Los mejores ‘esmorzars de forquilla’
Los santuarios del desayuno de tenedor de Barcelona
El ‘esmorzar de forquilla’ mantiene el pulso al 'brunch'. Aquí uno se despierta a base de callos, fricandó y hasta con una chuleta de vaca vieja, por qué no. Estos son los templos de los currantes hambrientos
Platos calientes con los que sobrellevar el invierno en Barcelona
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Òscar Broc
La presión del 'brunch' es cada vez más fuerte, pero todavía quedan focos de resistencia que luchan, cucharón en mano, contra el avance de los huevos Benedict. El desayuno de tenedor aguanta firme en Barcelona, gracias a casas de comida que alimentan a la parroquia con platos tradicionales a horas intempestivas. Madrugar tiene premio en estos santuarios para currantes hambrientos. Callos, tortilla, fricandó, pies de cerdo, butifarra con judías, y un cortadito para bajarlo todo, que hoy nos espera un día de perros en la oficina. ‘Esmorzar de forquilla’: la respuesta barcelonesa al Red Bull.
1. Callos mañaneros
Mejor que en casa
Pepo Mesa Luque y Montserrat Esteve me reciben una mañana áspera y lluviosa. Son las 11. Tengo frío y hambre, y me pongo en sus manos. Llevan 18 años al mando del Sant Josep (Saragossa, 33), un bar-restaurante de barrio que abre antes de que amanezca para cuidar a sus fieles recién levantados con guisos estratosféricos y un sinfín de recetas tradicionales, que bordan a ritmo de chup-chup. El bar Sant Josep no le tiene miedo al atracón mañanero: callos, fricandó, cap i pota, codillo, carrillera…, las ollas cambian cada día, no existe una carta fija, pero da igual, porque sabes que en casa de Pepo y Montserrat siempre habrá un puchero esperándote. Me decanto por los callos. Las mandíbulas se me deshacen de tanto placer y colágeno. Están increíbles. También lo está su pincho de tortilla: gordote, jugoso y acompañado de pan con tomate. Precios contenidos y trato familiar en vía de extinción. Gracias por tanto.
2. Ultramarinos para gourmets
Desayunos en mayúsculas
Con un producto de otra dimensión, en la mayoría de ocasiones elaborado por ellos mismos -esos embutidos-, Ultramarinos Marín (Balmes, 187) se ha convertido en uno de mis restaurantes fetiche. En pocos lugares se come mejor que en este viejo bar reconvertido en casa de comidas, sin un solo plato que no deslumbre al personal. Evidentemente, sus desayunos son siderales, pero en ningún momento se pierden en tonterías.
En Ultramarinos, triunfan las ‘torrades’ con material inflamable: panceta, mantequilla y trufa, capipota, escabeches del día y otras golosinas. También puedes empujarte un plato combinado de lagrimón gordo, con una buena chistorra o butifarra, huevos fritos y judías del Ganxet. Es sábado, en la letra pequeña de la carta veo que se puede pedir una chuleta de vaca vieja para desayunar, y casi le doy al botón rojo. Otra mañana será.
3. Casquería matutina
Ollas de energía
Empieza el día con energía, empieza el día con casquería. Conocida por su recomendabilísimo menú del día, la fonda Bullanga (Diputació, 437) prefiere, acertadamente, abrir por la mañana y apostar por los desayunos de campeonato en detrimento de las cenas. Y no son pocos los clientes que lo agradecen. Si vas a tener un día duro, carga tus baterías en esta parroquia de la cocina catalana popular.
La casquería de Bullanga le da cien millones de vueltas a todas las tostadas de aguacate de Barcelona juntas. Madre mía, la carta de desayunos es una sinfonía de tripa, cap i pota, oreja, morro, lengua y lo que el ojo no ve. ¡Y que no falten unos buenos huevos fritos con sobrasada! Cocina popular de altos vuelos a precios de vuelo rasante.
4. À la ville de…
Para madrugadores
Necesitarás mucho pan para apurar las salsas de sus guisos tradicionales. Los callos del bar Olimpiada 92 (Pellaires, 1) son legendarios. Cocina casera con poso, generosa, rebosante de amor y con platos a precios amabilísimos. Lo tocan todo y, según me cuentan sus fieles, lo tocan bien. Acudo un jueves a las 8 de la mañana y me encuentro con la pizarra de los platos del día. Algunos de ellos no rebasan los 4 euros. Grelos con patatas, codillo, callos con cap i pota… Pero tengo las albóndigas con chipirones y sepia entre ceja y ceja. Y salen de la cocina en un plato encharcado de salsa, con sus papas fritas cortadas a mano y una cestita con pan. Por 6 euros, y con el periódico del día fresco entre las manos, toco la felicidad mientras observo un mural con la efigie de Cobi. Qué tiempos.
5. Morning brasa
Cuchillo y tenedor
La familia Tramendu tiene un nuevo hermano en La Bordeta. A la vermutería y el restaurante, tenemos que sumar ahora la brasería (Parcerisa, 11), un espacio que apuesta firmemente por la cocina catalana tradicional y gasta un 'look' de vieja masia que encuentro irresistible.
La brasa es el reclinatorio en el que se postran los fieles, que acuden viernes, sábados y domingos por la mañana a la llamada de sus contundentes, generosos y deliciosos platos. Carrilleras que se deshacen al primer soplo, una oreja de cerdo que no se olvida fácilmente, ¡una butifarra con judías canónica! Y no dudes en comerte el alioli a cucharadas, aunque sean las 11 de la mañana; en sus mesas con manteles de cuadros solo hay sitio para los intrépidos.
6. Bueno y barato
Honestidad total
Bo de Bernat (Urgell, 27) tiene una conexión con Gelida, el referente por antonomasia del ‘esmorzar de forquilla’ barcelonés. Al frente de este joven restaurante de Sant Antoni está Bernat Dalisay, otrora cocinero de Gelida, un profesional de los fogones que conoce todos los secretos de la ‘cuina’ catalana más popular. Basta con echar un vistazo a sus interminables pizarras para comprobarlo: no falta de ná.
Más que pizarras, son cartas de amor a la cocina de la iaia. Guisos, brasa, carnes, pescados…, todo presto y dispuesto de buena mañana para que comiences el día en la cálida compañía de un fricandó, unos pies de cerdo con caracoles o una tortilla recién hecha. Y todo a precios ajustadísimos. Goooood morning, Bernat!
7. Excelencia popular
Desayuno en Zona Franca
Los mejores desayunos de la ciudad acontecen en un espacio ya legendario, situado a años luz del centro. Granja Elena (Pg. de la Zona Franca, 228) es una huida reconfortante a la Zona Franca, a una galaxia muy lejana, más allá de la Barcelona turística. Una galaxia de guisos colosales, bocadillos planchados cósmicos, y huevos fritos que cruzan el comedor como si fueran cometas. Y qué decir de sus callos y tortillas siderales.
La excelencia rige todas las propuestas de esta santa casa del producto que lleva la cocina popular a lo más alto, hasta el mismísimo cosmos.
8. Albóndigas en remojo
Nunca falla
Más fiable que un motor de tecnología alemana, el bar bodega Can Ros (Roger de Flor, 303) es un clásico que el adicto al ‘esmorzar de forquilla’ conoce como la palma de su mano. En este negocio familiar, uno sabe que será recibido con las esponjosas y celebérrimas albóndigas de la casa, el pilar de una carta repleta de guisos, casquería, tortillas y bocadillos: todo para relamerse los dedos hasta las deshidratación y empezar la jornada como un miura.
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