El tren de la historia

Montañas de historia

Los viejos cafés, lugares para el encuentro

Cuando el Liceu fue la sala Bataclan

Un arco en la autopista

El excursionismo ha jugado un papel muy importante en Catalunya porque es mucho más que una simple actividad física

El Pedraforca desde Saldes

El Pedraforca desde Saldes / Nia Escolà (ACN)

Xavier Carmaniu Mainadé

Xavier Carmaniu Mainadé

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Canigó, Pedraforca, Puigmal, Matagalls, Montserrat... No hace falta ser un experto excursionista para conocer el nombre de estas montañas. De hecho quizás ni siquiera sabríamos situarlas todas en el mapa, pero aún así somos conscientes de que se trata de puntos emblemáticos de nuestra geografía. Y no sólo de la geografía, sino también de nuestro imaginario colectivo, porque desde hace muchos años en Catalunya hay pasión por el monte.

Todo empezó en el siglo XIX, cuando inspirados por el romanticismo, los intelectuales y los artistas de toda Europa quisieron acercarse a la naturaleza. En el caso catalán, además, se añade un proceso de redescubrimiento del país y de la misma manera que en Italia se vivió “Il Risorgimento”, aquí existió la “Renaixença”. Fue la época en la que se pusieron en marcha eventos culturales como los Juegos Florales, por ejemplo. Y también fue este contexto el que propició que en 1876 se fundara la Associació Catalana d’Excursions Científiques. Pero como es habitual, cuando dos catalanes se juntan para hacer algo, acaban surgiendo tres opiniones y poco después hubo un grupo de socios crítico que fundó una entidad paralela llamada Associació d'Excursions Catalana. Ambas entidades estuvieron enfrentadas más de diez años hasta que se reconciliaron en 1890 y entonces se reunificaron bajo un nuevo nombre: Centre Excursionista de Catalunya, que todavía hoy se mantiene en activo.

Una larga trayectoria

A partir de aquellas primeras asociaciones, poco a poco se fundaron entidades similares en todo el país y actualmente no debe haber ciudad media o grande sin un centro o una agrupación excursionista... Muchas tienen una trayectoria larguísima, que en algunos casos se remonta a finales del siglo XIX o principios del siglo XX.

Las socias y socios de estas entidades saben que el excursionismo ha jugado un papel muy importante en la historia de Catalunya porque es mucho más que una simple actividad física. Nos lo ha explicado para nuestro podcast, el doctor en geografía Francesc Roma, autor de libros de referencia sobre el tema como “Història social de l’excursionisme català”.

Aquellos primeros excursionistas se dedicaban a recabar información de todo lo que encontraban, desde leyendas y canciones cantadas por los ancianos de las montañas hasta el arte románico que escondían olvidadas iglesias del Pirineo y que años después conseguirían ser declaradas patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Ir a la montaña no era un simple pasatiempo, era una actividad intelectual. Buena prueba de ello es que todos los grandes nombres del arte y de la cultura que vivieron entre el ochocientos y el novecientos fueron excursionistas y algunos hicieron del paisaje su fuente de inspiración. De esto trata el libro Visions del Pirineu. Entre la Renaixença i el Modernisme de la profesora de la Universidad de Barcelona, Teresa Montserrat Sala-Garcia. Leyéndolo uno se da cuenta de que los principales creadores catalanes tuvieron relación con la montaña. No se puede entender la arquitectura de Antoni Gaudí sin su pasión por el paisaje y es imposible imaginar que Jacint Verdaguer hubiera podido escribir poemarios colosales como “L'Atlàntida” y “Canigó” sin haber pisado todos los caminos y senderos del Pirineo.

La de Verdaguer no fue la única sotana que hizo montañismo. Hubo otra que a pesar de ser poco conocida hoy en día, en su época era muy popular entre los círculos excursionistas. La vestía Norbert Font y Sagué. La diferencia con el poeta es que él prefería visitar las profundidades y las simas. Sí, el pionero de la espeleología catalana fue un cura que realizó sus primeros descensos en solitario con una simple cuerda para bajar 75 metros de profundidad a una cueva del Garraf. Su historia merecería alguna serie de esas que están tan de moda, para darse cuenta solo hay que escuchar la conversación mantenida con el geólogo Josep Maria Cervelló que, además, también es espeleólogo. Él ha estado reconstruyendo la biografía de este personaje singular que se jugó la vida para escudriñar las cavidades más oscuras al igual que hacían los protagonista de su libro preferido, Viaje al Centro de la Tierra, la obra de Julio Verne que por cierto también despertó la pasión de Cervelló.

Ésta es la grandeza del excursionismo. Tanto si se sube una montaña o como si se explora su interior, es una disciplina capaz de hermanar deporte, ciencia y arte. Tres vértices de un triángulo que deberíamos ser capaces de seguir dibujando por mucho que ahora se alabe tanto la ultraespecialización y el individualismo.