Nuevo crimen en la Garrotxa

Vestido para matar

El 'Rambo' de Sant Esteve d'en Bas cambió sus descoloridas ropas de albañil por un flamante uniforme de caza mayor minutos antes de cometer los crímenes

F. COSCULLUELA / OLOT
A. BAQUERO / BARCELONA

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El día de la matanza, Pere Puig llegó a la obra en la que trabajaba a las ocho de la mañana. Al cabo de 45 minutos, cuando faltaba poco para que sus jefes fueran a desayunar al bar La Cuina de l'Anna, dejó el tajo y cambió sus gastadas ropas de albañil por un flamante uniforme de cazador. Cuando el fiscal le preguntó por qué se había vestido así, la sinceridad de su respuesta dejó sin aliento a los abogados presentes en la declaración: «Porque iba de cacería», replicó.

Este fue uno de los muchos detalles de la matanza que Puig relató ayer en el juzgado. El acusado precisó que cuando entró en el bar donde estaban Joan y Àngel Tubert, lanzó un grito que nada tenía que ver con la situación. «Manos arriba. Esto es un atraco», bramó. Su explicación también dejó atónitos a los presentes: fue lo único que se le ocurrió para llamar la atención de los clientes del local (que en ese momento estaba lleno) y poder localizar con más facilidad a sus jefes .

Tras matarlos con dos certeros disparos de su rifle, un arma que usa balas como munición y que se emplea para la caza mayor, subió a su coche y condujo con tranquilidad hasta la oficina de la CAM. Allí repitió la misma estrategia y volvió a gritar la misma frase. En esta ocasión, reconoció, lo hizo porque fue lo primero que se le pasó por la cabeza cuando entró en la sucursal esgrimiendo el rifle. Allí no tuvo tanta puntería como en el bar y falló el primer disparo que dirigió contra el subdirector, Rafael Turró. Con el segundo no falló y acto seguido dirigió el arma contra la empleada Anna Pujol. Una clienta despistada entró poco después en la oficina bancaria y el albañil le ordenó que se fuera, porque de lo contrario la iba a matar. La mujer no hizo caso de la amenaza y siguió en su sitio, porque pensó que se trataba de una broma. Cuando Puig le mostró la terrible arma que tenía en sus manos, la señora salió sin pensárselo dos veces .

Final de película

El Rambo de Sant Esteve d'en Bas no lo mencionó ayer en su declaración ante el juez, pero fuentes próximas a la investigación explicaron que el albañil había planeado un épico final como colofón a su carrera asesina. Por eso se quedó un buen rato esperando en el interior de la sucursal. Pensaba que tras perpetrar los asesinatos los Mossos le acorralarían en la oficina bancaria, se desencadenaría un tiroteo y él acabaría muerto. Como esa escena de cine no se hizo realidad, al final Puig decidió salir tranquilamente de la sucursal de la CAM y se entregó sin oponer resistencia a unos agentes de la policía local. Le estaban multando por haber dejado el coche mal aparcado.