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¿Cómo evitar la extinción inminente del mejillón gigante del Mediterráneo?

Desde 2016, una infección ha eliminado casi todas las nacras, los mayores moluscos del Mediterráneo. El animal del cual se sacaba nácar y seda de mar solo queda a resguardo en santuarios como el Delta del Ebro. Pero el verano que viene podría colapsar incluso allí, si no se tiene bajo control el nivel de salinidad

La investigadora Patricia Prado, del IRTA, con unas nacras en la Badia dels Alfacs.

La investigadora Patricia Prado, del IRTA, con unas nacras en la Badia dels Alfacs. / Pere Virgili / IRTA

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Michele Catanzaro
Michele Catanzaro

Periodista

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“Es como si el covid-19 hubiera dejado vivas a una decena de personas en toda España”. Así describe el biólogo José Rafael García March la tragedia que ha acontecido bajo el Mediterráneo desde 2016. 

En ese año se detectó en la costa española un protozoo que mata las nacras (Pinna Nobilis), un mejillón de un metro de largo, que puede vivir hasta 50 años, antaño habitual en las praderas de posidonia. 

Se trata del mayor molusco del Mediterráneo, protagonista de su cultura. Sus barbas se usaban para tejer ropa (la “seda de mar” citada en la Piedra de Rosetta) y sus valvas para el nácar de botones y utensilios. Cada nacra filtra miles de litros de agua al día y cobija decenas de especies.

La investigadora Patricia Prado, del IRTA, con unas nacras en la Badia dels Alfacs.

/ IRTA

Causas de la enfermedad

La enfermedad ha barrido el Mediterráneo como un tsunami. Poblaciones de millones de ejemplares han quedado en pocas unidades. El protozoo (Haplosporidium pinnae) ataca el sistema digestivo y además abre el camino a otras infecciones. Su origen se desconoce: podría haber llegado con el agua de lastre de un barco, o con especies de cultivo, o haber mutado en otra especie, por ejemplo.

En 2019, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) declaró la nacra “en peligro crítico”. “Estamos viendo una extinción en directo”, constata Patricia Prado, investigadora del Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries. 

Los santuarios

Sin embargo, hay un hilo del cual cuelga la continuidad de la especie. Las únicas poblaciones que han quedado a resguardo se hallan en lagunas y albuferas. Allí, la salinidad es suficientemente baja o alta como para hacerle la vida imposible al protozoo. 

De estos santuarios salen las larvas de nacra que se van sembrando por el Mediterráneo. Así lo ha demostrado una red de centros que recolectan larvas en 8 países. Al reconstruir la trayectoria de las corrientes que las transportan, se ve que surgen de los pocos sitios donde hay poblaciones resguardadas. 

Si entre esas larvas hubiera individuos resistentes a la enfermedad, esos podrían ser la base de una lenta repoblación del mar. “Es muy importante que estos santuarios se blinden. La recuperación de la especie depende de ello”, afirma Diego Kersting, biólogo de la Universitat de Barcelona y coautor del hallazgo del origen de las larvas. 

Zonas del Mediterráneo con más mortalidad del mejillón nacra (pinna nobilis)

Verano de 2022 en el Delta del Ebro

Pero esos santuarios están amenazados. En España, la nacra quedaba sobre todo en el Mar Menor y en el Delta del Ebro. La población del Mar Menor pasó de un millón y medio a unos centenares por culpa de los vertidos que han ahogado esa albufera. En el Delta del Ebro, el temporal Gloria acabó con la población de la bahía del Fangar. Sólo quedan en la de los Alfacs. 

Pero, desde 2018, el protozoo ha empezado a penetrar también allí, durante las semanas de calor del verano, en el cual la evaporación dispara la salinidad. “El verano [que viene] será crítico. En invierno el protozoo puede quedarse aletargado. Habrá que ver si se despierta en verano y las mata a todas”, afirma José Rafael García March, de la Universidad Católica de Valencia. 

La investigadora Patricia Prado, del IRTA, con unas nacras en la Badia dels Alfacs.

/ IRTA

La baja salinidad del delta del Ebro no es natural: se debe al vertido de agua dulce de los arrozales. Incrementar su caudal, en las semanas en que las medidas de salinidad se disparen, obstaculizaría el avance del protozoo, observa Patricia Prado. 

“Nosotros abocamos prácticamente todo el agua dulce”, afirma Manel Farré, presidente de Comunitat General de Regants del Canal de la Dreta de l'Ebre. “Si se abocara más, se dejarían a algunos agricultores sin cultivar arroz. Debería haber una compensación, como mínimo”, afirma. 

La situación se complica aún más con la frecuente rotura de la Barra del Trabucador, el fino istmo que cierra la bahía de los Alfacs y que Farré pide que se refuerce. “No hay una voz política fuerte comprometida con las nacras”, lamenta Prado. 

Individuos resistentes y cría

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La investigadora forma parte de LIFE-PINNARCA, un proyecto dirigido por García March que pretende censar las nacras e identificar los pocos individuos resistentes. En el Cap de Creus, por ejemplo, hay un puñado de moluscos que ha aguantado - el caso más exitoso en la Península Ibérica. Pero en la mayoría de los sitios se trata de individuos aislados.

No está claro cómo se podrían preservar y reproducir. Arrancarlos de su hábitat para juntarlos en un mismo sitio es arriesgado. De momento, no se pueden reproducir en cautividad, otro de los objetivos de LIFE-PINNARCA. Kersting confía en la capacidad de la especie de resurgir de sus cenizas. “Los números asustan, pero existe una posibilidad de recuperación natural”, concluye.