Alimentación saludable

"He probado unas 100 dietas milagro y, si perdía cuatro kilos, engordaba 10"

Perder peso rápido, no caigas en las dietas milagro

Reino Unido pide a las revistas vetar las dietas milagro

Felicidad Moliner

Felicidad Moliner / Jaime Galindo

Patricia Martín

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Dos de cada diez españoles admiten que hacen dietas milagro, que son las que prometen resultados espectaculares en poco tiempo y sin demasiados esfuerzos, y que en muchas ocasiones van asociadas a la compra de complementos alimenticios. Dos de esas personas explican a EL PERIÓDICO sus malas experiencias con este tipo de regímenes, el efecto rebote y la ganancia de kilos que conllevan, así como la frustración que dejan tras de sí.

Felicidad Moliner: "Las dietas me provocaban sentimiento de culpa y tristeza porque no lograba adelgazar"

Felicidad Moliner ha probado decenas de dietas milagro, pero sin éxito. En la imagen, enseña varios de los alimentos que hay en su cocina.

Felicidad Moliner ha probado decenas de dietas milagro, pero sin éxito. En la imagen, enseña varios de los alimentos que hay en su cocina. / Jaime Galindo

Felicidad Moliner tiene 58 años y vive en Zaragoza. Desde muy pequeña, dice, “ha tenido problemas con la comida”. Notaba que sus amigas, a la hora de la merienda, a veces decían que estaban llenas y ella siempre quería “comer y comer sin parar”. Hasta tal punto que, con 13 años, hizo su primera dieta. Desde entonces ha probado más de 100 regímenes y terapias, desde el ayuno intermitente a la acupuntura, pasando incluso por dietas inventadas. A partir de los 18 años se volvió una “obsesa de la báscula” y acabó sufriendo anorexia. De lunes a viernes, recuerda, apenas ingería nada. Pero "el domingo, como era el día de fiesta”, se pasaba “comiendo 24 horas, bolsas grandes de patatas u otras cosas sin parar", de forma que los lunes, explica, se encontraba mal.

Sin embargo, explica, lo peor llegó cuando se casó. Pasó de pesar 58 a 140 kilos, debido a que cambió completamente de vida. De trabajar en tiendas, preocuparse por su aspecto e ir al gimnasio, pasó a vivir en el campo y convivir con una persona “tóxica”. “Mi falta de autoestima me hizo elegir ese tipo de vida”, relata. Al ganar tanto peso siguió probando dietas o terapias, pero “perdía cuatro kilos y luego ganaba 10 porque, al dejar la dieta, no podía parar de comer”. Y aquello le provocaba “agresividad, ansiedad, diarreas, estreñimiento, cansancio, apatía, sentimiento de culpa y tristeza”. “Mi familia no sabía qué hacer conmigo, tan pronto estaba llorando como contenta. Llegué a probar unas gotas que me recomendaron en un gimnasio que hacían que me durmiera por las esquinas, incluso estando con mis hijos”, relata.

Finalmente, el endocrino le indicó que su problema no era físico, sino psíquico. Con 30 años le diagnosticaron adicción por la comida, un dictamen que en un primer momento provocó que se aislara y siguiera comiendo sin fin, hasta que, gracias a los consejos de psiquiatras y psicólogos -y a los grupos de ayuda para personas con su trastorno alimenticio- ha conseguido ver la luz al final del túnel.

“Siempre he sido una persona que empezaba las cosas pero no las terminaba y ahora he logrado finalizar el primer curso de la universidad”, explica, contenta. Además, lleva “seis meses de abstinencia”, sin probar bollería, alimentos muy salados o el pan, que para Felicidad son “una adicción igual que para el alcohólico una cerveza”.  

Jesús Javier Díaz: "Con las dietas buscaba el santo grial, algo que me cambiara el metabolismo"

Jesús Javier Díaz ha probado varias dietas milagro sin resultados y ahora preside Asepo, Asociación Nacional de Personas Obesas.

Jesús Javier Díaz ha probado varias dietas milagro sin resultados y ahora preside Asepo, Asociación Nacional de Personas Obesas. / El Periódico

Jesús Javier Díaz (50 años, Málaga) comenzó a ganar peso de pequeño, "con 7 u 8 años", porque sus padres, a causa de la posguerra y la escasez de alimentos, relacionaban la corpulencia con un signo de bienestar. “Si hacían cocido, me decían que me lo tenía que acabar todo, comía en exceso”, recuerda. No obstante, cuando vieron que llegó al sobrepeso, lo llevaron al pediatra. "Pero hace 40 años el sobrepeso no se veía como un problema -afirma-. Aún hoy hay médicos que llaman sobrepeso a la obesidad, o te dicen que te sobran unos 'kilitos', pese a que la obesidad es una enfermedad y hay que denominarla así y buscar un tratamiento específico”.

"Tuve efecto rebote, conseguí recuperar el peso perdido y más"

Jesús Javier ha hecho dietas desde muy joven. “No sé numerar cuántas, pero decenas. Sobre todo las populares, la de la piña, el melocotón, el sirope de arce, todas las que se basan en un único alimento, normalmente duran pocos días porque la pérdida de peso es muy fuerte -explica-. Sin embargo, como no tomas alimentos esenciales, al final te debilitas, sientes mareos y cansancio. También he sufrido el efecto rebote: recuperaba el peso perdido y más”.

El problema, afirma, es que las personas con obesidad buscan “en las dietas el santo grial, algo que me nos cambie el metabolismo con un poquito de esfuerzo, para después continuar con nuestros hábitos insanos y no engordar”. Sin embargo, admite que fallar una y otra vez daña “la salud emocional”. “Sentía frustración, dolor, te sientes desahuciado, porque has probado de todo y nada funciona”, denuncia.

Por ello, Jesús Javier es partidario de que el Gobierno “prohíba por ley” a las empresas que promueven dietas milagro que no se sustentan en la evidencia científica. “Se aprovechan de la gente, también las revistas que promocionan las dieta de famosos que no tienen supervisión médica”, subraya.

Jesús Javier indica con contundencia que “el riesgo que de las personas con obesidad es el desconocimiento”. Por ello decidió crear la Asociación Nacional de Personas Obesas (ASEPO) con el fin de ayudar a personas en su situación y ofrecer respuestas. El colectivo reclama que las personas con obesidad sean atendidas en los centros de Atención Primaria por equipo multidisciplinares formados por médicos, nutricionistas, médicos deportivos y psicólogos o psiquiatras.

Pero la reclamación, de momento, ha caído en saco roto. Solo Galicia y Catalunya están implantando la figura de los nutricionistas en los centros de salud. El resto de comunidades van por detrás y las unidades multidisciplinares solo existen en algunos hospitales, no siempre con los recursos suficientes, pero sí con listas de espera.  

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