Textos: Xabi Barrena
Infografía: Ricard Gràcia
Fotografía: Joan Cortadellas
Coordinación: Rafa Julve


Este domingo se cumplen seis meses de Pere Aragonès como 'president'. El 21 de mayo se abrió, formalmente, la 'era Aragonès', de duración siempre incierta, como es norma en la política catalana de la última década, y de la que ya cabe extraer rasgos propios. Lo que sigue es, precisamente, un estudio anatómico de esta gestión, del 'aragonesismo'.

Cerebro. El 'aragonesismo' puede considerarse la continuación de otros dos grandes 'ismos': el 'junquerismo' y el 'pujolismo'. La búsqueda de la hegemonía que insufló Oriol Junqueras, esa voluntad de convertir ERC en un partido de amplio espectro (una 'CiU de izquierdas') y el conocimiento del territorio, metropolitano y no metropolitano, que tanto prodigó Pujol. De Junqueras también ha heredado su gusto por el trabajo de equipo. De hecho, conserva el mismo equipo que creó el actual presidente de ERC y que tuvo en el hoy 'president' a su 'primus inter pares'.

Visión. Aragonès es dúctil tácticamente e inflexible en lo estratégico. No dudó de cambiar el precio de no registrar una enmienda a la totalidad de los Presupuestos Generales del Estado: de avances en la mesa de diálogo paso a ser cuotas de catalán en la ley audiovisual. Y ante la CUP, dibujó una línea, la del pacto de investidura, dejando fuera las cuestiones del 'procés'. El pasado miércoles, con la enmienda anticapitalista ya registrada, viró hacia una propuesta de grupo de trabajo sobre un nuevo referéndum.

Las bases teóricas antes explicadas nacen de la observación de los casos prácticos. La asunción de la presidencia ha cambiado dinámicas de casi 40 años [como la relación de ERC con la (pos)convergencia] y ha introducido matices propios, como el ahínco de Aragonès por poner en la agenda la salud mental. No es casual que su primer acto tras su toma de posesión fuera, al día siguiente, una visita al Servei de Salut Mental Infants i Joves del Hospital Parc Taulí, en Sabadell.

Mano izquierda. La conllevancia con su socio de Junts se rige por el principio de 'guante de seda en puño de hierro'. Tan pronto corre a L'Alguer a solidarizarse con Carles Puigdemont y monta un acto, en el aniversario del 1-O, cediendo parte del protagonismo a Jordi Puigneró, como da sendos puñetazos en la mesa. Uno, vetando la presencia de parte de la delegación de Junts en la mesa de diálogo. Y dos, imponiendo el plan b de los 'comuns', contra la opinión de JxCat, en la negociación de los presupuestos.

La mano derecha. En este caso, la mano derecha sabe lo que hace la izquierda y la equilibra. La pulsión independentista la compensa con un cuidado especial hacia el área metropolitana y con las políticas sociales. Sus visitas a feudos metropolitanos del PSC son tan frecuentes como sus actos sobre cuestiones sociales, en especial, la salud mental.

Columna vertebral. Si hay algo que sostiene la Generalitat 'republicana' en comparación con la '(pos)convergente', es la mesa de diálogo. Una reserva espiritual donde tratar las grandes cuestiones que movilizan al electorado independentista: la autodeterminación y la amnistía. Ajena al día al día, de modo que no se puedan mezclar con las cuestiones más pecuniarias, y una vía para escapar de las acusaciones de 'vender' el ansía independentista por uno u otro traspaso o partida presupuestaria.

Pie izquierdo. Dos son las grandes diferencias entre ERC y Junts: una, los republicanos tienen la presidencia; y dos, cuentan con 13 diputados (que son claves para Pedro Sánchez) en el Congreso. ERC es el grupo catalán de referencia y ello permite lograr dividendos que son gestionados por la Generalitat. La ERC de hogaño, por tanto, cuenta con muchas semejanzas con la CiU más de exitosa de antaño, la del 'peix al cove'.

Pie derecho. El otro pilar que sustenta el edificio 'aragonesista' es la mayoría independentista del 52%. De ahí el denuedo por pactar los presupuestos con la CUP y que solo forzado por las circunstancias se haya abierto a los 'comuns'. Y que el pacto con el PSC, a pesar de las ententes en Madrid con el PSOE, sean una línea roja infranqueable. El objetivo de ERC y de Aragonès es darle siempre la pátina independentista a la gestión del día a día.

El proyecto constructivo del 'aragonesismo' está, por tanto, más que bosquejado. Pero el inestable suelo político catalán y español no le van a permitir ningún descanso. Cualquier movimiento sísmico amenaza, sobre dos elementos; uno de los pilares, el de la mayoría independentista del 52%, como se está viendo estos días; y la viga maestra, una mesa de diálogo en la que todos los participantes sospechan, por no decir que saben, que no va a producir fruto alguno, dada la distancia en las posiciones de partida.

Este reportaje se ha publicado en EL PERIÓDICO el 21 de noviembre de 2021.