Crisis de cuidados

De vacaciones en el geriátrico: 'boom' de peticiones en verano para el descanso de los cuidadores

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Àngel Valdivieso, en la residencia Respir, de la diputación de Barcelona, para favorecer el descanso de los cuidadores de dependientes.

Àngel Valdivieso, en la residencia Respir, de la diputación de Barcelona, para favorecer el descanso de los cuidadores de dependientes. / Angel García Martos

Elisenda Colell

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Con los ojos vidriosos, admite que llama a su mujer cada dos horas. "Para saber si está bien, si está descansando... Es que hacía 62 años que no nos separábamos", cuenta Ángel Valdivieso, un hombre de 75 años que hace dos se quedó postrado en una silla de ruedas por un ictus. Él permanecerá un mes en la residencia Respir, un centro de estancias temporales de la Diputación de Barcelona ubicado en el recinto de Mundet de la capital catalana para las personas dependientes. Su mujer, quien le cuida a diario en Castellví de Rosanes (Baix Llobregat), se ha quedado en casa tras una operación de cataratas. Como Valdivieso, más de 1.500 mayores de 65 años se han alojado en este recinto, que durante los meses del verano tiene un 'boom' de peticiones que sus empleados reconocen no poder asumir.

El Hogar Respir, con más de 20 años en funcionamiento, ofrece hasta dos meses de descanso a las personas que durante todo el año cuidan de personas dependientes. En el caso de Valdivieso el motivo es por causa mayor: su cuidadora debe hacer reposo absoluto y no puede estar pendiente de él. Pero hay una gran mayoría de personas que optan por este servicio para poder descansar o irse de vacaciones.

Desbordados en agosto

Es el caso de María, de 89 años. Vive con su nieta y su familia. "Ellos se querían ir de vacaciones en agosto, y como yo no puedo quedarme sola ni tengo dónde ir, me preguntaron si aceptaría venir aquí", cuenta la mujer. El problema es que no había plazas para todos, y al final se ha quedado en este geriátrico 15 días de junio y otros 15 de julio. "Me vengo aquí, y les hago un favor, aunque cuando ellos tengan vacaciones se tendrán que quedar conmigo", cuenta la mujer, con el corazón encogido.

Secundina Blanco, de 84 años, usuaria de la residencia Respir de la diputación de Barcelona, donde se ha estado un mes junto a su marido.

Secundina Blanco, de 84 años, usuaria de la residencia Respir de la diputación de Barcelona, donde se ha estado un mes junto a su marido. / Angel García Martos

A los familiares de Secundina Blanco, de 84 años, les pasó exactamente lo mismo. Ella ha venido con su marido, mayor que ella, con una enfermedad crónica del riñón y un principio de alzhéimer. "Mi problema es que ya me he caído cuatro veces en casa porque no paro quieta... Y aquí puedo descansar, nos lo hacen todo", añade. Sus familiares tampoco podrán hacer vacaciones cuando lo tenían planeado, porque en agosto ya estaba todo lleno. Secundina y María es la segunda vez que vienen, ya lo hicieron el año pasado. Para Valdivieso, esta es la primera vez. "Al principio cuesta, tienes mucho miedo... Pero aquí estamos muy bien, es como un paraíso", agradece el hombre.

Dos meses de antelación

"Es evidente que tenemos más peticiones de las que podemos atender", reconocen los empleados del Respir. Para poder entrar, los cuidadores deben hacer la solicitud ante los servicios sociales de su localidad y son estos los que tramitan la petición. El pico de solicitudes se nota especialmente en verano, desde Semana Santa hasta septiembre. Este servicio cuenta con 147 plazas, y cada usuario puede permanecer un máximo de dos meses.

