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La nacra sobrevive muy tocada al calor, la mayor amenaza para este emblemático molusco

Así se extingue la nacra, el mejillón gigante del Mediterráneo

Así se extingue la nacra, el mejillón gigante del Mediterráneo

Michele Catanzaro

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La nacra - el mayor molusco del Mediterráneo, del cual se sacaban el nácar y un tejido dorado que vistió a Cleopatra - aún no está sentenciada. El mejillón gigante ('Pinna Nobilis'), cuya población fue exterminada casi por completo por un parásito en 2016, pudo desaparecer definitivamente de la costa española este verano, debido al calor excepcional

Pero una serie de circunstancias casuales o sin explicar han limitado el daño a las poblaciones residuales, emplazadas en el Delta del Ebro y el Mar Menor. También se han detectado nacras jóvenes en varios puntos de la costa, señal de que la especie intenta recuperarse. Desafortunadamente, todas las larvas estudiadas hasta ahora ya están infectadas por el 'Haplosporidium pinnae', el protozoo que arrasa con las nacras. 

Santuarios amenazados

En 2016, el parásito redujo prácticamente a cero la población en mar abierto. Sólo se salvaron comunidades emplazadas en lagunas y albuferas, donde la salinidad es demasiado baja o demasiado alta para que el protozoo sobreviva – como ocurre respectivamente en el Delta del Ebro y en el Mar Menor. 

Sin embargo, las explosiones de algas tóxicas que ocurren en el Mar Menor desde el 2017 mataron a casi dos millones de nacras. Y en 2020 el temporal 'Gloria' barrió casi todas las de la bahía septentrional del Delta del Ebro (Fangar), dejando poblaciones grandes solo en una zona de agua profunda y en la bahía meridional (Alfacs).

El calor es fatal para la nacra. En el Mar Menor, favorece las explosiones de algas. En el Delta, causa evaporación como para aumentar la salinidad encima de un umbral que resulta confortable para el 'Haplosporidium'. Por ello, el tórrido verano pasado preanunciaba una tragedia

La situación en el Delta del Ebro

El umbral crítico de salinidad se superó muchas veces a lo largo del verano, sobre todo en julio, informa Patricia Prado, investigadora del Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentària (IRTA), que monitoriza la especie en el Delta del Ebro. 

Prado ha marcado centenares de nacras y las controla cada dos meses para contar las que mueren. “Entre el verano de 2021 y el de 2022 las poblaciones han caído entre un 40% y un 70%, según la zona”, explica. 

En la zona mediana de la bahía de los Alfacs, la más castigada, sobrevivieron sólo un 28,6% de las nacras marcadas en 2021, según datos que adelanta Prado a EL PERIÓDICO. En la Barra del Trabucador (la fina línea de tierra que cierra una parte de esa bahía) sobrevivió un 47,3%. Una mayoría de nacras (60%) se salvó sólo en la Torre de Sant Joan. Aquí, los canales de desagüe de los arrozales rebajan la salinidad, pero vierten sustancias que perjudican a la nacra de otra forma, argumenta Prado.

La mayor parte de esas caídas ocurrió en el verano de 2021, no en el de 2022. ¿Por qué el calor excepcional fue menos malo de lo previsto? “Posiblemente la población esté ya tan mermada que el parásito se contagie menos rápidamente”, aventura Prado. 

Ahora, el Servicio de Costas está reforzando la Barra del Trabucador, con la esperanza de que las tempestades del invierno no la rompan, causando una entrada de agua más salina en la bahía. En cuanto al vertido de agua, está en poder de la comunidad de regantes, que están pasando progresivamente a la siembra en seco, lo que reduce el uso de agua dulce. Finalmente, el proyecto de balizar parte de la bahía para evitar los choques entre los barcos y las nacras está bajo alegaciones y no ha encontrado el favor de los pescadores del Delta.

La situación en el Mar Menor

El recuento de nacras del verano aún no está acabado en el Mar Menor, informa Francisca Giménez, investigadora de la Universidad de Alicante a cargo de su monitorización. Sin embargo, la zoóloga celebra que el calor no haya propiciado un explosión de algas tóxicas

Eso fue algo más que un golpe de suerte, según Giménez. En primavera, sí hubo un gran crecimiento de algas, pero de mayor tamaño. Estas fueron retiradas sistemáticamente por obreros trabajando en las orillas, explica la investigadora. Posiblemente, gracias a eso se eliminó una cantidad suficiente de biomasa como para que las microalgas letales no tuvieran nutrientes para prosperar.

No obstante,Giménez teme que el censo revelará cierto nivel de mortalidad, asociado especialmente con las redes que se instalaban para evitar la entrada de medusas en la zona de baño. Además, la nacra del Mar Menor se encuentra con un nuevo reto: una plaga de caracoles que se alimentan de bivalvos.

La esperanza de las larvas

La única buena noticia es que una red de colectores de larvas ha detectado a lo largo del último año puñados de nacras jóvenes en Portlligat, las Illes Medes y Columbretes y la Serra d’Irta

Los investigadores han confirmado que se trata de Pinna Nobilis, la especie amenazada, y no de Pinna Rudis, otro molusco. Eso implica que los santuarios de nacras (además de los españoles, hay en el sur de Francia, en Venecia y el norte de África, entre otros lugares) van dispersando larvas. Sin embargo, el resultado es “agridulce”, según Prado, porque los análisis del IRTA han detectado el parásito en las siete larvas recogidas en la costa catalana. 

La esperanza de los científicos es que en algún momento aparezcan larvas resistentes al parásito, que sean el germen del renacimiento de la población en mar abierto. “La recuperación natural es la única opción para una remontada a gran escala”, afirma Diego Kersting, investigador de la Universitat de Barcelona que coordina la red de colectores. “Pero no ocurrirá a corto plazo: los tiempos de la naturaleza son largos”, concluye.

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