Opinión | El trasluz
Escritor.
Juan José Millás
Escritor.
Cosas de la polarización
Imagino un centro mundial de distribución de neuralgias semejante a una emisora de radio. Por razones que ignoro, yo soy un receptor magnífico
Cuando me muera, dejaré de tener neuralgias. Pienso mucho en ello. Pero las tendrá otro, o las tendrán otros. Quiero decir que lo importante no es que deje de tenerlas yo, sino que deje de tenerlas la humanidad. Hoy me levanté con una muy fuerte que afectaba al hemisferio izquierdo de mi cráneo. Decidí no tomar ningún analgésico para ver si, a base de aguantarla, decidía retirarse. En el autobús, observé atentamente al tipo que se sentaba frente a mí. Me pregunté, como suelo hacer, por qué yo no era él y él no era yo. Los yoes podrían cambiar de cabeza como los pájaros de rama y de este modo las neuralgias estarían mejor repartidas. Pero no. Si te ha toca este yo, has de cargar con él el resto de tu vida. Tampoco me acostumbro a eso. Deberían inventar formas de ser otros, siquiera de forma temporal.
El tipo del autobús al que venía refiriéndome lleva unos auriculares conectados al móvil. Significa que va escuchando algo. Quizá música, quizá la radio, quizá un pódcast de ciencia, tal vez una novela. En todo caso, escucha voces o sonidos que se producen en un lugar distinto de aquel en el que nos hallamos. Imagino las voces viajando a través de lo que conocemos como ondas electromagnéticas y que ignoramos lo que son. Significa, que un locutor (o una locutora: insuficiencias del genérico) habla en un estudio de radio y lo que dice vuela por el aire, a lo mejor desde cientos o miles de quilómetros de distancia, y llega en cuestión de milisegundos al oído del que viaja frente a mí. Esto es así: tan increíble como cierto.
Casi sin darme cuenta, absorto como me hallo en estos pensamientos, la neuralgia desaparece. Se ha ido despacio, como de puntillas, quizá a otra cabeza. Es posible que las neuralgias viajen también a través de las ondas electromagnéticas y aquella con la que amanecí hoy esté penetrando en la de una mujer, pongamos por caso, del sudeste asiático. Imagino un centro mundial de distribución de neuralgias semejante a una emisora de radio. Por razones que ignoro, yo soy un receptor magnífico. Hay gente que recibe mejor los dolores de estómago como hay gente que escucha la COPE o la SER. Estaría bien alternar entre los distintos malestares orgánicos, pero el aficionado a las migrañas solo admite migrañas del mismo modo que el aficionado a Onda Cero solo escucha Onda Cero. Cosas de la polarización, sin duda.
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