Protesta independentista

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Los gritos de una veintena de exaltados echan picante a la desangelada concentración independentista contra la reunión

Junqueras abandona la protesta contra la cumbre España-Francia entre gritos de algunos de los manifestantes

Junqueras abandona la protesta contra la cumbre España-Francia entre gritos de algunos de los manifestantes. / VÍDEO: XABIER BARRENA

Xabi Barrena

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No hay constancia de que Pedro Sánchez, viendo las imágenes de los concentrados en la plaza de Carles Buigas, frente a la fuente de Montjuïc, haya hecho acto de contrición por haber levantado acta de defunción al ‘procés’. Pero lo que es seguro es que a sus oídos le llegó que el acto a los pies de las columnas de Josep Puig i Cadafalch, que alcanzó la avenida de Maria Cristina,(6.500 personas según la Guardia Urbana, 30.000, para la organización) supuso una muestra más de la división entre unilateralistas y pactistas dentro del secesionismo. Una forma fina de definir el ‘todos contra ERC’ (a excepción de Òmnium) que, en esta ocasión, subió un escalón por la presencia entre los concentrados del presidente de ERC, Oriol Junqueras. La primera convivencia del líder republicano con el unilateralismo irredento, tras su ausencia en la pasada Diada ‘unitaria’, por voluntad de su partido de desmarcarse del unilateralismo de la ANC, y en las anteriores por estar encarcelado por el 1-O.

Esta concentración discurrió sin incidentes, a diferencia de la marcha posterior, la de los CDR, en la que un millar de personas circularon entre Montjuïc y la plaza de Sant Jaume, pasando por el consulado de Francia. Tras algunos episodios de tensión con los policías que custodiaban el propio consulado, los Mossos d'Esquadra cargaron contra algunos participantes.

"‘Vade retro, que hi ha el mossèn!’. Finalizaba Junqueras sus declaraciones a los medios, frente al Caixa Fòrum, cuando un grupo de seguros jubilados pasaron al lado del remolino de cables que acompaña todo ‘canutazo’. Como bien preveían los republicanos, Junqueras fue el foco de atención de parte de los manifestantes. Pero tampoco cabe exagerar. Tensión, la justa, la que pueden provocar una veintena de vociferantes asistentes. Eso sí, si las miradas fueran dardos…

Cabe señalar que, entre el gran frío reinante y la gran cantidad de asistentes con bastones de esquí de fondo, la superficie que rodea la fuente de Montjuïc parecía Baqueira Beret o un anuncio de la candidatura olímpica de Barcelona 2034. Las condiciones en que se desarrolló el acto parecían diseñadas por Félix Bolaños, el ministro de la Presidència que no se cansa de proclamar que el ‘procés’ es cosa del pasado. El día, laborable, la hora, nueve de la mañana, y la temperatura, 5ºC, hicieron mella dando como resultado un algo desangelado y desabrido.

Manifestación confederada

Aunque anunciada como una manifestación unitaria, la concentración se conformó más como una federación o confederación de grupos, con asistentes arremolinándose alrededor de la bandera de su entidad (más de 30 suscribieron el manifiesto) o partido (ERC, Junts y CUP). Junqueras, rodeado de cargos, militancia y un grupo de las juventudes de Esquerra que tenían como misión salir al paso, cual recio defensa, ante cualquier incursión sonora que los unilateralistas trataran de perpetrar en ‘suelo republicano’.

Y tuvieron que emplearse a fondo más de una vez, porque los espontáneos se acercaban para soltar un "botifler" o un "traidor". El presidente de ERC hizo caso omiso y departió saludos y conversación con sus cargos y militantes. En cuanto se escuchaba algún grito fuera de lugar, las juventudes recorrían al repertorio anti-español más ‘vintage’.

El recuerdo al 'expresident'

También hubo recuerdos para el ‘president’ Pere Aragonès, al que no pocos tildaron de “mayordomo” e, incluso, uno más castizo, de “palanganero”, por aquello de hallarse en el MNAC dando la bienvenida a Sánchez y a Emmanuel Macron. Y se gritó, como quien dice a las narices del propio Junqueras, lo de “‘Puigdemont, el nostre president’”. Un ‘como diciendo’ nada sutil.

Durante la lectura del manifiesto, apenas 15 metros separaron a Junqueras de la presidenta de Junts, Laura Borràs. Ella y el diputado Francesc de Dalmases acompañaban al matrimonio Torra. Los líderes republicano y posconvergente ni se vieron. Ni se quisieron ver. Ni se saludaron. Ni se quisieron saludar.

El cénit se produjo cuando, como estaba previsto, Junqueras abandonó el acto, poco antes de las 10 horas. Un par de decenas de personas le siguieron --a distancia-- con toda la batería de sinónimos de ‘traidor’, deseándole su retorno a la cárcel y otras lindezas. Junqueras se fue justo cuando el sol empezaba a dominar el área de concentración. Sánchez y Macron ni habían llegado aun al MNAC.

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