Desperfectos
Valentí Puig

Valentí Puig

Escritor y periodista.

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Pedro Sánchez apuesta de nuevo

En política importan la acción, no los estados de ánimo, la fortaleza ante los obstáculos y no la escenografía de la intimidad herida

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez / Moncloa

 Nos íbamos acostumbrando a las jugadas de alto riesgo de Pedro Sánchez, pero se ha superado al pararse a reflexionar si vale la pena ser presidente del Gobierno. Con el emocionalismo que satura todo el juego político se configuran dos posiciones: en el PSOE centran su interpretación en el pesar de Sánchez por las alusiones a los negocios de su mujer –con la intervención tan aviesa de Manos Limpias- y la oposición ve ahí un recurso táctico. Al final, no contarán tanto los sentimientos como los hechos. Cuando el lunes explique los resultados de su reflexión se sabrá algo más, pero seguramente no todo. Ese es un episodio mistérico, que ha llamado la atención en toda la Unión Europea: ¿Seguirá en la Moncloa o vamos a las urnas?

Está siendo un fin de semana equiparable a los procesos de beatificación, como si la situación no tuviese precedentes. Los tiene. En 1968, con De Gaulle en el poder, estalló en Francia el escándalo Markovic, de gran turbiedad, para implicar a la esposa del primer ministro Georges Pompidou en una trama siniestra, a la que no eran ajenos algunos gaullistas. A Pompidou no le importaba tanto su futuro político como el honor de su mujer. Se lo dijo a De Gaulle, quejándose de la deslealtad de algunos ministros. Distante, el general le aconsejó que tratase las habladurías con desprecio porque la calumnia aparece “en el destino de los hombres de Estado”. Ya transcurrido el psicodrama de mayo de 1968 –así lo describió Aron-, cuando De Gaulle se retira del poder, Pompidou gana las elecciones presidenciales. El consejo de De Gaulle había sido certero. 

Al final la empatía es una chuche: lo que cuentan son los hechos. Sánchez pudiera haber reflexionado al tiempo que ejercía la soledad del poder, sin necesidad de escenificarlo. Si vuelve a sonar el nombre de Pedro Sánchez como posible candidato a alguno de los grandes despachos de la Unión Europea, ¿no se recordará que un obstáculo como la actuación de Manos Limpias contra su mujer le recluyó en la Moncloa durante días? Ni en Bruselas ni en Washington nadie está libre de la insidia –un rumor, una caricatura, una campaña de intereses ocultos- y no por eso se pide hospitalidad en un monasterio de la Trapa. En política importan la acción, no los estados de ánimo, la fortaleza ante los obstáculos y no la escenografía de la intimidad herida. Un caso de implicación directa –y no por cónyuge- es Bill Clinton. Las urgencias de su libido han dejado escritas muchas páginas. Los republicanos intentaron su 'impeachment'. Clinton concluyó su segundo mandato y es considerado un buen presidente, con el apoyo de su esposa Hillary, posteriormente candidata presidencial que perdió frente a Donald Trump. 

Hay un cierto adanismo en todas las grandes apuestas de Pedro Sánchez, desde recuperar la secretaría general del PSOE a convocar elecciones después de perder las municipales y autonómicas, o abrir camino a la ley de amnistía. Las decide como si estuviera inventando la política. Después, cae o no cae el diluvio. 

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