intolerancia, pide a la policía que especifique de qué jóvenes estamos hablando. “No es lo mismo la violencia de un grupo de ultras de fútbol, que la de las bandas de grupos étnicos o la de los fiesteros macarras”, explica.

Ibarra, que subraya que todo apunta a que estemos delante de bandas interétnicas, deja claro que la raíz del problema es "la normalización y la interiorización de la violencia", un denominador común de toda la juventud con independencia de su origen.

Rechazo al otro, narcisismo e impunidad

Otros dos ingredientes que, según Ibarra, han incendiado la mecha son el clima de intolerancia y rechazo al otro. También la impunidad (se saben impunes al ser tan jóvenes), el narcisismo (todo lo graban en el móvil y lo muestran en redes sociales) y el poder que les da saberse dentro de un grupo.

"Faltan políticas públicas de juventud contra la violencia", afirma Esteban Ibarra, de Movimiento contra la Intolerancia

Ibarra considera que estamos delante de un problema poliédrico, con vertiente social, familiar y política y critica "la falta de políticas públicas de juventud contra la violencia". “Urge tener más pedagogía para inculcar el respeto al otro y para dejar de normalizar la violencia”, concluye.

La intolerancia, el rechazo al otro, la impunidad, el narcisismo y el poder del grupo son otros elementos que prenden la mecha

¿Grupos organizados?

Al igual que el presidente del Movimiento contra la Intolerancia, Alejandro Rodrigo, orientador familiar con amplia experiencia en un centro de internamiento en régimen cerrado, pide a las autoridades catalanas que ofrezcan más información sobre los jóvenes violentos detenidos estos días para saber si se trata de grupos previamente organizados. “No es lo mismo y no se puede abordar igual el problema que genera una banda que el conflicto que provoca un macarra que ha bebido más de la cuenta y consigue que otros chavales le sigan de forma puntal. Con los segundos tiene que haber respuesta moderada a los hechos y también medidas psicológicas, educativas y sociales. Con los primeros, con las bandas organizadas, solo hay una posibilidad: la contundencia”, sentencia.

"No se aborda igual el problema de una banda que el que provoca un macarra que ha bebido y logra que otros chavales le sigan de forma puntal"

Acostumbrado a trabajar con jóvenes violentos y autor de 'Adolescencias reales desde dentro' (Plataforma editorial), Rodrigo explica que, en la actualidad, estos grupos organizados no tienen una sola nacionalidad sino que son heterogéneos y entre sus filas también hay jóvenes españoles. “Cualquiera es susceptible de entrar en una banda”, explica el orientador y el divulgador.

Como las sectas

Por su experiencia, Rodrigo sabe que las bandas funcionan igual que las sectas. “Es difícil entrar y es más difícil todavía salir. Se da el chantaje emocional, simulan que están dando su vida por ti. Te metes en el pozo y ya estás en deuda con ellos”, resume.

Las bandas, añade Rodrigo, siempre buscan la violencia. “Cuanto más violento seas, más estatus tienes. Se enfrentan con todos, da igual que sea un comercio, el mobiliario urbano, la policía o los miembros de otras bandas”, destaca el experto.

"Muchos chicos proceden de familias desestructuradas en sentido amplio: también hay hogares de alto nivel socioeconómico que no están acompañando a sus hijos como deberían", afirma el psicólogo Roger Ballescà

Rodrigo añade que muchos chavales que pertenecen a grupos organizados y violentos se caracterizan por tener un bajo nivel socioeconómico, pertenecer a familias disfuncionales o ámbitos de marginalidad. Su violencia es, digamos, su forma de ser. O su razón de ser. “Los chavales de grupos violentos están enajenados. Cada vez se nutren de niños más pequeños porque se saben impunes”, concluye.

El proyecto de éxito islandés

Al igual que los otros dos expertos, el psicólogo infantojuvenil Roger Ballescà asegura que, antes de poner encima de la mesa posibles soluciones, es imprescindible disponer de un buen diágnostico de la situación. En su opinión, en los últimos episodios violentos se explican tanto por causas individuales como familiares. "Muchos chicos proceden de familias desestructuradas, pero no en el sentido clásico de la palabra, ya que también hay hogares con alto poder ecnómico que, sin embargo, no están acompañando a sus hijos como deberían. Un aspecto crucial es la falta de límites, algo que también se comprueba con los problemas que tienen los profesores de instituto para gestionar la autoridad en clase".

Ballescà menciona el abandono y el fracaso escolar como parte del problema y reclama tomar nota de proyectos llevados a cabo en otros países para trabajar con la juventud. El experto menciona la iniciativa de Islandia, que mejoró los datos de drogadicción y delincuencia juvenil con un plan en el que organizó actividades deportivas y culturales para "ofrecer a los chavales una vía para sentirse útiles y competentes en espacios positivos".

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