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Los grandes imperios dejaron huella en el mapa mundial de las plantas exóticas

Un estudio ha detectado indicios de que las plantas exóticas presentes dentro de las antiguas fronteras de cuatro grandes imperios (entre ellos el español) llevan cierto parecido entre ellas

El hallazgo, pendiente de comprobación histórica, envía una alerta sobre cuánto estamos modificando el ecosistema.

chumbera

chumbera / ROSARIO SCALIA; Rosario Scalia

Michele Catanzaro

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La chumbera, que hoy es parte del paisaje del Mediterráneo, es en realidad una recién llegada. El imperio español trajo el nopal mexicano para explotar la cochinilla, un insecto que vive en la planta, del cual se saca una intensa tinta roja. La corona fue muy celosa del hallazgo: las otras potencias lo descubrieron sólo gracias al espionaje y a la piratería. 

Otras plantas cruzaron el océano en la otra dirección. Por ejemplo, las gramíneas europeas, plantadas en América para alimentar a los recién introducidos caballos y vacas, campan ahora a sus anchas por el continente. 

Historias como estas encajan con los resultados de un reciente análisis sobre 14.000 plantas exóticas de todo el mundo. El estudio, publicado en Nature Ecology and Evolution, ha detectado la huella de cuatro grandes imperios (español, portugués, británico y holandés) en la distribución de estos vegetales. Dentro de las antiguas fronteras imperiales, hay más parecido entre las plantas introducidas. 

Trasiego de recursos

“El trasiego de recursos biológicos [en el imperio español] empezó muy temprano y transformó los sistemas ecológicos”, afirma Rosa Sarabia, historiadora de la ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México, no implicada en el estudio. Por ejemplo, hoy la mayor variedad de tomate se da en Italia, no en su México originario. Asimismo, el chile americano se ha convertido en un ingrediente imprescindible de la cocina asiática. 

Las primeras plantas en viajar fueron las alimentarias (maíz, cacao, etcétera) y médicas (como la antimalárica cinchona), explica Sarabia. Luego, en el siglo XIX, explotó el interés por las plantas ornamentales. Y además muchas semillas viajaron inadvertidamente, escondidas en el agua o la arena de lastre de los barcos. 

Imperios artificiales

Lo singular del reciente estudio es detecta un rastro de esta historia en la distribución actual de especies exóticas. Los autores llevan casi una década recopilando información en la base de datos Global Naturalized Alien Flora. Ahora, han calculado el parecido entre plantas exóticas en distintas regiones de un antiguo imperio. Eso, lo compararon con los resultados para versiones artificiales de ese mismo imperio, construidas tomando un punto del mundo al azar y dibujando a su alrededor un territorio del mismo tamaño del imperio original, y con el mismo número de islas. 

De esta forma, comprobaron que el parecido entre plantas exóticas dentro de los imperios reales es ligeramente superior al que se encontraría en otras extensiones territoriales azarosas con las mismas características.

Además, vieron que las regiones ocupadas por un imperio durante más tiempo son las que tienen mayor parecido. Y finalmente constaron que las regiones que más parecido tienen con el resto del imperio eran importante nudos comerciales o administrativos. En el caso del imperio español, regiones de México (como Guerrero, Colima y Sinaloa) y de Colombia (como Cundinamarca y Nariño).

La clave: el comercio

Para los autores, la clave está en el comercio, vector voluntario o involuntario de plantas y semillas. Este fue probablemente más intenso dentro de las fronteras imperiales que entre imperios. La distribución de las plantas exóticas depende en buena parte de factores naturales, como la temperatura, la aridez, la biodiversidad, etcétera. Pero el hecho de que el parecido dependa en parte del tiempo de ocupación sugiere que el efecto prolongado de las constricciones en el comercio pudo jugar un papel. Los nudos comerciales debieron ser crisoles de mezcla ecológica.  

Los resultados son razonables, según Nora Oleas, botánica de la Universidad Indoamérica (Ecuador). “De estudiante veía poaceas que pensaba que eran nativas y luego descubría que eran europeas”, recuerda. Oleas asegura que las plantas ornamentales prestigiosas en el Ecuador no son las nativas, sino las traídas, como los geranios que adornan las casas de Quito. 

Cautelas

Pero otras expertas llaman a la cautela. Carmen Ulloa, botánica ecuatoriana del Missouri Botanical Garden, observa que en la base de datos empleada hay plantas que se desplazaron antes o después del imperio español, como los eucaliptos que rodean Quito desde los años 50. Además, en ella hay especies cultivadas introducidas que no necesariamente se han vuelto salvajes. 

Sarabia recuerda que la circulación de productos fue muy fluida entre imperios. Sin contar que la globalización rampante del último siglo podría haber mezclado los naipes de forma irreversible. 

Sea como sea, ¿fue mala tanta mezcla? “Entre las plantas exóticas, aquellas que son invasivas tienen un impacto negativo. Pero otras ayudaron al desarrollo, y de algunas no sabremos su impacto sino en el futuro”, afirma Bernd Lenzner, investigador de la Universidad de Viena y coautor del trabajo.

“A partir del siglo XVI empieza el antropoceno, que ha sido una devastación constante de los ecosistemas originales. Es complicado hacer un balance de costes y beneficios. Lo cierto es que hubo una transformación radical”, concluye Sarabia. 

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