Denunciado por la Fiscalía
La familia de un fallecido por salmonela en el Geriàtric Aragó: "Nos sentimos engañados"
La mujer e hija de uno de los ocho ancianos fallecidos por salmonelosis, que supieron del brote por las informaciones de este diario, estudian personarse en la causa para cerrar el centro: "Que siga abierto es un acto de impunidad contra el maltrato a los ancianos"
El fiscal denuncia al geriátrico Aragó, de Barcelona, por la muerte de ocho ancianos por salmonela
El geriátrico Aragó seguía sumido en caos y suciedad meses después del brote mortal de salmonela
J. G. Albalat
Redactor
Ha trabajado en el Diario de Barcelona, El País y AVUI. Desde hace años en El Periódico cubriendo los acontecimientos judiciales. Premios Ortega y Gasset, Save the Children, Ramon Barnils y Josep Maria Planes por la investigación del 'caso Maristas' sobre abusos sexuales en los colegios. En el 2016, mención honorífica de la Generalitat en el Día de la Justicia. Colaborador de publicaciones jurídicas. Profesor asociado Master de Criminología de la Universitat de Barcelona.
Elisenda Colell
Redactora
Periodista de desigualdades y exclusión social crecida en la redacción de informativos de la Cadena SER en Catalunya. Nací en Viu Comunicació y Cugat.cat.
A finales de agosto de 2022, la residencia Geriàtric Aragó, ubicada en el Eixample de Barcelona, recibió un ramo de flores. Lo enviaban la mujer y la hija de un hombre que había fallecido en el centro. "Pensábamos que estuvo bien cuidado... y lo quisimos agradecer", explica la hija, que pide permanecer en el anonimato. Ahora, al recordar ese momento, la rabia les embarga. "El geriátrico nos engañó, no supimos del brote de salmonelosis hasta que apareció en las noticias", asegura la viuda. Su marido fue el segundo anciano muerto en el geriátrico a raíz de un brote que acabó con la vida de ocho residentes y cuyas "malas prácticas", acreditadas por la Agència de Salut Pública de Barcelona, derivó en una denuncia de la fiscalía.
El 29 de julio de 2021, madre e hija decidieron ingresar al hombre, de 83 años, en el Geriàtric Aragó. "Antes vivía en casa. Tenía alzhéimer, pero era bastante autónomo y yo le cuidaba. Hasta el día que se cayó de la ducha", relata la viuda. El hombre había tenido un ictus, ingresó en un hospital y más tarde fue derivado a un centro sociosanitario de Barcelona. Perdió la movilidad, se quedó en silla de ruedas, y el sociosanitario les recomendó que entrara en un geriátrico. "Yo no estaba capacitada para cuidarlo más", sigue la mujer.
El hombre accedió a una plaza pública porque ya estaba valorado con dependencia severa (grado 2). "El recibidor del centro era el único lugar donde podíamos entrar. Y estaba bien, muy limpio", relatan. La esposa iba a visitarle cada dos días. "Te obligaban a pedir cita previa, te hacían el test de antígenos y teníamos prohibido subir a las habitaciones", afirma. Nunca llegaron a ver la habitación, ni la planta donde vivía el anciano.
"Piensas que está bien atendido"
De las visitas durante aquel año recuerdan que algunos días el hombre llevaba ropa de otras personas. También que siempre tenía la boca sucia, con sarro y restos de comida. "Les insistíamos que le lavaran los dientes, traía flúor... a veces lo hacían, otras no", dice la viuda. "Yo sufría porque pensaba que le dolería la boca", añade la hija. También recuerda una excursión a Segur de Calafell, donde, según ella, residía la directora del centro. "Fue un desastre, no había personal, yo llevaba las sillas de ruedas de dos abuelos".
Lo que ninguna olvida es el proceso de adelgazamiento del hombre. "A medida que fueron pasando los meses lo- veíamos más delgado. Nos pedían complementos vitamínicos, leche en polvo para bebés enriquecida, pero yo no sé si se lo daban", duda ahora la mujer. "En realidad no te das cuenta en el momento porque piensas que está bien atendido", se culpa hoy la hija.
Todo marchaba con cierta normalidad hasta el domingo 7 de agosto de 2022. "Fui a verle a la residencia y, como siempre, fuimos a tomar algo. Pero me di cuenta de que mi marido había dejado de hablar", asevera la viuda. Algo poco habitual, señala. Ella se lo advirtió a un empleado del geriátrico. "Me dijo que tenía fiebre . una infección de orina y que le habían dado antibióticos". ...
"Era un esqueleto"
Al día siguiente el hombre no mejoró. El 8 de agosto, el geriátrico llamó a la mujer para explicarle que le habían trasladado al Hospital Sant Pau. "Desde que entró a la residencia no lo había vuelto a ver desnudo. En el hospital me di cuenta de que era un esqueleto, todo piel y huesos, cuando él era un hombre muy corpulento", recuerda la mujer con los ojos llorosos.
No fue el único 'shock' en Sant Pau. "De repente, en la habitación, los sanitarios colocaron una tarjeta roja en la puerta y nos dijeron que lo cambiaban de habitación", explica la hija. "El médico nos dijo que se había infectado con una bacteria muy fuerte y que debían aislarle". En ningún momento, explican, se mencionó la palabra 'salmonelosis'. Estuvo un día en el hospital. Volvió al geriátrico el martes 9 de agosto, con un pronóstico de final de vida. "Nos dieron una habitación individual, que no era la suya, y allí lo sedaron", explica la viuda. El hombre murió el 11 de agosto. Nadie les habló del brote.
Engaño y malos tratos
En octubre, dos meses después del entierro, la Agència de Salut Pública de Barcelona se puso en contacto con ellas. "Nos dijeron que estaban investigando un brote, y que mi padre era uno de los afectados", explica la hija. Sin embargo, la familia no supo de la gravedad del caso hasta que EL PERIÓDICO destapó el caso. "Me siento engañada, mi marido no se merecía estar mal cuidado", se queja la madre. "Lo dejamos en manos de gente que no lo cuidó, mi padre merecía una muerte digna".
La familia ya ha contactado con un abogado y estudia personarse en la causa contra el geriátrico. "No entiendo cómo esta residencia sigue abierta", señala la hija. "Que siga abierta es un acto de impunidad contra el maltrato de los mayores, son personas que no se pueden defender", añade la viuda. La familia busca a otras personas afectadas por el brote. "Juntos podremos ser más fuertes y hacer justicia", afirma la hija.
El geriátrico, por su parte, mantiene que las quejas de esta familia no muestran la realidad del geriátrico. "Los familiares, así como los residentes, están muy contentos y la prueba es que siguen en el centro a pesar de las informaciones publicadas", asegura el abogado de la residencia. También mantiene que las encuestas de satisfacción internas y anónimas que realizan residentes y familiares les otorgan "muy buena puntuación". "La dirección de la residencia y los trabajadores hacen todo lo posible para garantizar un buen trato a los residentes en todas las esferas y estamos seguros de que todo se esclarecerá en sede judicial", añade el letrado.
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