Brote mortal de salmonela

Desconcierto y silencio en el geriátrico Aragó: "Desde el covid no podíamos subir a planta"

El geriátrico Aragó mantiene a su directora en el equipo directivo pese al escándalo

El geriátrico Aragó seguía sumido en caos y suciedad meses después del brote mortal de salmonela

El fiscal denuncia al geriátrico Aragó, de Barcelona, por la muerte de ocho ancianos por salmonela

La fiscalía denuncia al Geriatric Aragó después de la muerte de 8 ancianos por un brote de Salmonelosis en 2022.

La fiscalía denuncia al Geriatric Aragó después de la muerte de 8 ancianos por un brote de Salmonelosis en 2022. / JORDI OTIX

J. G. Albalat
Elisenda Colell
Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Son las once de la mañana en el Geriàtric Aragó, la hora a la que habitualmente empiezan las visitas de los familiares y también cuando algunos residentes salen a la calle, si sus acompañantes así lo permiten. Pero hoy, tanto de puertas adentro como de puertas afuera, solo se habla del brote de salmonelosis que acabó con la vida de ocho ancianos y que, tras una deficiente gestión, ha hecho que la fiscalía acabe denunciando a cuatro dirigentes del centro.

De puertas afuera el debate es acalorado: varias mujeres representando la marea Residències Catalunya, la Marea Pensionista, Els Estels Silenciats y la coordinadora 5+1 reclaman más control y medios en los geriátricos catalanes. De puertas adentro, los familiares reclaman información. "Nos han dicho que lo hicieron todo bien", cuenta uno de ellos.

Televisiones y activistas en la puerta

Pero también a las once de la mañana una furgoneta aparca frente al geriátrico. Esto impide a las varias cadenas de televisión que retransmiten en directo captar imágenes del centro durante un buen rato. El vehículo les hace entrega de una veintena de productos básicos de limpieza. Entre otros, bayetas, guantes, cinco litros de lejía, toallas, un cubo escurridor y una fregona, entre otros. "¿Casualidad?", se pregunta Anna Ramírez, portavoz de la marea Residències Catalunya. Lo cierto es que la fiscalía, como ha avanzado EL PERIÓDICO, ha detectado graves irregularidades en la limpieza.

"La situación es gravísima: necesitamos más mecanismos de control en la residencia porque ni aquí ni en ningún otro lugar se hacen los controles ni el seguimiento necesario", se queja Ramírez. Las cinco mujeres han salido a protestar en cuanto conocieron la noticia. "No puede ser que esto sea un negocio, que matan a nuestros abuelos y aquí no pasa nada", se quejan.

Habitaciones vetadas

Maria Rosa, hija de una anciana que vive en la residencia desde hace ya cinco años, las ve. Ellas le explican lo sucedido en el geriátrico. Los responsbles del centro lo ven, y le abren la puerta de inmediato para que, como hace a diario, pueda venir a ver a su madre. "Me han dicho que esto pasó hace un año y que hicieron todo lo que estaba a su alcance, que están muy sorprendidos", cuenta la mujer a la salida. Su madre se queja de que le han robado la colonia y de que la podóloga le hace daño. Pero la hija lo relativiza: tiene demencia senil. "La verdad es que no sé cómo está la residencia, porque desde la pandemia no nos dejan subir", explica Maria Rosa.

Ella era una de las mujeres que, antes del covid, iban a diario al geriátrico. "Para darle la comida, para bañarla... para todo lo que podía. Y todo estaba bien". Desde la pandemia, no ha vuelto a subir. "Aunque hoy me han dicho que lo hiciera", sigue. Sara, otra familiar, tampoco pudo subir hasta la habitación de su madre, que falleció hace apenas dos semanas en el centro. "Sí que recuerdo que el año pasado estuvo con diarrea, pero se le pasó al poco tiempo", sigue. Ahora empieza a conectar la información. Puede que fuera una de las infectadas por el brote mortal. "Nadie me dijo nada de eso", repite, incrédula.

Inspecciones

En cambio, Felip Torrent sí ha podido ir hasta la planta donde vive su padre. Lo hizo desde el año 2021, cuando le operaron del fémur. "Pero la realidad es que siempre aviso cuándo voy a venir, y está todo limpio", cuenta. A él la noticia le ha sorprendido. "Algún interés habrá, yo estoy muy contento con este geriátrico".

Ni él ni Maria Rosa sabían que el centro tenía prohibido recibir nuevos ingresos, y tampoco les han dicho nada sobre las inspecciones de la Agència de Salut Pública ni Drets Socials, que han acabado con sanción por graves deficiencias. "Claro que me planteo sacar de aquí a mi madre. pero ella dice que está bien... ¿Qué hago?", dice otra familiar que prefiere no ser identificada, consciente de que hay una larga lista de espera para encontrar plaza pública para un geriátrico en Barcelona, y que los precios en la privada superan los 2.000 euros cada mes.