EL PULSO POR LA INVESTIDURA

Mas carga contra la CUP y le exige "votos y no vetos"

Artur Mas, el pasado martes, durante la reunión del Govern.

Artur Mas, el pasado martes, durante la reunión del Govern. / periodico

FIDEL MASREAL / BARCELONA

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Artur Mas entró este martes en tromba en la cargada, desmoralizada, tensa y casi teatral escena de la batalla entre Junts pel Sí y la CUP con un aviso y una exigencia a los anticapitalistas. El aviso, que si se constata que manda la CUP, "un montón de gente se baja del tren" del 'procés', con lo cual no solo no se amplía el espacio soberanista, sino que adelgaza. La exigencia, directa y sin contemplaciones: "No se puede vetar, se ha de votar. Desgraciadamente, dentro de Catalunya determinada gente está más pendiente de vetar que de votar, y así no se construye".

En una intervención en la sede de la fundación de CDC, la CatDem, por momentos Mas pareció preparar el terreno de la batalla electoral, con frases como que "hace falta más gente entrenada en ir a favor y menos gente entrenada en ir a la contra". Y lo más destacado fue su análisis crudo sobre el resultado electoral, que parecía arrojar la toalla de un acuerdo y casi culpar al electorado: "El resultado del 27-S dio al movimiento por la independencia más fuerza que coherencia interna”. Fue otra insinuación referida a que el sudoku de las urnas es insalvable. "A veces tenemos un país un poco acostumbrado a añadir complejidad a lo que ya es complejo. Pero cada país es como es", zanjó.

"TEATRO DE GUERRILLAS" Y "LABERINTO"

Las palabras de Mas añadieron análisis e incertidumbre en el escenario del proceso, que comienza a agotar los adjetivos y la paciencia a la vista de que las negociaciones entre Junts pel Sí y la CUP no solo no avanzan, sino que pierden toda la discreción y entran en un fuego cruzado de declaraciones y réplicas en forma de espiral, con acusaciones casi pueriles respecto a la mentira en el bando contrario. “Teatro de guerrillas”, era la definición de un dirigente de CDC.

Y es que en dos horas se pasó de la exigencia de la portavoz del GovernNeus Munté, a la CUP para que demuestre su voluntad real de acuerdo para seguir negociando, a la denuncia de los anticapitalistas de que Junts pel Sí no se ha comprometido ni con las medidas sociales incluidas en su programa.

Acusaciones mutuas de mentira y de falta de sinceridad en relación a un acuerdo que tiene otra fecha límite, el 27 de diciembre, cuando la CUP reunirá a su asamblea decisiva, a escasos días de la fecha en la que si no hay pacto, habrá elecciones: el 10 de enero.

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Por un lado, Munté defendió la tesis de que Junts pel Sí ha puesto sobre la mesa medidas para dar contenido al plan de choque social. “Sí se han hecho propuestas en aspectos concretos, como la renta mínima de inserción, la pobreza energética o las becas comedor”, sostuvo la portavoz para quien queda claro que es la CUP la que miente (hace afirmaciones “falsas”, por usar la terminología exacta de Munté) cuando afirma que “no hay voluntad de acuerdo ni propuestas”.

Y tan solo dos horas después, la CUP compareció en el Parlament para exhibir el documento con los acuerdos alcanzados hasta ahora con Junts pel Sí. El documento era una hoja en blanco. El sainete continuaba, dinamitando todas las llamadas a la discreción que unos y otros habían hecho semanas atrás para negociar bien. El diputado de la CUP Sergi Saladié aseguraba que Junts pel Sí no se ha comprometido ni en propuestas sociales de su propio programa electoral. Y transmitía el malestar de la formación anticapitalista por el hecho de que el Parlament recurra ante el Tribunal Constitucional la decisión del Gobierno de suspender la declaración rupturista aprobada el 9 de noviembre.

El enredo llegó al paroxismo porque unos y otros reclamaban que su adversario hiciera “un gesto” de voluntad negociadora. Munté lo exigió y respondió la parlamentaria de la CUP Gabriela Serra casi en términos de revés tenístico: “El gesto lo han de hacer ellos”. Y así puede seguir el intercambio de golpes. Al menos hasta el 10 de enero.

MAS, ARMA ARROJADIZA

En este vaivén constante y en medio de acusaciones mutuas indemostrables (“Tendrás que escoger a quien te crees, si a ellos o a nosotros”, respondía un parlamentario de la CUP a una consulta sobre las versiones contradictorias entre ambas partes de la negociación), la figura de Artur Mas seguía siendo un arma arrojadiza. El cabeza de lista de Junts pel Sí, Raül Romeva, avisaba en RAC1 de que ningún candidato alternativo reuniría tantos apoyos como Mas. Mientras, la CUP reiteraba que debe haber un modelo de gobierno y una presidencia más plural. Y cargaba contra la figura de Mas: “Nos da miedo la manera de hacer las cosas del 'president', siempre llevándolo todo al límite, a última hora con cumbres espectaculares. Nuestro escenario es intentar forjar acuerdos y no llegar a estos escenarios de ultimátum que no permiten reflexionar, sino que son de 'caixa o faixa'”, se quejó Saladié, que no ahorró calificativos hacia Junts pel Sí por falta de concreción. Sigue el bumerán, a 40 días del plazo para evitar nuevas elecciones.