Nuevas dinámicas
La ruptura de Podemos y Sumar en 5 fases
Podemos transmite al PSOE su apuesta por la gobernabilidad pese a la ruptura con Sumar
Podemos busca aunar estrategias con ERC y EH Bildu en el Congreso

Yolanda Díaz y Pablo Iglesias.


Miguel Ángel Rodríguez
Miguel Ángel RodríguezPeriodista político, especializado en la información parlamentaria del Congreso y el Senado
La ruptura entre Podemos y Sumar no cogió a nadie por sorpresa. Era cuestión de tiempo. Yolanda Díaz y Ione Belarra llevaban meses sin hablar; Pablo Iglesias, que desde hace más de un año ha colocado una diana sobre la vicepresidenta segunda del Gobierno, lleva semanas intensificando las críticas hacia ella; y la líder de Sumar, lejos de incentivar la alianza, ha ido arrinconando a los morados hasta dejarles sin capacidad política. La historia de esta separación se lleva fraguando años a fuego lento. Con pequeños desplantes, primero, y sonoras bofetadas, después.
Iglesias y Díaz fueron amigos íntimos. Se conocieron en 2011, cuando aún no eran grandes figuras mediáticas a nivel nacional. Él trabajaba como asesor de IU y ella era coordinadora de Esquerda Unida. En aquellos días construyeron una amistad que duró años y sobrevivió a las guerras fratricidas que sufrió el espacio a la izquierda del PSOE. En 2019, la confianza era tal que Iglesias apostó por Díaz para ser ministra de Trabajo, pese a las resistencias de la gallega. El exlíder de Podemos no deja de recordárselo.

Yolanda Díaz, Irene Montero, Xavier Domenech, Alberto Garzón y Pablo Iglesias en 2017 / José Luis Roca
Díaz fue ganando peso al frente del Ministerio de Trabajo. En mitad de la pandemia fue una de las figuras del Gobierno que destacó, desplegando los ertes. Iglesias vio el tirón que tenía Díaz y quiso aprovecharlo.
"Creo que puede ser la primera mujer que presida un Gobierno en España", dijo Iglesias en un vídeo que publicó en sus redes sociales el 15 de marzo de 2021. Acababa de anunciar su salida del Gobierno y había ungido a Díaz como su sucesora al frente de Unidas Podemos, tanto para liderar la acción en el Gobierno de coalición como para abanderar la marca en las siguientes elecciones. Ella no había participado de la decisión. En aquel momento no dijo nada, pero ahora afirma sin problemas que le "faltó el respeto". "Me enfadé muchísimo", dijo en una entrevista a con Jordi Évole en la Sexta. En aquel mes de marzo se empezó a desmoronar todo.
En mayo de 2021 Iglesias se despidió de la política activa -ahora, hace política desde los medios de comunicación- y dividió su poder: el liderazgo de Unidas Podemos en el Gobierno para Díaz y la secretaria general de Podemos para Belarra. Aquel reparto de papeles no funcionó bien. Ambas dirigentes mantenían una buena relación, pero la vicepresidenta segunda se negaba a seguir el camino que, desde fuera, señalaba Iglesias. No tardó en desmarcarse del estilo de su predecesor: pidió abandonar la política del 'tuit', apostó por el "sosiego" en lugar del ruido, se rodeó de un nuevo grupo de personas de su confianza y reclamó recuperar alianzas con aquellos que habían roto con Podemos.
Díaz, que nunca verbalizó que aceptaba el encargo de Iglesias, evitó tomar las riendas del espacio de manera clara. Casi nunca reunió a la Mesa Confederal, donde estaban los dirigentes de todos los partidos que conformaban Unidas Podemos, y en escasas ocasiones dio la batalla por las medidas que los morados querían impulsar en el Ejecutivo. Un ejemplo, nunca defendió la ley del 'solo sí es sí'. Ni a Irene Montero. La contraparte tampoco se quedó corta. Iglesias empezó a atacarla desde los medios y su partido puso en duda numerosas veces la labor de Díaz en el Gobierno.
"Yo no quiero estar a la izquierda del PSOE, le regalo al PSOE esa esquinita", dijo Díaz en diciembre de 2021. La relación con Podemos ya había sufrido su primer gran crisis cuando la vicepresidenta segunda participó en un acto en Valencia junto a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; la vicepresidenta de la Generalitat Valenciana, Mónica Oltra; y la jefa de filas de Más Madrid, Mónica García. Ningún dirigente morado acudió. En los meses sucesivos, Díaz anunció su intención de ampliar el espacio, de construir una plataforma que superara a Unidas Podemos, un proyecto sin siglas, en el que los partidos no importaran. Los morados lo vieron como una traición y empezaron a reivindicar su espacio.
Aquel proyecto fue Sumar. Díaz lo presentó el 8 de julio de 2022. En este punto, la relación se volvió inasumible. Las desavenencias eran semanales y unos y otros batallaban por posicionarse en las negociaciones sobre cómo conformar ese nuevo espacio. Las costuras se llevaron al límite en abril de este año. La vicepresidenta segunda anunció que sería candidata a las elecciones. Podemos no asistió a ese acto porque no se había cerrado un acuerdo para conformar las listas electorales mediante primarias.
Desde entonces las cosas no hicieron más que empeorar. En las elecciones autonómicas Díaz apenas se implicó con los candidatos de Podemos y repartió su tiempo con otros partidos. Los morados arremetían cada vez más contra ella. Luego llegó el adelanto electoral convocado por Pedro Sánchez, lo que obligó a una negociación exprés de las listas electorales. Díaz vetó a Montero y otros dirigentes del partido, como Pablo Echenique. Podemos, sin dejar de criticar a Díaz, acabó aceptando ir en las listas de Sumar, pero la paz duró poco.
Al día siguiente del 23-J, los morados lamentaron los malos resultados y los achacaron a Díaz. Desde ese día no dejaron de reivindicar la necesidad de que Montero volviera a ser ministra de Igualdad. La líder de Sumar, por su parte, empezó a arrinconarles: dejó a los cinco diputados de Belarra sin una coportavocía en el Congreso, impidiendo que pudieran registrar proposiciones de ley, enmiendas o cualquier otra iniciativa; les dejó fuera del Gobierno de coalición, mientras que dio entrada a IU, En Comú Podem y Más Madrid; y vetó sus intervenciones en el pleno. La última, en el pleno del pasado martes, fue la gota que colmó el vaso y acabó en ruptura.
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