La reunión de Barcelona

El doble papel de ERC en la cumbre España-Francia enrarece el pacto de los presupuestos

La negociación está a expensas de una reunión entre el 'president' Pere Aragonès y Salvador Illa para intentar desencallar el acuerdo

El 'president', Pere Aragonès; el líder de ERC, Oriol Junqueras; y la portavoz del partido, Marta Vilalta.

El 'president', Pere Aragonès; el líder de ERC, Oriol Junqueras; y la portavoz del partido, Marta Vilalta. / David Zorrakino / Europa Press

Sara González
Xabi Barrena
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El 30 de diciembre pasado, Pedro Sánchez colocó un nuevo elemento en la relación de su Gobierno con la Generalitat. Del ‘otoño negociador’ entre socialistas y ERC ya se habían solventado dos de las tres grandes carpetas. A saber, los Presupuestos Generales del Estado y la reforma del Código Penal. Quedaba la tercera, los presupuestos catalanes. Hasta poco antes de ese día, la Generalitat aún tenía esperanzas de llevar a cabo una nueva mesa de diálogo con la que poner el broche a una muy buena cosecha de resultados, desde la óptica de ERC. Pero Sánchez no quiso fotografiarse en Barcelona con Pere Aragonès, máxime tras la crisis institucional vivida entre el Congreso y el Tribunal Constitucional.

Y ese 30 de diciembre, el Gobierno puso sobre la mesa la celebración de la cumbre hispano-francesa en Barcelona. El único comodín que tiene Sánchez para defender medidas tan discutidas por la oposición, como los indultos o la reforma del Código Penal, es la de presumir de la paz y la tranquilidad que se vive ahora en Catalunya, en comparación con 2017. Para el PSC, supone, además, exhibir un papel central a pesar de estar en la oposición, más aún cuando el acuerdo de presupuestos está, precisamente, a expensas de su 'sí'. De hecho, todo está ahora a expensas de una reunión entre Pere Aragonès y Salvador Illa para explorar si se puede desencallar un acuerdo que no llega, principalmente, por la discrepancia con los macroproyectos del Hard Rock, la ampliación del aeropuerto y el cuarto cinturón.

"El ‘procés’ ha muerto", respondieron en el Gobierno al anuncio de Aragonès de que era ya perentorio cambiar de fase en la mesa de diálogo. De la desjudicialización al derecho a decidir. Y ahí es donde nace la marejada actual sobre la cumbre. La mejor manera de demostrar el remanso de paz catalán es trayendo una cumbre de alto nivel. Como si fuera cualquier otra ciudad de España. La prueba del nueve de que ya no hay tensión, ya no hay ‘procés’ y, por tanto, ni es necesario abordar la cuestión del referéndum.

Y esa es la lectura que realiza ERC. Si el Gobierno demuestra que, en efecto, el ‘procés’ ha pasado a mejor vida, ya no cabe recuperar la mesa de diálogo, además, dentro de, nada menos, un año, tras las elecciones generales. Por eso los republicanos deciden salir a la calle y manifestarse con aquellos que no querían ver ni en pintura en la Diada, es decir, la ANC y Junts. Y es que en el esquema de Aragonès, muy apegado a la ‘realpolitik’, el foro donde abordar las grandes cuestiones (amnistía, autodeterminación) es clave para que no se le acuse de estar practicando el 'peix al cove' que patentaran los convergentes.

Si a esto le sumamos el papel siempre institucional que Aragonès trata de imprimir a su cargo y siendo hombre poco dado a los gestos de tensión, el ‘president’ asume su condición de anfitrión y participará en la cumbre. Al nivel que puede participar un presidente regional cuando se encuentra un Jefe de Estado (Emmanuel Macron) y un primer ministro (Pedro Sánchez).

El enfado en ERC por la jugada de Sánchez, la de tratar de demostrar que el ‘procés’ se ha acabado, es mayúsculo. Y la necesidad de que sea observable que no es así, no menos importante. También Salvador Illa ha fruncido el ceño ante el doble papel de los republicanos, de estar por un lado en la cumbre y, al mismo tiempo, manifestarse en contra del Gobierno. Y estas tensiones acaban salpicando inevitablemente la negociación de las cuentas.

Al final, seguramente, se trata tan sólo de una cuestión léxica. El término ‘procés’ no tiene el mismo significado para la Moncloa y para el Govern. Para los primeros significa unilateralidad y choque con el Estado. Para la parte catalana significa el (largo) camino que hay que recorrer hasta la independencia, en la que la unilateralidad del 2017 fue una fase más, como lo es la actual, la de la defensa del referéndum pactado.

Si para ERC tan importante es preservar el papel institucional de la Generalitat, como promover la manifestación pacífica que demuestre que el independentismo está y seguirá estando, la solución a quién debía encabezar la delegación republicana de protesta caía por su propio peso. Oriol Junqueras, que para ello los republicanos gozan de una bicefalia, entre el presidente del partido y el del Govern. La guinda a todo ello la pone cómo enfoca ERC la manifestación. Sabido es que la ANC y Junts la abordan como una protesta a la propia celebración en Catalunya de esta reunión, aunque el 'leitmotiv' unitario de la convocatoria es el de demostrar que "nada ha acabado". Para ERC, según reiteran sus portavoces, la participación republicana será de auto-afirmación del soberanismo. Un protestar ‘ma non troppo’.

Unos y otros, los que protestan por la cumbre y los que van a recordar a Sánchez que el ‘procés’ sigue, formarán parte de la misma manifestación unitaria. La delegada del Gobierno en Catalunya, Maria Eugènia Gay, ha intentado quitar hierro a la convocatoria asegurando que "no es relevante" en comparación al motivo de la cumbre.

Las dudas del PSC

Y volvemos al inicio. La cumbre, de la que hace 15 días nadie sabía nada, ha acabado por impactar en la fase final de las negociaciones por los presupuestos catalanes. No es solo la bizarra idea de que el presidente de ERC y el coordinador general se hallen, el jueves, en lados diferentes del cordón policial, es que, además, que la protesta de Esquerra contra el líder del PSOE esté liderada por Junqueras, cuyo perfil con los socialistas es siempre crítico y vitriólico, ha puesto en alerta al PSC, que se plantea con quién está negociando las cuentas de la Generalitat, si con la ERC institucional o la ERC protestona.

"No se puede estar en misa y repicando", advierte el partido de Salvador Illa, que añade que su actitud "no es coherente". Una ambivalencia que no contribuye a que los socialistas se ablanden a la hora de exigir que todas sus condiciones para apoyar las cuentas deben de ser íntegramente aceptadas. "Queremos tener la mitad del peso en estos presupuestos", subrayan sin moverse de sus planteamientos. El líder del PSC ha vuelto a exigir que no le vale pactar los grandes proyectos al margen de los presupuestos, que tienen que tener "un reflejo presupuestario". Y por si alguna tentación tuviera el Govern de tirar millas y aprobar las cuentas sin un acuerdo cerrado, el jefe de la oposición ha reafirmado que, si eso pasa, la enmienda a la totalidad está asegurada.

La Consellera de Presidència, Laura Vilagrà, instó a su vez al PSC a abandonar el "todo o nada", ya que si ERC hubiera seguido esa misma premisa, los presupuestos del Estado no se habrían aprobado y la investidura de Sánchez no se habría producido.

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