Borràs tumba a Calvet e inicia la cohabitación con Puigdemont

Laura Borràs y Quim Torra, en una reunión de JxCat.

Laura Borràs y Quim Torra, en una reunión de JxCat. / periodico

Xabi Barrena

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Laura Borràs será la primera presidenciable de la corta historia de Junts per Catalunya, un partido con aires de movimiento alrededor del gran líder de la fuerza, Carles Puigdemont, ideólogo de la escisión del PDECat. La diputada en Madrid arrasó a Damià Calvet, en las votaciones de este fin de semana, al alcanzar el  75,8% de los votos (casi 3.000 votos, de los 5.000 militantes) frente al 20,5% del ‘conseller’ de Territori. Se da, pues, la situación inédita, al menos hasta el 14 de febrero, y en función de los resultados, más allá, de que el foco de Junts per Catalunya no se centrará en el ‘expresident’ residente en Waterloo, sino en Borràs. Un nombre que, a diferencia del de Quim Torra, no ha sido elegido a dedo por Puigdemont, sino todo lo contrario. Los gritos, este mismo domingo, de «presidenta, presidenta», fueron el primer acto de lo que será una extraña cohabitación

Extraña porque, a pesar de que el triunfo de Borràs es la culminación de todo el trabajo táctico previo de Puigdemont (confrontación con el Estado y desapego de la extinta CDC), este no le ha brindado su apoyo. Es más, ha dirigido a sus peones, en la cúpula del neonato partido, a dar apoyo a su oponente, a Calvet. Como también hicieron dos de los presos de Lledoners, Josep Rull y Quim Forn. Puigdemont no apareció en el breve acto de comunicación de resultados. 

Sobre la candidatura de Borràs, y todo lo que de ella puede derivar (cargo en el Govern e, incluso, la presidencia) se cierne la sombra de su imputación por presuntos tejemanejes irregulares cuando presidía la Institució de les Lletres Catalanes. 

Oferta electoral

La victoria de Borràs clarifica un poco la oferta electoral del independentismo. Asentados ERC y el PDECat en el secesionismo pragmático, uno de centro izquierda y, el otro de centro derecha, la propuesta de la diputada se centra en el combate contra el Estado y la apelación a la pronta acción unilateral. Su oponente, aunque con matices, también se sumaba a cierto pragmatismo al afirmar que se precisaba una generación para culminar la independencia y que, mientras tanto, había que abrirse a acuerdos con el Estado. El triunfo de Borràs fue bien recibido en las dos sedes de la calle de Calàbria entre la calle de Aragó y la de València donde se asientan ERC (acera Besòs) y PDECat (acera Llobregat). Reduce la competencia.

Cabe recordar que JxCat se creó, primero, como una entente entre el PDECat, partido que Puigdemont no controlaba y cuya cúpula intentó frenarle en aquel octubre del 2017, y el colectivo de seguidores que nació a rebufo de las decisiones del ‘expresident’, encaminadas hacia la independencia, y la respuesta del Estado. 

Este verano, viendo que las encuestas aupaban a ERC y lastraban a JxCat, Puigdemont montó el nuevo partido, homónimo (polémica judicial incluida por presunta usurpación de la denominación). Con un doble objetivo: por un lado desprenderse de la pesada losa histórica de CDC y sus casos de corrupción y, por el otro, situar a la nueva fuerza en el carril del centro-izquierda, por donde transita, con éxito, su rival ERC, y por dónde los efectos de la pandemia aconsejan circular.

Borràs se aproximó a la política a través de la figura de Puigdemont. No se le conoce más ideología que la independentista y, ciertamente, nada tiene que ver con el PDECat y, menos, con CDC. El triunfo de Borràs, pues debería ser el broche de oro al proceso iniciado por Puigdemont. Pero no lo es.

Cambio de reglas

Primero porque el propio Puigdemont cambio las reglas de juego. JxCat se sustenta sobre su figura. Su anuncio de que no iba a concurrir como presidenciable, sea por la razón que fuere, es decir, por lógica aplastante (difícilmente va a renunciar a su escaño en el Parlamento europeo para recoger el acta del Parlament) o por tacticismo (quedaría muy poco épico que el ‘expresident’ fuera vencido por el sustituto de Oriol Junqueras, Pere Aragonès) creó, automáticamente, un contrapoder. Una figura, la del presidenciable que le hará sombra.

Y de todos los admiradores de Puigdemont, la que más se ha labrado un cierto carisma entre las bases del partido, alcanzando en las redes sociales un nivel casi místico, es Laura Borràs. Justo cuando el feeling entre uno y otra se ha ido perdiendo coincidiendo con la comunión acelerada que la diputada hizo con otro ‘expresident’, Quim Torra.  

Borràs cerró filas con Torra cuando el debate sobre si convenía o no adelantar las elecciones enfrió las relaciones entre el ‘expresident’ en Waterloo y su sucesor en el Palau de la Generalitat.