Ancianos

Abandono en la vejez: "Hace siete años que no sé nada de mis hijos"

Negligencia, abandono y abuso económico: uno de cada seis ancianos sufre maltrato

Maltratadas en la vejez: "Prefería morir que vivir con el demonio de mi hijo"

Maria

Maria / Ángel García

Elisenda Colell

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"Mis hijos no sé donde están, hace siete años que no sé nada de ellos", cuenta María, una mujer viuda de 89 años que vive habitualmente con su nieta, que este verano ha accedido a la residencia Respir de la Diputación de Barcelona para que su cuidadora pueda descansar durante un mes. Habla de su nieta como de su tesoro más preciado. Al otro lado de la moneda, sus dos hijos, que se distanciaron de ella cuando empezó a envejecer.

La historia de Hernández no ha sido fácil. Nació en un pequeño pueblo de Andalucía. "Toda mi vida he trabajado como una negra", explica. La mayor de ocho hermanos, de pequeña tuvo que abandonar la escuela. "Trabajaba en el campo y servía en las casas de los señoritos", recuerda. A los 19 años decidió ir a buscarse una vida mejor en Catalunya y acabó en Terrassa, donde estuvo trabajando durante más de 30 años en las fábricas textiles.

En un telar conoció al que después sería su marido, y con él tuvo cinco hijos. Tres de ellos fallecieron. "Que se te muera un hijo es de lo más insoportable", explica. Pero de los otros dos no sabe absolutamente nada. "Mira qué cadenas más gordas que lleva una... de mí no quieren saber nada. Para no saber, ni se enteraron de que falleció su padre. Pensé que les vería en el tanatorio pero ni eso, no se presentaron", sigue la mujer, con los ojos vidriosos.

Núria Moscoso, Ángel Vázquez y Esther Carpio, tres trabajadores de la residencia Respir de la Diputació de Barcelona.

Núria Moscoso, Ángel Vázquez y Esther Carpio, tres trabajadores de la residencia Respir de la Diputació de Barcelona. / Angel García Martos

Un 'no' rotundo

Su marido murió durante la pandemia del coronavirus, hace tres años. "Claro que lo echo de menos". Tras la jubilación, decidió irse a vivir de nuevo al pueblo en Granada. "Llegó un momento en que ya nos íbamos haciendo mayores y ya no podíamos valernos por nosotros mismos. Además, a mi marido le diagnosticaron alzhéimer y yo no podía tampoco hacerme cargo de todo aquello", cuenta la mujer, que sufre dolores en todo el cuerpo.

Fue en aquel momento cuando llamó a sus dos hijos. Y fue también entonces cuando no solo la relación se truncó, sino que a ella se le desgarró también una parte del alma. "Mi hija me dijo que ya tenía en casa a los padres de su marido, y que no cabíamos todos. Mi hijo me contestó que su suegra ya estaba un poco mal y que su mujer no se podía hacer cargo de las dos", cuenta, indignada. "Suerte tuve de mi nieta, que es un sol".

La esperanza de la nieta

María no quería molestarla y no le explicó nada. Pero su nieta pasaba por entonces la Navidad y las vacaciones de Semana Santa en Granada en casa de los abuelos. "Cuando supo que mis hijos no querían hacerse cargo de nosotros, ella me dijo sin rodeos: 'Venid conmigo'". Y desde entonces, hará al menos cuatro años, vive con ella, su marido, y sus dos bisnietas. Le cambia la mirada al hablar de las niñas. "Son todos estupendos".

Este verano, María y su nieta habían planificado que ella se iría durante el mes de agosto a la residencia Respir para que la familia pudiera irse de vacaciones unos días. Pero, ante la avalancha de peticiones durante ese mes, no ha podido ser. "Claro que me siento mal porque no pueden ir a ningun sitio: ella me ducha cada día, me hace la comida... me lo da todo. Estando aquí le hago un favor, está tan pendiente de mí la pobre", cuenta la mujer. Cada sábado van juntas a pasear. Y por las tardes baja a una plaza con el resto de vecinas a charlar. "Aquello es la Moncloa, les ponemos a todos verdes".

A María no le da miedo ir a una residencia. "Yo me iría a una para que ellos pudieran descansar, pero el problema es que mi nieta no la puede pagar", cuenta. Desde el Respir, cuenta los días para volver a ver a sus bisnietas. "La familia es un cuento: unos se portan muy mal contigo, y otros se portan muy bien. Yo doy gracias a Dios a mi nieta, que me tiene en el cielo. Pero también pienso en que me moriré y mis hijos ni lo sabrán".

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