Sobra decir que las cifras del servicio están lejos de una hipotética demanda, más aún teniendo en cuenta que las opciones privadas -muchas de ellas de 2.000 euros en adelante- están fuera del alcance de una parte importante de la población. En Catalunya hay 100.000 familiares ejerciendo de cuidadores. De hecho, se estima que en la demarcación de Barcelona podría haber más de 40.000. "¡Está claro que hay que ampliar este servicio! Nosotros valoramos las solicitudes con dos meses de antelación teniendo en cuenta la situación de cada caso, y con tiempo suficiente para poderles proponer una fecha alternativa a los que se quedan fuera", cuenta Cecilia Navés gestora del servicio.

Àngel Valdivieso, de 75 años, aprovecha para leer y hacer ejercicios de fisioterapia en su habitación de la residencia Respir.

Àngel Valdivieso, de 75 años, aprovecha para leer y hacer ejercicios de fisioterapia en su habitación de la residencia Respir. / Angel García Martos

"El reto es la gestión óptima y eficiente, porque evidentemente se pueden plantear ampliaciones para verano, pero luego el servicio nos puede quedar pequeño en los primeros meses del año", explica Navés. Los responsables no pueden contar cuántas personas se han quedado fuera, pero hay algunas cifras que ayudan a hacer una aproximación. En 2022, con 135 plazas disponibles, se tramitaron 2.000 peticiones (una misma persona puede hacer varias solicitudes y dos estancias). Finalmente han accedido 1.500 personas. Solo un 18% terminaron anulando su petición.

Sentimiento de culpa

Más allá de las limitaciones del servicio, otro de los retos es que los cuidadores sepan que tienen este derecho. "Necesitamos generar un hábito de uso del servicio: hay mucha culpa, los cuidadores piensan que se los están sacando de encima, se vive como una crisis familiar. Deben tomar conciencia de que hay que descansar para luego seguir cuidando durante el resto del año", asegura Navés. Los trabajadores del centro explican que ven un antes y un después en los cuidadores. "Llegan muy cansados, físcamente y mentalmente, desbordados y emocionalmente muy tocados. Cuando vuelven están sonrientes, tranquilos", explica Esther Carpio, empleada del Respir.

"Pedimos que durante el tiempo que estén aquí hagan alguna llamada, sobre todo al principio, para que los usuarios no se sientan tan desconectados. Siempre hay familias que no lo hacen: a veces porque necesitan descansar, a veces por dejadez", cuenta Ester. María, Severina y Àngel sí reciben llamadas y visitas de sus familiares estos días. "A mí me gusta mucho venir aquí, hacemos fiestas, muchas actividades. Además, tenemos fisios y hasta peluquería", explica María, que muestra con satisfacción sus uñas pintadas en el local estético del geriátrico.

Residencia pública

Una de las diferencias del Respir, respecto al resto de geriátricos en Catalunya, es que es 100% público. De entrada, se abona un copago en función de la capacidad adquisitiva del usuario. Sus empleados son funcionarios. Las ratios de personal son más bajas: un trabajador atiende a 4 ancianos (la ley dicta 10 personas y en algunos geriátricos se ha llegado a 20 usuarios por empleado). Ángel, por ejemplo, tiene el triple de sesiones de fisio que en casa. "Estoy consiguiendo levantar la mano de nuevo", dice, orgulloso. "Aunque esto parezca raro, lo que no es normal es lo que pasa en otros geriátricos, que no tienen personal ni recursos", cuenta Ángel Vázquez, otro empleado.

Angel Vázquez, trabajador de la residencia Respir, ayuda una mujer del centro.

Angel Vázquez, trabajador de la residencia Respir, ayuda una mujer del centro. / Angel García Martos

A pesar de todo, María, Severina y Ángel tienen ganas de regresar con su familia. Ángel cuenta los días que le faltan para reencontrarse con su mujer. "Seguro que estáis más tranquilas sin mí", les dice María a sus bisnietas por teléfono. Ellas le responden que no. "Yaya, te echamos mucho de menos", explica que le dicen. A la mujer se le empañan los ojos. "Bueno, ya queda menos. Y sé que a ellos también les viene bien descansar de mí".

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