Perfil

Laura Borràs, una líder sin límites cada vez más cuestionada

Laura Borràs, suspendida como diputada y presidenta del Parlament

Borrà se va atacando a ERC y CUP: "Hipócritas"

Su estilo al margen de los 'corsés' políticos genera incomodidad en un sector de su partido por la acumulación de situaciones polémicas.

Laura Borràs

Laura Borràs / EFE/ Toni Albir

Fidel Masreal

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Laura Borràs (Barcelona, 1970) es, ante todo, una mujer apasionada, incansable y con una necesidad íntima de ser el centro de atención, no exenta de candidez. Es una mujer que no acepta los límites, algo que puede aunar las opiniones favorables y críticas dentro y fuera de su espacio político, Junts per Catalunya. Una actitud, la de no tener límites, que puede leerse como un valor propio del liderazgo sin cortapisas y de un independentismo sin barreras, pero también como la limitación de una persona incapaz de adaptarse a las normas, de ejercer la prudencia, de limar su ego o de entender que la política no es solo imagen.

La carrera de Borràs ha sido fulminante. En el 2017 no estaba en política. Y en tan solo cinco años ha dirigido la 'conselleria' de Cultura, ha sido candidata en las elecciones generales, candidata a la presidencia de la Generalitat, presidenta del Parlament y presidenta de Junts.

Un gran protagonismo personal

Al margen del caso judicial en ciernes, Borràs ha protagonizado numerosos episodios en clave personal. Personalísima, se podría añadir. No hay evento en clave independentista en el que no haya participado o apoyado, aunque ello le haya reportado reproches, como su presencia en la movilización que cortó la avenida Meridiana de Barcelona, que el Govern pedía no llevar a cabo.

Su candidatura en las elecciones generales se basó en el mensaje independentista, en reclamar ejercer la autodeterminación. Cuando se le preguntaba por otras cuestiones, ya fuera la gestación subrogada o el salario mínimo catalán, las respuestas eran más que vagas. Su resultado electoral no fue brillante. ERC se impuso de nuevo con claridad. Y pocos meses después, Borràs dejó el escaño en Madrid para pelrar por la presidencia de la Generalitat, ganando con rotundidad las primarias al exconvergente Damià Calvet con un 75,8% de votos.

Una campaña sin premio

Y la campaña catalana se basó de nuevo en un mensaje basado en el independentismo irredento. Borràs lanzó en campaña la promesa de volver a proclamar la independencia de resultar ganadora. Un programa que no gustó en todo el partido. Un partido en el que ella se ha ido blindando con un núcleo duro de fieles incondicionales.

Pero Borràs ha ido perdiendo su 'baraka'. Quedó tercera en las elecciones del 14-F, y se negó a participar del Govern del republicano Pere Aragonès. Fue de las que no descartaba que Junts quedara fuera de este Govern y seguramente lo sigue pensando. Y pasó al cargo que ha ocupado tan solo un año y tres meses. Como presidenta del Parlament, se ha enemistado con los funcionarios, con periodistas y por supuesto con partidos como Ciutadans. Y ha visto como su promesa de blindar a los parlamentarios de la justicia española "represiva" hacía aguas cuando el ' cupaire' Pau Juvillà era inhabilitado.

Los choques internos

Borràs ha chocado constantemente con Jordi Sànchez cuando este era secretario general de una formación que si bien la ha aupado a la presidencia, que ha votado más al exconvergente Jordi Turull y que acumula dirigentes que no soportan el personalismo de la dirigente. Así, el apoyo entusiasta que creía tener ya no existe. Y ahora, suspendida de su cargo, Borràs -que no acepta bien la derrota- deberá jugar una nueva partida en un camino, el de su vida, que no ha sido tan de color de rosa como da a entender su sonrisa casi perenne.

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